17. En buena compañía

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Luna colocó en su lugar el último libro que quedaba por ordenar, su madre le había pedido que ordenara los libros devueltos en las estanterías. Respiró profundamente el olor de la biblioteca, era una mezcla entre madera y el perfume de los libros. Contempló el bonito mosaico del techo durante unos segundos hasta que se dispuso a continuar con sus tareas. Fue hasta la zona infantil, un lugar apartado cubierto por una cristalera que insonoriza el jaleo de los niños. Dentro había mesas, sillas y pequeñas estanterías adaptadas a su altura, los cojines estaban esparcidos por el suelo, igual que los lápices de colores, los cuentos y algún folio dibujado. Los niños, justo en el momento en el que llegó el cuenta cuentos, se fueron corriendo junto a él hacia un amplio salón situado al otro lado de la biblioteca.

Luna suspiró y empezó a ordenar un poco todo aquel desastre. Detrás de ella escuchó el sonido de unas piezas de madera, se giró y vio la pequeña espalda de un bebé, y a medida que se acercó pudo deducir que se trataba de una niña puesto que vestía un vestido rosa pastel, un chal del mismo color, medias blancas y unos zapatitos. Se paró detrás de ella y la reconoció, esos pelos rojos no pasan desapercibidos.

-Amelia-La llamó.

La niña se sobresaltó y tiró una de las figuras de madera en el proceso, se giró hacia la voz que la había llamado, con sus pequeñas y regordetas mejillas mojadas por las lágrimas. Luna se agachó inmediatamente, sacó de su bolsillo un pañuelo y le limpió las mejillas y el reguero de mocos que salía de su nariz. La cogió en brazos y con una mano acarició su espalda mientras le susurraba tranquilamente:

-Shhh...No llores cariño, ya estoy aquí. Tranquila Amelia, ya no estás sola.

Como por arte de magia la niña dejó de lloriquear. Giró la cabeza y sus enormes ojos grises la estudiaron bien abiertos, su pequeña mano se movió hacia la cara de Luna y la palmeó mientras la otra se mantenía bien agarrada a su camiseta. Ella le cogió la mano y le hizo unas pedorretas que, como era de esperar, causó la risa de la infante. Volvió a repetirlo y su risa se volvió más alta.

Las bombillas que iluminaban la sala empezaron a cambiar de intensidad hasta que explotaron, dejándolo todo medio oscuro y cubriendo el suelo de cristales cortantes. Luna la protegió con su cuerpo y cuando dejó de cubrirla, la risa de Amelia ya se había relajado. Con la boca abierta miró el techo, ¿qué había pasado?

-La madre que la parió...-Exclamó una voz grave detrás de ella. Se giró y vio a Aitor con una mano en la frente mirando estupefacto el techo y los cristales del suelo. Dejó caer el brazo después de peinarse el pelo hacia atrás muy nervioso.- Otra vez igual.

-¿Qué?

Aitor reparó el ella y fue corriendo a agarrarla de los brazos.

-¿Estáis bien?

Luna parpadeó ante su cara de preocupación.- Sí...Solo fue un fallo eléctrico.

Aitor bufó con una sonrisa.-¿Fallo eléctrico? ¡Si ha sido ella!- Sus ojos grises cayeron en los mismos de Amelia con cierto enfado, ella escondió el rostro en el cuello de Luna, avergonzada, mirando de vez en cuando a su hermano por el rabillo del ojo.

Aitor suspiró masajeando el entrecejo, rebuscó en los bolsillos de su cazadora y sacó la cartera.

-Pagaré el daño de las luces, ¿cuanto es?-Luna lo paró con la mano al ver que sacaba varios billetes.

-No tienes que pagar nada.

- Soy el responsable de este bicho y debo hacerlo.

-No ha sido su culpa.

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⏰ Última actualización: Dec 09, 2017 ⏰

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