Dulce Venganza

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Estaban solos en la habitación del hospital. Máximo, acostado sobre su camilla, tenía la mirada perdida en la ventana que daba al jardín; la enfermera acomodaba algunos medicamentos para que luego él las tomase.

- ¿Has escuchado la historia del joven que se enamoró de una bruja?- dijo él sin moverse. La enfermera sólo lo miró, y al ver que no le contestaba, Máximo prosiguió- Hace mucho tiempo un muchacho y una mujer, mayor que él, se enamoraron perdidamente uno del otro. Pasado un tiempo, el joven le entregó un anillo de madera, con una piedra verde esmeralda en el medio, y ésa mañana quedaron en dar el "sí" la noche siguiente. –se detuvo y tosió torpemente.

- ¿Se casaron?- preguntó curiosa la enfermera, mientras le llevaba un vaso con agua al enfermo. Después de tomar agua, se acomodó bien dentro de las sábanas y continuó con el relato.

- Ella nunca le había confesado quién era en realidad. Ése mismo día, al atardecer, la mujer lo fue a buscar y le dijo su secreto; ella era una bruja, como la de los cuentos pero ésta era una real, y en el pueblo en el que vivían las mujeres de su tipo eran consideradas seres horribles; él al oír esto se espantó, y no volvió a buscarla nunca más. No se casaron la noche siguiente, ni la siguiente a ésa. Un día, la mujer recibió una carta de parte del muchacho. Él se había ido del pueblo y se estaba por casar con una joven de su edad. La noticia rompió su corazón.- Hubo un silencio. Ambos se quedaron pensativos por un instante.

- ¿Qué pasó con la mujer?

- Muchos dicen que murió de tristeza, otros dicen que simplemente desapareció. También dicen que fue al casamiento, que sólo él la reconoció pero no dijo nada.

En ése momento entró el doctor, con malas noticias, pero antes le hizo unas cuantas preguntas a su paciente.

- ¿No hay ningún antecedente en tu familia de alguna enfermedad extraña como ésta?

- Ya le dije muchas veces, Doctor, que sólo mi esposa murió de una enfermedad que no pudieron identificar, pero estoy seguro que no se trataba de ésta.

El médico sólo lo miró" ¿Cómo es posible que teniendo cuarenta años parezca un anciano de ochenta?", pensó. Le hizo señas a la enfermera para que lo siguiera y se fue de la habitación suspirando "Si sigue así, no le quedará mucho tiempo."

Se quedó solo en la habitación pensando en qué le habrá pasado a la mujer de la historia. De repente, vio a una joven (de veinte años aproximadamente), vestida con un vestido viejo grisáceo; parada al lado de su cama, mirándolo con ternura, pero con algo de rencor. No supo quién era hasta que le miró una de las manos; tenía un anillo de madera en el dedo anular, y si su vista no le mentía, había una piedrita verde esmeralda en el medio del anillo.

- Tanto tiempo sin vernos, Max. ¿Cómo has estado? – exclamó la mujer, quitándose el cabello largo y negro de la cara. El color de sus ojos combinaba con el de la piedrita del anillo.

- Pandora... Rejuveneciste –lloró Max- perdonáme, por favor. No tenías que castigar a mi esposa con la muerte, ¿por qué no viniste por mi directamente?- Ambos se miraron por un segundo en silencio.

- Entonces sabías que fui yo quien la mató...

- Soy consciente de que todas mis desgracias fueron obra tuya – él lloraba mientras ella dibujaba una sonrisa en su rostro.

- Seguís siendo igual de inteligente que en ese entonces- rió Pandora-sí, todo fue y es obra mía. ¿Querés saber cómo hice todo?- se acercó a la cara del enfermo y confesó- En el anillo de bodas de ambos puse distintos venenos que a lo largo del tiempo causarían distintas "enfermedades" sin cura. La más rápida para ella, fui bondadosa en ése detallito, para no hacerte sufrir tanto – la bruja sonrió- y para vos, quien no me aceptó por quién soy y me abandonó - cada vez se acercaba más y más a Máximo- un poco más de tortura, una enfermedad más larga.

- Pero... ¿qué ganabas con hacernos sufrir? ¿venganza? ¿sólo eso?- gritó Máximo- Hiciste tanto para ganar algo tan insignificante...- Debido a los gritos del enfermo, los médicos y enfermeras corrían hacia la habitación para ver que sucedía.

Pandora sonrió otra vez.

- Gané venganza, sí- admitió- pero también algo más...- Acercó su boca hasta el oído del enfermo y suspiró- el anillo que me regalaste... absorbió la juventud de ambos, y yo me tragué toda su vida y felicidad.- Se apartó un poco para ver la expresión de espanto de Máximo. Los médicos estaban por entrar a la habitación cuando Máximo dio su último suspiro, y mientras las enfermeras intentaban reanimarlo, él vio como la bruja se desvanecía lentamente, diciéndole adiós con la mano y con una sonrisa de satisfacción.

La Coleccionista de Historias©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora