- RASTH 5 -

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    El desierto estaba silencioso. Había parado de llover, ningún alma se oía en ese inquietante ambiente. Tan solo el ligero viento cantaba débilmente al ritmo de las pisadas de Pufiar, Rasth y Frall, que se encontraban cada vez más cerca de la guarida de las estirges. Andaban con sigilo, mirando cada rincón del oscuro desierto por si alguna criatura indeseada los pillaba desprevenidos.

-¿Cuánto queda para llegar, Pufiar? -preguntó Frall.

-Unos pocos minutos más. A partir de ahora, no podéis dar un paso en falso... -el cazador tiró la antorcha que portaba en su mano al suelo y echó arena encima para apagar el fuego- La guarida de las estirges está bajo nuestros pies... Su entrada está más al Sur.

Pufiar siguió andando, esta vez más cauteloso, y Frall se acercó asustado a su amigo Rasth.

-Rasth... Si te ocurre algo ahí debajo, que sepas que nunca te abandonaré... ¿Lo sabes, no?

Rasth miró a su gran amigo y lo sonrío con ternura, diciendo:

-Yo tampoco a ti, Frall. Eres mi amigo. Tú y Lydia sois lo único que me queda ahora...

El obeso chico dio un abrazo a su delgado compañero, pronunciando unas sinceras palabras procedentes del más oscuro temor de su corazón:

-Tengo miedo, Rasth...

-Yo también, Frall. Pero piensa en lo que nos espera cuando hayamos rescatado a Lydia... -al oír esto último, Pufiar detuvo su andar y, sin girarse para verles la cara, escuchó atentamente- La Piedra del Cangrejo... Seremos ricos toda nuestra vida... Tendremos un hogar, y viviremos con Lydia. Disfrutaremos del sol cada mañana al levantarnos de nuestra acolchada cama. Veremos la nieve caer en los inviernos más crudos desde nuestro balcón de madera, tendremos comida todos los días... No volveremos a vivir en la calle nunca más...

    Frall sonrió levemente y dejó caer una lágrima. Rasth volvió a abrazarlo y le dio unos toques en la espalda.

    -Sigamos adelante...

    Caminaron unos minutos más hasta que llegaron a la entrada de la guarida de las estirges: un gran hoyo bajaba a las profundidades del desierto en picado, lleno de raíces muertas e insectos que lo circulaban. Tenía cinco metros de ancho y decenas de metros de profundidad.

    -¿Cómo coño vamos a bajar? -preguntó Rasth.

    -Rasth y yo bajaremos atados con una cuerda. Frall, quédate aquí agarrándola -ordenó Pufiar.

    Frall dio un paso al frente y dijo:

    -¿Por qué yo no puedo bajar?

    Pufiar dio la cuerda a Frall:

    -Eres demasiado obeso como para bajarte desde aquí... -Frall bajó la cabeza, entristecido- Pero eres el más fuerte. Nos vendrá bien que nos bajes. Rasth sabe manejar la espada y yo me conozco estos túneles como la palma de mi mano...

    -Muy bien... ¿Y cuándo bajáis?

    -Ahora. Rasth, coge una espada. Deja todo lo que lleves aquí. Frall, sujeta bien la cuerda. Cuando estemos abajo, recoge todo esto y vete más al Sur, en aquella dirección -Pufiar señaló al horizonte- Saldremos por el río subterráneo.

RECUERDOS DE ESCARCHA - PRIMERA PARTE DE LA HISTORIA DE KAILOMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora