No le aflojes la pelota

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En situaciones como la anterior o similares, a veces nos puede dar la sensación de que no estamos excediendo. Que estamos haciendo sufrir a la otra persona más de la cuenta. Y tal vez sea cierto, pero ese no es nuestro problema. Cuanto más nos extrañe y sufra por nosotros la otra parte, dicho sea de paso la que provocó el conflicto, menos posibilidades hay de que en el futuro se vuelvan a repetir estos acontecimientos.

En una época yo era empleado en una empresa muy importante, donde mi padre era gerente. Esta empresa un día decide organizar un campeonato de tenis. Los favoritos para ganar este torneo eran el Sr. González, presidente de la empresa, y yo.

El Sr. González jugaba al tenis asiduamente, dado que tenía una cancha propia en su estancia, y practicaba el juego desde hacía muchos años. Si yo quería ganarle sólo tenía una forma: poner absolutamente todo y no perdonarle ni un solo tanto, olvidándome que era el presidente de la empresa. De lo contrario, él se agrandaría y a mi me costaría volver a encontrar mi juego.

Yo sabía que podía ganarle, pero que perdería si intentaba regular el partido.

Fue así como utilicé toda la potencia en mis golpes, corrí absolutamente todas las pelotas, pegué con furia todos los smash que me dejó servidos y busqué sus puntos débiles provocando sus errores impiadosamente, ante la mirada represora de mi padre que quería que ambos conservaramos nuestros empleos. Si regulaba perdía.

Gané 6-1; 6-0.

-¿Era necesario? –preguntó mi padre al finalizar el partido con cara de orto.

Si quería ganar sí. Y yo quería ganar.

O sea que cuando te digan: "Pobre, llamala, está hecha mierda" o cuando ella insista con un "necesito verte hoy mismo", seguí jugando sin aflojar la pelota.

Ganále si es posible 6-0; 6-0. Porque el riesgo es perder.


Mi novia (manual de instrucciones)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora