Cap. 38 "Miradas que matan'

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A la mañana siguiente.

NARRA FRAN:

Me dirigí temblando hacia la puerta del establecimiento, no sabía qué diría, ni cómo actuaria al tenerlo frente a mí.

Mis pasos se fueron acortando conforme me iba acercando, hasta que al final me paré, esperaría en ése lugar.

Habían pasado dos años.

Dos años sin saber nada de él.

Le había prometido algo que después no llegué a cumplir a tiempo.

Y no sabía cómo iba a reaccionar...

Después de media hora, como estaba previsto, las puertas de la cárcel abrieron.

Un hombre con prominente barba canosa, muchos tatuajes, y una bolsa en la mano, salió.

Me quedé mirándolo fijamente.
Realmente en ese momento deseaba que no me viera, tenía miedo.

Pero al contrario de como deseaba, lo primero que hizo fue levantar su cabeza hacia mí.

Empezaron a temblarme las piernas, las manos, y tenía el corazón en un puño.

No quería que me hiciese nada...

Tan sólo unos segundos después, él estaba corriendo hacia mí.

Pero ahí también estaba equivocado en, porque no fue agresivo conmigo ni me ignoró, como yo creía que haría, en vez de eso, me dio un cálido abrazo.

-Hijo...

-Pa...papá.

Mi padre lloraba mientras seguían abrazándome.

Cuando dejó de llorar, y nos calmamos un poco los dos, decidí que alquilariamos un hotel para que durmiese con él allí esta noche.

Quería que me contase tantas cosas...

Estábamos dirigiéndonos al coche, cuando de repente, vi algo que no me cuadró.

Una chica alta, con el pelo envuelto en una coleta alta, un vestido azul y una sonrisa preciosa, me miraba desde la distancia.

Ya había visto a esa chica antes.

Me acerqué a ella, quería verla desde menos distancia, a ver si la reconocía del todo.

La dulce chica vio que me acercaba, y se tensó, y yo me asusté.

¿Qué le pasaba?

Sólo me había acercado un poco a ella, no le había hecho nada malo.

Mi padre permanecía a unos cuantos metros detrás de mí, pero se acercó y me susurró al oído.

-Vámonos, hijo.

-Espera, ¿sabes quien es esa chica? lleva un rato mirándome, y me suena muchísimo su cara.

-...

-¿Qué pasa...?

-Es Alma.

Y el mundo se me cayó a pedazos.

Y ya no pude sostener la mirada en otro punto que no fuese ella.

Ahora quien se tensó, fui yo.
Y sin querer, empecé a llorar.

Ella seguía mirándome, sin decir nada, sin disimular, y empezó a llorar también.

De golpe, aparecieron dos personas a su lado, y empezaron a abrazarla.

¿Sus padres? Mierda.

-Pa...papá, vámonos, vámonos de aquí.

-¿Qué pasa? No tenemos por qué huir, yo ya he cumplido con mi condena.

-Es que...supongo que Alma me habrá delatado en algun momento durante estos dos años, y si me reconoce, todo acabará muy mal.

El rostro de mi padre se ensombreció y me cogió de la mano arrastrándome de inmediato.

-No dejaré que pases por el infierno que he pasado yo.

Pero entonces, los padres de Alma, llamaron nuestra atención.

-¡M!

Mi padre se giró, y yo me quedé paralizado.

Mierda.
Mierda.
Mierda.

Me habían descubierto.

-M, queríamos hablar contigo un momento.

-Hm..¿Quienes son ustedes?

-Somos los padres de Alma.

Alma estaba detrás, apartada, y yo notaba en su cara lo asustada que estaba.

-Yo...yo...no sé que decir. Les juro, que no puede haber cosa de la que me arrepienta más que se haberle hecho a su hija tal barbaridad.

-Bueno, realmente nos da igual que lo sientas, para nosotros, siempre vas a ser un monstruo, y dos años son poco para lo que te mereces tú, pero no hemos venido por nada de eso.

Mi padre tuvo que tragarse esas palabras y escuchar lo que ellos tenían que decir.

-Hemos venido porque Alma estaba preocupada, por si volvias a atacarla.

-No no no. Le aseguro que nunca jamás se me ocurriría hacer algo así de nuevo.

-Me da igual lo que me asegures, pero por tu bien, no se te ocurra tocar a mi hija de nuevo, porque como lo vuelvas a hacer, no me importará acabar en el mísero sitio donde tú has estado durante dos años, te mataré.- dijo la madre de Alma.

-No lo dude, sé que he hecho las cosas mal, que soy un miserable, y seguramente merezco morir, pero intento empezar de 0...

-Haberlo pensado antes de destrozar la vida de mi única hija.

-De verdad que lo siento mucho...

La mujer se giró hacia Alma, quien no había dejado de mirarme.

-Ya puedes estar tranquila cariño, éste hombre no te volverá a hacer nada.

Alma le sonrió con esa sonrisa angelical que seguía cautivándome por completo.

Después, la madre de Alma me miró, y miró a su hija de nuevo.

-¿Le conoces?

-No, no.

-¿Y por qué le miras tanto? No será que...Espero que no haya sido capaz.

¿Capaz de qué? Me estaba empezando a asustar.

-Alma...¿es éste el hijo de M?






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