- RASTH 1 -

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-¡Eres un puto cabrón! -gritó un hombre gordo cuando un anciano derramó su cerveza sobre su chaqueta de cuero. Acto seguido, el gordo cogió una botella de vino medio llena y se la estampó en la cabeza al anciano. El hombre mayor cayó al suelo inerte y mojado de vino. El hijo del anciano, que estaba a su lado, le asestó un puñetazo al gordo en la mandíbula y este cayó sobre una mesa cercana. Los borrachos que estaban en la mesa se levantaron y empezaron a pegar al gordo, que tenía la nariz manchada de sangre. La Taberna de los Cinco Puentes siempre acababa de la misma manera: una lucha entre los hombres que no sabían controlarse bajo los efectos del alcohol.

    -Vaya panda de imbéciles... -dijo un hombre gordo lampiño a su acompañante, sentados en una esquina de la taberna.

    -A mi me parecen muy divertidos -respondió el otro, con una sonrisa de oreja a oreja.

    El segundo hombre era más delgado. Tenia el pelo negro y en él tenía atadas cuentas de colores y colmillos de animales. Por su espalda le caían tres pequeñas rastas sucias y llenas de bichos. El chico era muy joven (tendría unos 23 años), con la piel bronceada y con los ojos azules como el mar. El otro, el gordo lampiño, ocupaba cuatro veces el tamaño de su flaco acompañante y era calvo con una fina trenza rubia que le recorría el cráneo desnudo, desde su frente hasta la espalda. Tendría la misma edad que el delgado, puede que algo más mayor.

    -¿Cuánto piensas estar esperando? -preguntó el gordo.

    -Lydia no suele tardar. Vendrá -respondió el delgado, mirando a su alrededor en busca de Lydia.

    -Nunca te fíes de una puta -dijo el hombre obeso con cierto enfado.

    -Frall, Lydia es nuestra amiga.

    -Si, pero no deja de ser una puta, Rasth -contestó el gordo. Acto seguido, dio un trago a su cerveza.

    La pelea continuó durante mucho rato. Hubo golpes, puñetazos, caídas... La gente se subía a las mesas para poder dar patadas al personal con mayor facilidad. De pronto, entre la pelea, apareció una chica con el pelo largo y negro. Vestía un traje de cuero roído por las ratas y una capa azul oscura como la noche. Era Lydia. Aparentaba tener 30 años, pero solo tenía 22. Tenia la parte izquierda de su cara roja, como si alguien la hubiera pegado.

    -Está allí -dijo Rasth mientras se levantaba de su silla.

Frall se levantó seguido de su amigo y ambos se dirigieron a Lydia, esquivando puñetazos y sillas que volaban por el aire.

-Hola, Lydia -dijo Rasth, colocándose junto a la fulana.

    -Hola Rasth. Hola Frall -contesto Lydia mientras esquivaba una jarra llena de cerveza que pasaba volando junto a su cabeza.

    -¿Lo tienes? -preguntó Rasth.

    -Si. Pero aquí no os lo voy a enseñar.

    Dicho esto, Lydia le cogió la mano a Rasth y los tres salieron al exterior. Abandonaron rápidamente La Taberna de los Cinco Puentes y los chicos se pusieron los abrigos. Lydia se puso la capucha de su capa y los tres empezaron a andar por las oscuras calles de Camino de Plata. Los gruesos copos de nieve se pegaban a sus ropajes, y poco a poco las calles de la capital iban cubriéndose.

    -¿A dónde vamos? -preguntó Frall.

    -Ahora no, Gordo. Puede que nos estén vigilando -dijo Lydia mientras miraba alguna de las luminosas ventanas de Camino de Plata.

    -Te he dicho muchas veces que no me llames Gordo, Puta Callejera -contestó enfadado Frall.

    Lydia sonrió y se metió en un callejón. Rasth y Frall la siguieron algo asustados y continuaron andando durante largo rato. Había gatos andando por los ruinosos tejados de la zona pobre de la capital, vagabundos cogiendo puñados de nieve para metérselos a la boca y poder beber algo, y sobre todo cientos y cientos de miradas: miradas en las sombras, en las oscuras ventanas, en los tejados...

RECUERDOS DE ESCARCHA - PRIMERA PARTE DE LA HISTORIA DE KAILOMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora