- RASTH 4 -

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Rasth no durmió en toda la noche. La pesadilla que había tenido seguía en su cabeza, así que esperó a que Frall y Lydia se despertaran.

Pensó en su hermano, Olmh. La última vez que estuvo con él fue el día en el que desapareció. Le echaba de menos. Rasth siempre había sabido que su hermano había tenido envidia de él, ya que era el mayor y el más querido. Pero él le amaba, y su amistad no acabó hasta el día en el que fue secuestrado...

Rasth y Olmh habían ido a cazar sin que los kruhns los vieran, ya que por aquel entonces Kailom estaba asediada por estas horrendas criaturas. Olmh vio un ciervo pastando a lo lejos. Tensó su arco y lanzó una flecha. El ciervo cayó al suelo, inmóvil. Rasth se acercó al animal para despellejarlo y ordenó a su hermano pequeño que fuera a por las cuerdas que había dejado junto a la roca del halcón, en el arroyo del bosque. Olmh obedeció a su hermano Rasth y fue corriendo al arroyo. Después de un largo rato, Rasth se cabreó y fue a buscar a Olmh: las cuerdas estaban tiradas en la hierba, pero su hermano no estaba allí.

De pronto, Rasth fue interrumpido por una voz masculina y todos sus recuerdos se desvanecieron de nuevo. Miró a su derecha. Frall se había despertado.

-¿Cuánto llevas despierto? -preguntó con cansancio.

-Un par de horas, más o menos. No podía dormir -contestó Rasth.

-Vamos a cazar algo para desayunar. Aún nos quedan un par de días para llegar a la costa Sur, hay que darse prisa... -dijo Frall mientras se levantaba con dificultad.

Rasth se separó de Lydia lentamente para no despertarla, cogió su daga y salió junto a Frall del torreón derrumbado. El sol brillaba con fuerza, y casi se podían sentir sus rayos bajo la fina capa de piel.

-Deberíamos darnos prisa. No aguantaremos mucho con este calor... -dijo Frall mientras se ponía en marcha.

Rasth y Frall corrieron en dirección al río, al lugar donde habían dejado la barca. Al llegar a su paradero, Rasth la saltó y siguió andando por la orilla.

    -Podemos cazar por esa zona de allí -empezó a decir mientras señalaba un conjunto de árboles en la lejanía.

    -¿Estás seguro? -preguntó Frall.

    -No, pero si nos alejamos mucho nos perderemos. Así que date prisa.

    Los dos chicos llegaron hasta el pequeño bosque a paso rápido. Todo estaba tranquilo. Todo permanecía en calma. Ningún sonido, ningún movimiento. Ningún animal. Frall cogió su lanza y se separó de Rasth lentamente, introduciéndose entre los arbustos naranjas y las finas ramas de aquellos secos árboles.

    -Sigue tú, Rasth. Si ves algo, llámame -dijo Frall mientras desaparecía en la espesura.

    Rasth desenvainó su daga y caminó por aquel bosque silenciosamente. Nunca había estado en un bosque como aquel: la luz del sol entraba a tirones por los huecos que dejaban entre sí las hojas secas de los árboles, así que la luz era tenue y misteriosa; el suelo no estaba hecho de hierba, sino de arena, y los árboles eran finos, alargados, y muy altos, todos ellos de un color grisáceo o pardo. Además, hacia mucho calor.

   Cuando llegaron la noche anterior al torreón derrumbado, no habían visto el paisaje que les rodeaba debido a la oscuridad. Pero ahora, con la tenue luz de la mañana, pudieron ver que se encontraban en un desierto rocoso, lleno de arena, pequeñas montañas y de árboles secos y muertos.

    Rasth vio cómo un pequeño lagarto trepaba una roca cercana, y como devoraba con rapidez a una mariposa marrón que volaba a su alrededor. El lagarto cambió su color de piel y se camufló en la roca. Rasth siguió caminando con lentitud con la daga en alto y miró a su alrededor: todo seguía en calma, pero aquel tipo de calma no le gustaba. La arena que pisaba se hundía cada vez más, y ya no oía los pasos de Frall en la lejanía.

RECUERDOS DE ESCARCHA - PRIMERA PARTE DE LA HISTORIA DE KAILOMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora