A melodía de la cajita musical sonaba mientras él observaba cómo el espejo de su cuarto le devolvía un reflejo triste de sí mismo. Yo simplemente estaba parado en la puerta de la habitación, no me atrevía a interrumpir sus pensamientos, aunque podía leerlos. Pensaba en ella, apuesto mi alma por ello; habían estado casados por casi cuatro años, un matrimonio joven y feliz. Mi señora, Helena, había fallecido el año anterior, luego de haber estado luchando contra una enfermedad atroz. La tarde en que ella se fue, Mi Señor regresó con los ojos hinchados, la ropa arrugada y con sus cabellos rubios despeinados. Ese día fue el comienzo del ritual del espejo: todos los días, desde entonces, se paraba frente al espejo y se pasaba horas mirándose, a veces sin salir en todo el día ni siquiera para comer o simplemente no se levantaba de la cama en las mañanas. No había forma de levantarle el ánimo.
La hermana de mi amo, Amanda, venía a visitarlo de vez en cuando, aunque me atrevo a decir que no se parecían en nada. Él era tan modesto y amable, aún teniendo semejante fortuna, y ella era tan egoísta y arrogante que me hacía dudar si realmente estaban ligados por sangre.
Como mayordomo puedo entrar y salir de las habitaciones cuantas veces se me sea ordenado y/o permitido, pero yo mismo me permitía husmear detrás de la puerta cuando se trataba de una reunión importante, fuesen o no de negocios. Nunca se me ha pillado, soy tan silencioso que ni yo mismo oigo mis pasos. En una ocasión, escuché a mi patrón discutir con su hermana.
-¡No puedo!-decía él, enojado- ¿es que nunca amaste tanto a alguien que no podés respirar sin ella?
-¡Ay, Luk, no digás estupideces! Ya no sos un adolescente, compórtate como un hombre.- se la oía muy fastidiada- Tenés toda una vida por delante, y muchas mujeres por conocer, además....
-¡No quiero otra mujer!- gritaba mi amo¾ ¡Quiero a MÍ Helena!- y luego se escuchaban sollozos y balbuceos de mi amo. Amanda, en esas situaciones, sólo se retiraba de la habitación (sin verme, por supuesto) dejando solo a mi señor. Casi todas sus conversaciones eran así, y cada vez mi señor Luk le respondía menos a su hermana.
En una de esas noches en donde el ritual del espejo se llevaba a cabo, le llevé la cena y en lugar de irme opté por quedarme un rato junto a él. Así, me animé a preguntar:
- Mi señor, me atreveré a preguntar ¿por qué pasa tanto tiempo frente al espejo?
El amo Luk no desvió su mirada de su reflejo, pero luego de un largo silencio recibí una respuesta que me dejó perplejo.
-La veo ahí, Oscar.- exclamó, serio- Mi Helena me mira desde el otro lado, ¿no la ves?
Me acerqué y me senté a su lado en la cama frente al espejo. Conocía a Luk desde que su madre lo había llevado a la mansión días, después de nacer, envuelto en una manta azul. Toda mi familia sirvió a la suya por generaciones; aún ahora, viviendo en una época donde los mayordomos son muy inusuales, me dejó quedarme, ya que, según él; me consideraba como alguien de su familia, y no dejaría que cayera muerto en la calle. Mi amo era un joven bondadoso y sensible; por eso, conociéndolo tanto, temía que al haber sufrido tal pérdida tan grande estuviese perdiendo la cordura.
-¿No la ves, Oscar?- repitió- Está sonriéndonos.
-¿Hace cuánto que la ve, amo?
-Desde una semana después de que...-suspiró- Al principio pensé que había perdido la cabeza, pero al verla siempre me hace pensar que quizá no sea así. ¿Vos qué creés?
Para ser sincero, pensaba que alucinaba. El amor de esos jovencitos había sido tan fuerte que quizá lo era tanto como para enloquecer. Pero, ¿qué podía decirle?
-No consigo verla, amo-me limité a decir- pero si Ud. dice que está ahí, yo le creo.-Luk suspiró y esbozó lo que parecía ser una sonrisa tímida.
ESTÁS LEYENDO
La Coleccionista de Historias©
Fantasy"Soy de viajar mucho. He ido a lugares que nadie conoció jamás; vi cosas inigualables, que si te las contara no me creerías, es más, te parecerían absurdas; pero son ciertas. Me gano la vida recolectando historias. Recorro las calles con una...