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Había tantas luces en el escenario que me acaloré, además la toga no ayudaba mucho; con un simple vistazo a mi derecha me di cuenta de que no era el único en el mismo estado, la diferencia que yo no sudaba a chorros.

Busqué a mis padres en el público, pero me detuve al ver el par de ojos más bonito que había visto en toda mi vida. Sonreí inconscientemente y ella sin despegar su mirada de la mía, sonrió abiertamente.

Se suponía que no estaría ahí, había tenido una grave recaída el fin de semana y el doctor le había prohibido salir de casa, ese día me entristecí un poco porque quería que ella estuviera en mi graduación. Pero ahora estaba entre el público, aplaudiendo y sonriéndome, a pesar de que estaba en una silla de rueda con extraño aparato en su intravenosa.

Dijeron mi nombre, reí al escuchar mi nombre gritado por mis amigos que estaban en el escenario conmigo. Tomé mis papeles y le dirigí una mirada a Audrey quien aplaudía, con un esplendor en sus ojos, uno que la hacía única. Le guiñé al ojo y aunque el ruido del lugar no me dejó escucharla, me pude imaginar su risa en mi mente.

Lo que me daba esperanza cada día. Lo que me alegraba los días.

La ceremonia terminó y me acerqué a ella, para saludarla.

"Hey universitario" me saludó una vez que llegué a ella, no me importo la diferencia de alturas (pues al estar en silla de ruedas la veía hacia abajo) y acerqué mis labios a los de ella, para dejar un suave lento beso que fue interrumpido cuando sentimos un flash en seguida de nosotros.

Su mamá nos miraba con una sonrisa, para después desviar su mirada a su celular donde la imagen recién capturada de nosotros se visualizaba, pero yo desvié mi mirada a ella.

"Felicidades Shawn" me dijo, para después agarrar una bolsa de regalo de la silla de un lado suyo.

Abrí su regalo y no pude evitar sorprenderme al ver una foto de nosotros enmarcada. Una que nos tomamos el día que nos mojamos, fue una selfie en medio de la pelea con agua.

Sonreí recordando ese día y me di cuenta de la melancolía que esta reflejaba cuando ella me agarró la mano desocupada, para darme un apretón reconfortante.

No quería aceptar que Audrey, la persona con la que me imaginé un futuro, se iría de mis brazos en cualquier momento y que nunca más regresaría. No me quería imaginar un mundo en el que no pudiera escuchar su risa, verla sonreír, escucharla platicar de cualquier cosa.

Amaba a Audrey como nunca lo había hecho con nadie.

Lo que más deseaba era un milagro, pero era imposible para alguien en estado tan delicado como ella.

Hasta ahora la enfermedad había avanzado terriblemente y la quimioterapia no era una opción en su caso, no sabía la razón, pero cada vez se acercaba más el día y cada vez me encariñaba más con ella.

Nunca estaría listo para su partida.

Pero lo único que podía hacer por ella era estar con ella en todo momento, en todo sufrimiento, acompañarla y hacerla vivir momentos asombrosos; los últimos que tendría.

what she did «Shawn Mendes»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora