8. Stolas es mi héroe...y Aitor también

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-¡Por favor! No me hagas daño...

-¡Deja de llorar maldita sea! Ahórrate las súplicas porque nadie puede escucharte.- El chico vaca la zarandea bruscamente del hombro. Luna no dejaba de pedir auxilio con el miedo recorriéndole las venas. Él, cansado de sus lloros, le tiró del pelo y se la acercó a la cara.- ¡Como no te calles te mato aquí y ahora! Que prefieres, pasar unos minutos conmigo y vivir o ver como tu vida se termina lenta y dolorosamente...

El chico vaca pasa su pulgar por los labios de Luna manteniendo su cabello en un puño.

Una botella de cristal rompió en la cabeza del chico, liberando a Luna de sus manos. Los trozos de la botella le provocaron varios cortes en la cara y la sangre fluía manchándolo todo. El chico vaca se tocó la cabeza para que el mareo cesase.

-¡¿Quién ha sido?!¡¿Quién ha sido el hijo de puta que me ha tirado la botella?!-Ruge muy enfadado. La gente lo miraba pero sus caras se pusieron de un color pálido al ver como Stolas se acercaba a él a grandes zancadas. Al chico vaca se le puso la carne de gallina e intentó escapar pero Stolas fue rápido y lo alzó en el aire sujetándole la cabeza. Al minuto su cara estaba chocando contra el suelo.

La gente gritó de pánico y horror.

-Que alguien lo ayude, ¡lo va a matar!-Dijo una chica.

Stolas levantó la cabeza cubierta de sangre del chico vaca. Aquellos enormes ojos lo fulminaban con frialdad. Su voz, gruesa y robotizada, resonó en sus tímpanos.

-Como la vuelvas a tocar, juro que te buscaré y cuando te haya encontrado partiré tu columna despacito, vértebra a vértebra mientras disfruto como te retuerces de dolor. Espero que te haya quedado claro.

El chico vaca asiente como puede y Stolas lo suelta. El motorista se levantó dándose cuenta de que ella ya no estaba. Rápidamente, corrió y se subió a la moto.

-Eh tú cabeza búho, me debes una carrera.-Dijo Ottar enfadado.

-Tengo cosas más importantes que hacer.-Dicho esto, puso en marcha el acelerador y se fue.

(...)

El terror aún habitaba en su interior. Su corazón palpitaba de forma acelerada y sus piernas habían huido de allí por si solas. Ahora, caminaba por una carretera iluminada por farolas, totalmente rodeada de un frondoso bosque con árboles de copas altas. Su casa estaba a dos horas en coche, no quería pensar cuanto tardaría a pie. Estaba muerta de frío, la chaqueta de seda apenas la protegía. Juntó sus manos y sopló aire caliente entre ellas. El hambre no se hizo esperar, sus tripas rugieron reclamando comida.

Pasada la media hora, sus piernas no podían más. Intentó llamar a sus padres pero no tenía cobertura. Miró la hora en el móvil, faltaba poco para que diesen las 4 de la mañana. Las farolas habían dejado de iluminarla y solo podía ver gracias a la luz del teléfono pero no aguantaría mucho, la batería se estaba agotando, quedarse a oscuras era su primer temor pero debía mantener la calma y no dejarse llevar por el miedo.

El móvil comenzó a fallarle poco después.

-No...no... ¡No! No me abandones bonito, te lo suplico.- El móvil se apagó y Luna quedó totalmente a ciegas. Soltó unas cuantas maldiciones y siguió caminando. A cada paso que daba, la angustia volvía a ella. ¿Qué iba a hacer? Estaba sola, no podía llamar, todo estaba oscuro, su casa quedaba muy lejos de aquí y ningún coche había pasado desde que se fue del descampado.

A lo lejos se escuchó un motor rugir con potencia. Era el motor de un coche. Por fin...pero las alarmas de Luna se activaron, ¿podría ser el coche del chico vaca? Empezó a correr.

Unidos por sorpresaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora