- SYBIL 1 -

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Sybil caminaba por el Bosque de los Susurros en silencio. Vestía un chaleco de cuero, unos pantalones de pana y unas botas negras que la llegaban por las rodillas. Tenía el pelo rubio castaño recogido en una coleta que la caía sobre sus redondos senos. A su espalda llevaba colgado un carcaj lleno de flechas, y en su mano izquierda portaba un arco largo de madera. Tenía los labios gordos, una nariz pequeña, largas pestañas y los ojos verdes turquesas como las calas del sur de Kailom. Era una mujer muy guapa, y muy querida en Camino de Plata. Vivía en una casa de piedra a las afueras de la capital de Kailom, cerca del Lago Gris. No tenía padres, ni marido, y tampoco hijos e hijas. Había vivido sola desde que tenía 15 años. Ahora tenía 33. Y se dedicaba a cazar. Era una de las mejores cazadoras de Camino de Plata, y la gente lo sabía. Era una chica humilde y bondadosa, y toda la gente la quería. Lo único malo es que desde que murieron sus padres cuando ella era una joven adolescente, jamás había vuelto a sonreír. Cuando hablaban de ella la llamaban "la mujer sin sonrisa". Otras veces era llamada "la Bella" debido a su belleza.

Ahora caminaba por el oscuro bosque en busca de comida. Era tarde y el ambiente era húmedo debido a que la nieve se había derretido durante toda la mañana.

De pronto oyó el mugido de un ciervo en la lejanía. Sacó una flecha de su carcaj, la puso en la cuerda de su arco largo y empezó a caminar acuclillada entre los troncos caídos. Anduvo unos kilómetros más y llegó a una zona llena de altos y gruesos tejos. Entre ellos se encontraba el gran ciervo, tumbado en el suelo y desangrándose. Tenía una gran estaca de madera clavada en el costado. Sibyl la Bella se acercó lentamente al herido animal y tiró el arco al suelo. Puso su mano en el cuello del ciervo, desenvainó su daga y le rajó la garganta. El ciervo dejó de gemir y dejó caer la cabeza al suelo. Sibyl le arrancó la estaca y vio su punta: estaba afilada, como si alguien la hubiera pulido. Sibyl se dio cuenta de que alguien la podría estar vigilando en la espesura, así que recogió el arco del suelo y se escondió por si venía alguien.

Pasaron las horas, y nadie apareció en el bosque. Sibyl salió de su escondite y agarró al ciervo por la cornamenta. Tiró de él y le arrastró por el bosque, intentando llevárselo a su casa. De pronto vio algo moverse a lo lejos, entre los árboles. Se agachó y observó. El cuerpo se cayó al suelo y, al intentar levantarse manchó un árbol con la sangre que manaba de su mano. Sibyl se levantó y caminó hacia el moribundo hombre, que gemía de dolor, pisando suavemente las hojas y las ramas caídas. Cuando Sibyl estuvo a unos pocos metros del hombre, pudo verle la cara: era delgado, con el pelo corto negro y sin barba. Tenía un pequeño bigote bajo su puntiaguda nariz y vestía unos sucios harapos. Su pierna se estaba desangrando, y su nariz y manos goteaban pequeñas gotas de sangre.

-¡BEN! -gritó Sibyl, acercándose al cuerpo de su amigo.

Ben miró a Sibyl y la dio un fuerte abrazo mientras rompía a llorar. Murmuró los nombres de su familia una y otra vez, llorando de alegría al saber que alguien conocido le había encontrado.

-Sibyl... Tenemos que ir a casa... Tenemos que irnos ya... Ella está viniendo... -dijo Ben, mirando los ojos verdes de la mujer que le acababa de salvar la vida.

-Tranquilo, Ben, tranquilo...

Sibyl transportó a Ben hasta su casa. Esperaría al retorno de su mujer. Volvería a ver a sus hijos.

Había sobrevivido.

RECUERDOS DE ESCARCHA - PRIMERA PARTE DE LA HISTORIA DE KAILOMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora