El enemigo puede ser cualquiera

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Para las mujeres, a diferencia de los hombres, el sexo por el sexo en sí, no existe.

Si un hombre anda medio caliente, se va de putas, tiene sexo, paga, y salvo rarísimas excepciones, se va y se olvida. Esa relación significó para él menos que parar en un kiosco y tomarse una gaseosa. Es más, en el 90% de los casos una vez concluido el acto, desearían no haberlo realizado y volver a tener en el bolsillo el importe abonado.

Un hombre ve a una mujer con buen cuerpo y eso es suficiente para que quiera tener sexo con ella.

Según las mujeres, esto a ellas no les pasa. Un hombre no las calienta por su aspecto físico. Siempre tiene que haber algo más. Tiene que caerles bien por algún otro motivo. Tal vez que sea simpático, compañero, que las haya entendido en algún problema que tenían y las haya aconsejado paternalmente; que sea dulce, tierno, romántico. Tal vez les cuentan alguna historia que han tenido con otra mujer y eso les provoca cierta admiración. Esto es lo que hace que tu novia nunca venga de un día para el otro a decirte que está enamorada de otro. Porque tal vez no lo está aún.

Vos pudiste haber tenido una historia. Te gustó otra mina, te la clavaste, le diste salida y allí terminó la cosa. Luego la fuiste a buscar a tu novia, le dijiste: "Hola mi amor", le diste un beso y aquí no ha pasado nada.

Ellas no. Ellas tienen otros mecanismos de enamoramiento.

Tal vez exista un compañero de trabajo o de colegio o de facultad de nuestra mujer que ha comenzado a despertarle cierto "no se qué" por algún motivo. Hasta que esto se transforme en una relación a la nuestra, con sexo incluido, puede pasar bastante tiempo. Es más, puede ser que ella se vaya dando cuenta de a poco.

Eso a nosotros no nos pasa. Los hombres a primera vista sabemos si una mujer nos cabe o no.

Durante ese período de enamoramiento, nuestras novias se van enfriando cada vez más con nosotros a medida que se van calentando con el otro. Y lo peor es que al principio es como que no lo saben.

Sienten cierta atracción con el otro tipo, pero no lo asumen de manera consciente.

En muchos casos estos sentimientos hacia otra persona no llegan a mayores, dado que a las mujeres, aunque se empeñen en disimularlo, cerebro es lo que les sobra y analizan muy cuidadosamente los riesgos que traería tener otra relación.

Claro que en algunos casos salimos perdiendo en ese análisis y nos meten unos cuernos que parecemos Olaf el Vikingo o, lo que es peor, luego de un tiempo de culparnos por determinadas cosas, nos dejan

Es importante saber detectar cuando algo así puede estar sucediendo. Nunca te confíes por el aspecto físico de alguien que comparte varias horas del día con ella. Tal vez sea gordo, pelado, petiso, bizco, feo y de todas maneras puede ser el enemigo. Porque dado lo que vimos anteriormente, este hombre puede estar abordando sus sentimientos desde otro lado. Puede ser siendo dulce, comprensivo, compañero, o cualquier cosa que a ella le impacte.

Marina era una bestia. Era una pendeja de diecisiete años que no se podía creer. Rubia, pero rubia en serio. Pelo por la cintura, ojos celestes, un metro setenta y cinco de altura y un lomo que te morías. Cuando las tenías de frente, no podías dejar de mirarle las tetas. Era un verdadero infierno. Cualquier tipo que se le cruzaba se la quería levantar. Javier, su novio desde hacía dos años, lo sabía, pero le tenía una confianza ciega.

Un día Javier llega sin avisar a la casa de marina, que vivía en un piso catorce y sube directamente por el ascensor, sin tocar el portero eléctrico porque la puerta de abajo estaba abierta. Toca el timbre en el dpto. "D" y tardando un poco más de lo lógico, su novia le abre la puerta. Estaba en camisón.

Javier la saluda y entra. La puerta del dormitorio estaba cerrada.

-¿Qué hacías? –le pregunta él cariñosamente.

-Estoy estudiando en el cuarto con Martín –responde ella.

Martín era un compañero de colegio más feo que la mierda. Cuando nació lo pusieron en una incubadora con vidrios polarizados. Una vez tuvo un accidente y quedó mejor. Cuando el cuco era chiquito la madre le decía: "Si no tomás la sopa lo llamo a Martín". Era realmente feo, y Javier lo sabía, por lo tanto no le dio importancia al hecho de que estuviera a solas con su novia.

Gran error. De eso hablábamos. Las mujeres se fijan en otra cosa. Es imposible saber en qué, porque estas cosas en las que se fijan pueden ser muy variadas.

Javier, que tan boludo como parece no era, se preguntó para sí mismo: "¿Estudiando?... si ésta no agarra un libro ni para apoyar la pava". "¿Y en camisón?"

Con temor a que ella piense que él estaba dudando de su fidelidad le preguntó:

-¿Estás estudiando con Martín en camisón?

-Sí, estoy cómoda –Respondió Marina.

Javier no pudo evitar decirle: -Mirá, no me parece bien que estés encerrada con él así vestida. Puede pensar mal, o tal vez contarle a alguien que vino a estudiar con vos y estabas así, medio en bolas, y qué van a decir.

La puerta del dormitorio, a todo esto, continuaba cerrada. La cosa estaba cantada, pero no podía ser. Marina estaba muy pero muy buena y el pobre muchacho que estaba del otro lado de la puerta, seguramente tenía el bocho partido en cuatro por estar con ella, pero las posibilidades que tenía de hacerle sombra siquiera a Javier eran absolutamente nulas.

Luego de aconsejar a su novia sobre su vestimenta, Javier se retiró para que ella siguiera estudiando. La puerta del dormitorio nunca se había abierto.

Horas más tarde, se encontró con su amigo Eduardo que coincidentemente conocía a Martín, el compañero de Marina, y le contó lo sucedido.

Eduardo se rió –Olvidate –le dijo-. Yo a ese flaco lo conozco y jamás, pero jamás tu novia se podría fijar en él.

En realidad Eduardo no le dijo nada nuevo, pero siempre viene bien que un amigo tuyo avale tus pensamientos.

-¡Qué dos boludos! Así como las mujeres no pueden opinar sobre mujeres, los hombres no deberíamos opinar de hombres.

Está de más, me imagino queridos amigos lectores, que les cuente como terminó la historieta entre Marina, Javier y Martín. Ella empezó con raros planteos hacia su novio tales como: "Estás muy pendiente de mí, necesito mi espacio", su voz en el teléfono no era la misma y si no se veían por un par de días, no pasaba nada. Clarísimos IDQ's.

Luego vino la frase "Necesito un tiempo".

Como era de esperarse, ese tiempo Marina lo necesitaba para salir con Martín.

Moraleja: Feo, gordo, pelado, viejo, boludo o puto, cualquiera tiene posibilidades de amargarte la vida.

Mi novia (manual de instrucciones)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora