Cap.26 "Adiós"

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Como había sido mi última noche con Fran, dormí abrazada a él, en su habitación.

Cuando desperté eché en falta sus cálidos brazos, y miré a mi alrededor para ver si lo encontraba.
Me levanté y miré donde podía estar, el reloj marcaba las 9:30.

Bajé las escaleras, quizá estaba en otra habitación...

Me atreví y entré a una especie de salón donde seguramente pasaba las horas mientras nosotras estábamos encerradas, pero tampoco había nadie.

Y entonces lo vi claro, sólo podía estar en mi "celda" o en la de Adela, lo cierto es que odiaba volver a esas habitaciones, pero necesitaba encontrarle.

Entré en la mía y tampoco le vi, pero la habitación estaba completamente recogida, se hacia pasar por una habitación normal, como si no hubiera habido nadie secuestrado.

Sólo me quedaba la de Adela, así que abrí la puerta y entonces encontré por fin a Fran, estaba ordenando toda la habitación y procurando que no quedara ninguna sospecha de secuestro.

Cuando me vio entrar, se quedó mirándome fijamente y después siguió a lo suyo.

-¿Ni siquiera me vas a saludar?

-Hola.

Quizá él no lo notaba, pero estaba tan distante de nuevo...como si yo le hubiese hecho algo.

-Oh, vamos, ¿en serio? Creía que lo habíamos hablado ayer

-...No hablamos nada ayer.

-¿No? Está bien. Entonces llévame a mi casa. Ya.

-¿Perdón? No tienes derecho a ordenarme nada, sigo recordándote que yo soy quien manda, y yo soy quien ha decidido que te vayas.Puedo arrepentirme.

-¡Es que nadie te obligó a dejarme ir!

-¡Déjame en paz!

-Vale. En cuanto me vaya de aquí, te dejaré en paz, para siempre.

Y me fui de allí.

Era tanta mi rabia, mi resentimiento, que salí yo sola por la puerta, menos mal que al menos tenía la oportunidad de irme, ya no estaba secuestrada.

Mientras caminaba, me puse a llorar, sólo quería que al menos el último día me tratase mejor, que me saludara con uno de sus abrazos...que me dijera lo mucho que me iba a echar de menos.
Pobre infeliz de mí, que pensaba que con unas pocas palabras de amor, su carácter iba a cambiar, que sería diferente.

Nunca iba a poder olvidarlo...pero ya no sabia si para bien o para mal.

No tenía ni idea de cómo ir hacia mi casa, no conocía el sitio donde estaba, simplemente caminaba en línea recta, suponiendo que en algún momento encontraría a alguien que me llevara a mi casa, o llegaría a un pueblo.

Y así, con mi esperanza intacta, y mis lágrimas saladas, seguí caminando.

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