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Cuando le pedí el teléfono celular a Audrey para pasarle una partitura, nunca imaginé que traería consigo una larga plática hasta las 12 de la madrugada. Porque lo que comenzó con un simple favor y unos cuantos comentarios, terminó en una gran conversación de cosas insignificantes.

Pero tuve la oportunidad de conocerla más y de que ella me conociera.

Audrey tenía una hermosa familia que consistía de sus padres, su hermana menor Claire, y ella. Además, le gustaba cantar y dibujar; tenía muy buenas calificaciones, aunque se le facilitaban más Matemáticas y Física.

Yo le conté que vivía con mi padre y mi hermana Louise, de 15 años, pero no me adentré en detalles para evitar enredos; además, odiaba platicar sobre mi complicada cuestión familiar.

Audrey era diferente. Ella era única, auténtica, original y especial. Era de ese tipo de personas de las que te cruzas una vez en tu vida.

Pero me di cuenta de que Audrey también era como una flor: era hermosa, físicamente e interiormente; y delicada, porque algo me decía que una chica como ella, es más frágil de lo que parece.

Había algo en ella, tan oculto detrás de sus ojos, que si no fuera porque conozco muy bien su mirada, nadie se diera cuenta de aquello. Pero no se que es... y no estoy seguro de querer saberlo.

Y las conversaciones entre nosotros no hicieron nada más que empezar.

En la escuela frecuentábamos más y mis amigos lo notaban, además de los suyos. Pero no nos importaba porque solo éramos dos chicos que no querían ser más que amigos, o eso pensábamos nosotros.

Pero las mejores pláticas eran cuando nos dormíamos tarde solo por estar bromeando o conversando de cualquier cosa.

Un jueves como cualquier otro, habíamos salido temprano debido a una junta de maestros de la cual no nos avisaron; por lo que Audrey tendría que esperar dos horas, hasta que su padre pudiera pasar por ella.

Decidimos salir un tiempo a una cafetería muy tranquila cercana a la escuela. Nos sentamos en una mesa un poco apartada de todos los demás clientes y pedimos dos capuccinos.

"Tengo una idea" habló ella, una vez que la mesera se había ido. Encarné una ceja, esperando a que dijera algo y como un modo de insitarla a hablar "Hay que jugar a confesar"

"¿Confesar?" pregunté un poco divertido.

"Si, yo te confieso algo a cambio de una confesión tuya" dijo con el mismo tono de diversión que el mío y recargando sus brazos en la mesa, para poder acercarse un poco a mi.

"Okay. Juguemos" respondí, un poco temeroso de tener que decir uno de mis más profundos secretos.

"Bien. Yo primero. Le tengo miedo a todo tipo de insecto" no pude evitar soltar una gran carcajada y creo que eso le molestó en gran manera porque me pegó con el puño cerrado, algo que no acostumbra hacer.

"Debí suponerlo. No has visto ninguna película de terror... menos vas a poder matar un grillo" le dije burlón y sonriendo, a lo que ella me miró con ojos entrecerrados, para después soltar una risa demasiado... fingida.

"Basta ya. Te toca" se tapó el rostro con las manos avergonzada y me dio un poco de ternura porque parecía una niña con sus mejillas sonrojadas.

"Vamos a ver..." pensé mucho en algo que contar, pero nada se me ocurría y estaba ignorando lo de mi familia. "Yo fui culpable de que mi hermana se cayera por las escaleras y fracturara la pierna derecha, cuando ella tenía siete años" confesé rápidamente con un poco de vergüenza por ello.

Ella solo encarnó ambas cejas y después de varios segundos en silencio, dijo: "No se si reír o llorar".

Nuestros pedidos llegaron, por lo que comenzamos a comer.

"Tengo otra confesión, pero esta es ultra secreta y sólo mi familia lo sabe, así que considérate muerto si lo dices" amenazó con su tenedor apuntándome y yo con una sonrisa burlona, metí un bocado de aquél pastelillo que pedí. "Me gusta todo tipo de música".

"A mi también me gustan muchos géneros: el rock, el jazz, algunas del top ten" dije como si nada, pero al ver que seguía callada supe que no era nada parecido.

"Un día puedo escuchar el top ten, luego una canción de Queen y al día siguiente, escucho música clásica o de los 60's" la vergüenza con la que hablaba me hubiera dado ternura si no estuviera tan asombrado al escuchar que una chica amaba hasta la música que ahora solo los viejitos aprecian.

Esta chica sí que era única.

Después de varias confesiones, en las cuales ella dijo que no sabía bailar y en las que yo le hablé sobre mi fobia a las alturas; llegamos a algo serio.

"Mi madre nos abandonó a mi y a mi padre cuando yo tenía tres años y mi hermana un año" confesé mirando mis manos, las cuales se movían un poco nerviosas por haber compartido algo tan personal con alguien más.

Sentí su mano coger la mía suavemente y lentamente, como si dudara en hacerlo, pero cuando lo logró hacer me dio un apretón, murmurando un 'lo siento'.

"Mi confesión no se pueden comparar a aquello, pero sigue siendo un poco seria" me aclaró antes de aclara su garganta y tomar una gran cantidad de aire "Nunca he tenido novio o algo por el estilo, no creo que a alguien le haya gustado alguna vez".

Otra sorpresa más ese día y no la pude disimular menos cuando exclamé 'wow'. Ella rio negando con la cabeza, mientras yo me disculpaba por mi poca discreción y por haber provocado la atención de todas las personas de nuestro alrededor.

"¿Es en serio? ¿Núnca has dejado en la friendzone a alguien? ¿Nunca te has enamorado?" sus mejillas nunca pararon de estar rojas después de su declaración y cuando le hice estas preguntas ella se rio nerviosa.

"¿Por qué es tan difícil de creer? No es como si tuviera treinta años, solo tengo diecisiés... " declaró un poco desesperada, algo que me dijo que no era la única persona que había reaccionado de la misma persona.

"Me sorprendí porque no eres nada fea Audrey, además eres una gran persona" le dije sin saber lo que estaba diciendo hasta que lo había soltado todo, y me apené por lo que había dicho.

Ella apartó la mirada de su plato, en el cual había puesto su mirada unos segundos antes por la vergüenza y me miró a los ojos por un momento, como si buscara algún atisbo de duda o mentira. Pero yo no aparté la mirada, aún cuando me arrepentía mentalmente por haberle dicho aquello; lo dije con sinceridad, pero me apenaba.

Ella sonrió ampliamente y yo hice lo mismo.

what she did «Shawn Mendes»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora