- SYBIL 2 -

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   Ben permanecía tumbado en su cama. Sus párpados estaban cerrados, pero no estaba muerto. Sybil estaba a su lado, colocando un paño de agua fría en su frente. Ben tiritó, y miles de gotas de sudor cayeron por su sonrojada cara. Sus hijos, Ilun, Lily y Thomas, lo observaban con inquietud. No sabían si su padre volvería a vivir. El frío se apoderaba de su alma.

    Sybil retiró el paño mojado de la frente de Ben y miró a los hijos de aquel moribundo hombre. Estaba asustados, y los ojos de Lily estaban llenos de lágrimas.

    -Se pondrá bien. Os lo prometo -dijo Sybil, con voz entrecortada.

    Los niños se acercaron a su padre y cada uno le dio un beso en la mejilla. Después, los tres niños subieron las empinadas escaleras de la casa y se acostaron en sus pequeñas camas.

    Sybil se sentó en una silla cercana a la cama de Ben. Miró a su alrededor. ¿Qué le habría pasado? ¿Dónde estaba su mujer Sylith? ¿Habría ido con él al Bosque de los Susurros y no habría tenido la suerte que tuvo su marido? Si Ben moría... ¿quién iba a cuidar de los niños? Las preguntas se arremolinaban en su cabeza produciéndola escalofríos. Sybil retiró las mantas que cubrían el cuerpo de Ben y miró su sangrienta pierna, ahora cubierta con una venda mojada. Después miró el rostro del granjero: estaba pálido, con una barba de dos días y con pequeñas venas azules marcadas a lo largo de toda la cara. Nunca había visto nada parecido. Nunca había visto algo que la atormentara tanto como el demacrado rostro del pobre Ben.

    Sybil se levantó de la silla y volvió a tapar el cuerpo del granjero. Se acercó al pequeño fuego que había encendido y puso las manos en él. Calentó un poco de caldo de repollo y lo vertió en un pequeño cuenco de madera. Puso una cuchara de madera en el interior y volvió a sentarse junto a Ben. La luna y el fuego alumbraban la habitación tenuemente. Ben seguía dormido.

-Ben... Ben... -dijo Sybil, dando unos golpecitos al hombro del granjero- Ben, despierta.

El granjero abrió los ojos lentamente y miró a la joven mujer. Esbozó una leve sonrisa y dijo:

-Hola, Sybil...

-Hola Ben. Te he traído un poco de caldo de repollo para que entres en calor -dijo Sybil mientras ofrecía a Ben el cuenco de madera. Ben se apoyó en el costado de la cama y cogió el cuenco con ambas manos. Sintió como el calor le invadía el cuerpo. Tomó una cucharada de caldo y se la metió en la boca.

-Pensé que no volvería a ver a mis hijos, Sybil. Gracias a ti, ahora podré ver también a mi mujer...

-Saldré a buscarla en cuanto termines el caldo, Ben... -dijo, mientras ponía su suave mano en la fría cara del granjero.

Ben dio otro sorbo y se quedó con la mirada perdida. Pensando. Pensando en todo lo que había ocurrido. En todo lo que le había pasado. Aún absorto en sus pensamientos, le contó a Sybil lo que había ocurrido:

    -Volvía de Villaverde con un gran saco de patatas que acababa de comprar. Iba lo más rápido que podía, no quería que las patatas se congelaran en el camino. Entonces encontré en el Bosque de los Susurros a Groth...

-¿El vendedor de caballos? -preguntó Sybil con inquietud.

-Si. Siempre hemos sido muy buenos amigos. Pero este invierno está siendo muy cruel. El invierno cambió la mentalidad de Groth. Desenvainó su cuchillo y me lo clavó en la pierna. Después tiró de él, haciéndome un profundo corte, y dejándome tirado en el suelo. Cuando desperté, no tenía mis patatas y Ben se había ido. Entonces un fuerte viento se acercó por el norte. El bosque se cubrió de una gruesa capa de nieve y una densa niebla apareció entre los árboles. El frío entró en mi interior. Tenía miedo. Mucho miedo. Entonces fue cuando oí sus gritos. Unos gritos que expresaban horror y desgracia. Una risa que resonó en todo el Bosque...

RECUERDOS DE ESCARCHA - PRIMERA PARTE DE LA HISTORIA DE KAILOMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora