El Mago y los Dragones de Papel

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"Caminaba sin rumbo, muerto de sed y cansancio, por el interminable Desierto Rosado cuando encontró lo que parecía una cápsula azul, un tanto enterrada en la arena brillosa. Pasó su mano sobre ella desprendiendo de la misma pequeñas lucecitas, logrando que la cápsula se abriera. Adentro vio un pergamino que, como reacción ante la pequeña y poca magia que le quedaba, se iba desenrollando de a poco, destacando su gran longitud. Su color pasaba de amarillento a rojo oscuro mientras daba volteretas por el aire, y cuando volvió a la arena el pergamino había tomado forma de dragón, uno dentro de todo pequeño, que lo miraba con sus brillantes ojos dorados.

Podía oírle hablar aunque la mandíbula del dragón no se moviese.

- Gracias- decía- si a mis amigos libera, lo llevaremos a la sociedad más cercana.- Pero apenas pudo oírle, ya que cayó inconsciente en el manto rosado.

Al despertar se dio con que había anochecido. Un hermoso cielo púrpura lo rodeaba haciendo resaltar la curiosa naturaleza del desierto. Una vez bien despierto notó que volaba montado en el pequeño dragón que había visto hacía unas horas a una velocidad agradable- no iba lo suficientemente lento como para aburrirse ni tan rápido para morir del frío-pudiendo disfrutar de una tenue brisa fresca.

- Veo que ha despertado ya, Mago- exclamó el dragón- durmió prácticamente todo el viaje.

No sabía qué decirle, aún no entendía cómo podía escucharle; pero lo que más le interesaba en ése momento era su destino.

- Vamos a la Gran Torre, donde hay más de los míos encerrados- respondió. Parecía que podía leer sus pensamientos, -no hacen falta entonces las palabras-, pensó el Mago- ¿cuál será su nombre?

- Puede llamarme como quiera, Gran Mago.

- Sakkim, entonces.

Luego de una breve pausa, Sakkim prosiguió:

- Antes de llegar, hay algunos más encarcelados en todo el camino, como lo estaba yo, ¿podría liberarlos por mí, Gran Mago?

El Mago se sentía con fuerzas otra vez, después de tanto divagar pasando hambre por ese mar de polvo rosado, así que accedió- de todas maneras, otras alternativas no tenía, además de no tener a dónde ir.-

Durante el cumplimiento de la tarea, antes de llegar a la Gran Torre, Sakkim fue relatando su historia y la de los suyos al Gran Mago.

- Como ya habrá notado- comenzó- sólo soy un pedazo de papel mágico, todos los Dragones Rojos del desierto lo somos. Formábamos parte de una comunidad enorme de magia junto a nuestros creadores humanos, los Magos Dorados; pero todo cambió cuando unos magos oscuros invadieron estas tierras, proclamándolas como suyas. La batalla mágica tomó lugar frente a la Gran Torre, donde muchos de los míos fueron destrozados, y el resto tuvimos que ocultarnos de la magia negra que, aún después de cientos y cientos de años, aún prevalecen sus fantasmas en nuestras tierras. Quienes están atrapados allí fueron quienes se propusieron a proteger a nuestros creadores y sus tesoros, pero al no poder salir de allí por la oscuridad no tuvieron opción más que disfrazarse de pergaminos viejos, como el resto, y esperar.

De a poco, más dragones de papel se unían a su viaje, volando y revoloteando en el aire con tal felicidad que el Mago no podía evitar sentir empatía por ellos; y cuando menos lo pensaron, tenían en frente a la Gran Torre, que estaba rodeada en toda su longitud por una niebla negra.

El Mago, luego de poner los pies en la arena, se paró frente a la torre. Toda su estructura era de ladrillos rojizos y con grandes ventanales, dejando a la vista la gran cantidad de pergaminos acumulados que esperaban ser despertados. Desde donde estaba se sentó, cerró los ojos y levantó ambas manos en dirección al edificio. Un gran poder irradiaba desde su ser penetrando en las entrañas de la oscuridad, haciéndola rugir y retorcerse, pero no iba a ser tan fácil. En un momento parecía que la oscuridad misma intentaba tragárselo y hubiese estado a punto de lograrlo de no ser por la ayuda de los millones de dragones que aportaban más luz a su hechizo, logrando finalmente destruir a la oscuridad con una explosión de luz incandescente y liberar a los dragones faltantes. Después de tantos siglos estaban reunidos otra vez, cantando con su voz melodiosa y volando por los aires.

Luego de venerar a su salvador, Sakkim exclamó:

- Desde antes de la Gran Batalla Mágica tomara lugar, los Magos Dorados nos advirtieron la llegada de un huésped que traería orden y armonía entre la luz y oscuridad. Nuestro salvador ha demostrado ser quien estuvimos esperando durante siglos, pero ahora queda a su decisión su y nuestro destino.- ahora, dirigiéndose al Mago, mirándolo con sus ojos sabios y lisos, dijo- Puede quedarse en el Desierto Rosado siendo el Gran Mago de los Dragones Rojos y proteger estas tierras, o podemos dejarlo en la sociedad más cercana, como le había prometido al comienzo, para que siga su rumbo.

Los Dragones Rojos podían leer su inseguridad. Ser el Gran Mago de los dragones de papel parecía ser una gran responsabilidad y aún no creía estar listo, pero tampoco tenía a dónde ir ni a dónde volver. Sus futuros súbditos lo miraban expectantes mientras éste se incorporaba respirando hondo. Había tomado su decisión, y en lugar de simplemente pensarlo, aún sabiendo lo que todos, prefirió decirlo fuerte y claro.

Así, el Gran Mago exclamó:..."

- A dormir, hijo- gritó su madre desde la otra punta de la casa- ya es tarde, mañana hay escuela.

El niño aún tenía a los dragoncitos de papel en sus manitos cuando su madre interrumpió su aventura. –Justo en la mejor parte, como siempre- pensó. Pero no tenía más opción que obedecer  rápidamente a su madre lavándose los dientes y finalmente metiéndose en la cama. Antes de apagar la luz observó a los veinte dragoncitos de origami desparramados en la alfombra rosada, cerca de donde la Gran Torre – un tubo de cartón de servilletas- aún permanecía firme, expectantes ante la respuesta del Gran Mago; sabía muy bien que no podía dejar las cosas así. Se acercó silenciosamente hasta donde ellos estaban, y en voz fuerte y clara repitió:

"Así, el Gran Mago exclamó:

- Será un honor para mí cumplir con el título que se me ha ofrecido. ¡Prometo protegerlos hasta que mi luz se extinga!

Los Dragones Rojos celebraron volando y revoloteando, cantando y danzando la llegada de su nuevo líder y protector mientras a su alrededor unas pequeñas luces – tan pequeñas como luciérnagas- acompañaban su alegría. Finalmente, todos hicieron una profunda reverencia a su Gran Mago, quien mantuvo su promesa de mantener el equilibrio entre luz y oscuridad hasta que otro tomase su lugar luego de su muerte, muchos de muchísimos años después."

- ¡Dejá los juguetes y andá a dormir!- exclamó la madre.

El niño volvió a su cama de inmediato, apagó la luz y cerró los ojos, aún con el corazón latiéndole a mil. Cuando finalmente se entregó al sueño, soñó- como casi todas las noches- con el Desierto Rosado, y que montaba en Sakkim, su primer amigo, dirigiéndose siempre a nuevas aventuras, peleando y defendiendo a los seguidores de la luz de las acechanzas de la oscuridad. Pero ésas son otras historias, y serán contadas en otra ocasión.

La Coleccionista de Historias©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora