Brillaré, desde mi cielo.

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" Recuerdo que antes de llegar aquí no hacía más que llorar y lamentarme por cosas sin sentido. Más que nada, recuerdo mi último atardecer: parada en el borde del puente, vestida con mi vestido blanco preferido, sentía cómo mi cabello dorado jugueteaba en el viento. Cerré los ojos, respiré hondo y me dejé caer; sentí cómo todo a mí alrededor se silenció de repente pero aún sentía la brisa en mi piel, así que abrí los ojos. Me encontraba sola, pero tranquila; en un prado lleno de flores amarillas y blanca.

Caminé a paso lento, maravillada y sin rumbo concreto, hasta que algo me llamó la atención; desde donde me encontraba pude distinguir el puente del que, minutos antes, había saltado. Cuando me acerqué, me paré en el mismo lugar que antes y observé: pude ver un jardín de ángeles lleno de gente vestida de negro alrededor de un cajón muy bonito, con flores amarillas y blancas sobre la tapa. Vi a mi familia, quienes lloraban cataratas, más que nadie mi padre. Quería ir hacia ellos, abrazarlos y decirles que me encontraba bien, que ya no sufría; pero no podía. Había decidido hacerlo para dejar todo atrás y poder tener paz, al fin.

- Van a estar bien, mientras los cuidés desde el cielo- me dijo una vocecita.

Cuando me di vuelta, vi un animalito cuadrúpedo peludo mirándome a unos pasos de distancia. Se trataba de Simba, mi gatito, quién había fallecido un tiempo antes que yo. ¡No lo podía creer! Lo abracé y besé cuantas veces él se dejó.

- No tenés idea de lo mucho que te extrañé- le decía, mientras daba vueltas con él aún en mis brazos. - ¿Cómo puede ser que te encuentre acá?

- Nuestro cielo es el mismo- maulló, esquivando uno que otro beso mío.- no esperaba verte acá tan pronto.

Lo dejé en el pasto, se echó y me miró con sus ojos miel, esperando alguna respuesta.

- Sentí que no tenía otra opción, Simba, nada me era suficiente para seguir allá.

- Siempre hay otras alternativas- me dijo mientras se sentaba a mi lado, de cara al río rojo que pasaba por debajo del puente.

- No vale la pena discutir sobre eso. Lo hecho, hecho está.

Simba suspiró.

- Al menos, ¿te despediste?

No respondí, sólo recogía unas cuantas flores del pasto.

- ¡¿Por qué no?!- maulló Simba, mientras movía su cola de un lado a otro.

- No sabía cómo hacerlo. Me habría quedado corta de palabras si tenía que explicar mis sentimientos.

El gato sólo me observaba con los ojos entrecerrados, moviendo su cola más violentamente.

- No fui la única que se fue sin despedirse, ¿eh?

- ¡Sí que me despedí!- pegó un salto hasta mi pierna, sentándose sobre sus patas traseras, y maulló- ¡En un sueño! ¿Pensaste que te estaba pidiendo comida, o qué?

Me quedé mirándolo, aguantándome la risa. Fue justo lo que pensé cuando lo soñé, no se me ocurrió otra cosa ya que a él sólo le gustaba comer y dormir en los zapatos de la gente.

- Deberías despedirte, sino no podrás descansar. ¡Te quedarías acá eternamente!

- ¿Este no es el cielo?

- Este valle funciona como puente de la Tierra al Cielo, o viceversa; estás a medio camino.

Veía cómo el río rojo fluía lentamente, mientras procesaba lo que Simba decía.

- Realmente no quiero ir.

- ¿Al cielo?

- Abajo, me refiero a volver a la Tierra. Sería como traer de vuelta todos los recuerdos que me propuse dejar atrás.

-  ¿Estás segura? ¿Aunque sea un ratito? Estaríamos de vuelta tan rápido que ni te darás cuenta de que nos fuimos.

Después de un rato de insistirme, terminé aceptando. Minutos más tarde, ya habíamos bajado a mi casa donde, en plena noche, todos dormían. Afuera, mis perros dormían plácidamente. Me acerqué y los acaricié a cada uno; luego seguí por mi abuela, mis hermanos y, finalmente, mi padre; y, antes de irnos, dejé un par de flores,las que había levantado antes; en cada habitación.

Una vez de vuelta al valle, cuando estaba por cruzar el puente, Simba se detuvo.

- ¿Qué fue lo que pasó, para que tomaras esa decisión?

Me quedé allí, inmóvil, sin saber qué decir realmente, notando cómo el cielo cambiaba de naranja a púrpura.

-  No era feliz, mi vida se llenaba cada vez más de decepciones; me sentía encarcelada y controlada, la gente diciéndome qué debía hacer y en quién convertirme, no podía soportarlo más. Siempre soñé con correr libremente en prados como éste y sentirme ligera.

-  Pero aún no era el momento de que partieras, siendo tan joven..

- A todos nos llega. A unos antes que a otros, pero todos llegamos al final de la historia.

Los ojos de Simba se mostraban tristes, quizás cansados por haber estado yendo y viniendo todo el día sin parar, así que lo alcé y lo llevé en mis brazos mientras cruzábamos el puente.

-  Mientras una historia termina, otra nueva comienza. – susurraba el animal, medio adormecido.- Si lo deseás, podrías renacer.

El cruce era más largo de lo que me había imaginado, por ende caminé bastante tiempo. Cuando Simba despertó, el cielo volvía a ser naranja.

-  ¿Se puede renacer, Simba?

-  Claro que sí- dijo el felino, en medio de un bostezo- Más adelante hay otro río en el que uno olvida todo sobre su última vida luego de bañarse allí, y vuelve a la Tierra como un nuevo ser.

 - No creo que esté lista para eso ahora.

-  Lo supuse - se estiró y se lanzó al suelo; ahora caminaba a mi lado- Podés ir en cuanto creas oportuno. Mientras tanto, ¡disfrutá del cielo! Ya falta poco para llegar, apuremos el paso si lo querés conocer.

Finalmente llegamos. Ya no había tantas flores, como en el paso, pero había cualquier cantidad de animales y personas, riendo y jugando; además, una sensación de paz dominaba mi ser a medida que me adentraba al "cielo". Simba corría a jugar con otros gatos y niños, se lo veía tan feliz y sano que no pude evitar emocionarme.

Ha pasado algún tiempo desde ésa charla con Simba. He conocido dicho río y vi cómo muchos se sumergen y no vuelven a la superficie.

Por ahora he decidido quedarme y disfrutar de la paz. De vez en cuando vuelvo al puente y observo a mi familia seguir con sus vidas. Sé que dije lo de "dejar todo atrás" pero, aún así, me preocupo por ellos; no es que haya cambiado realmente de opinión.

A veces me acuesto en el pasto y miro el sol; ya no me quema ni me hace daño, pero aún recuerdo su calidez. En esos momentos me gusta pensar que soy el sol, acompañándolos e iluminándoles el camino a aquellos que dejé atrás. Que ellos saben que soy yo, que brillo desde mi cielo por ellos. "

Recuerdo que el día que me llegó esta carta fue uno de esos días en que me dieron mucho dinero. Si bien estaba medio dormida cuando la dejaron en la caja,recuerdo claramente la figura de una niña encapuchada  caminando con un gatito de color marrón a su lado, alejándose hasta desaparecer en las que parecían ser las primeras luces del día.

La Coleccionista de Historias©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora