Capítulo 6 Una Niña Con Zapatos De Punta

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La cocina había cambiado de aspecto desde mi última visita: un pequeño fuego


ardía en la chimenea y había dos platos con beicon y huevos en la mesa. También


había una hogaza de pan recién hecho y un taco grande de mantequilla.


-A comer, muchacho, antes de que se enfríe -me animó el Espectro.


Me puse a ello inmediatamente, y no tardamos mucho en terminarnos todo lo que


había en los platos, además de la mitad de la hogaza. El Espectro se reclinó en el


respaldo de su silla y, mesándose la barba, me hizo una pregunta en tono


trascendental.


-¿No crees -empezó a decir clavando los ojos en los míos- que ha sido el mejor


plato de beicon con huevos que has comido en tu vida?


No estaba de acuerdo. El desayuno había estado bien preparado. Estaba bueno, de


acuerdo, al menos era mejor que haber tomado sólo queso, pero había probado cosas


mejores. Cuando vivía en mi casa, el desayuno era cada día más rico. Mi madre era


mucho mejor cocinera, pero por alguna razón no me parecía que ésa fuese la


respuesta que el Espectro estaba esperando de mí. Así que le dije una mentirijilla sin


mala intención, de esa clase de mentiras que en realidad no hacen ningún daño y sólo


se dicen para que la gente se alegre al oírlas.


-Sí-respondí-, ha sido el mejor desayuno que he tomado en mi vida. Y


lamento haber bajado antes de tiempo. Prometo que no volverá a pasar.


Al oír mis palabras, el Espectro sonrió tanto que pensé que se le iba a romper la


cara en dos. Después me dio una palmada en la espalda y me condujo otra vez al


jardín. Pero entonces se le desdibujó la enorme sonrisa del rostro.


-Así me gusta, muchacho -dijo-. Hay dos criaturas que reaccionan bien a la


adulación. La primera es la mujer y la segunda es el boggart. Siempre funciona.


Bueno, como yo no había visto ni rastro de una mujer en la cocina, ese comentario


confirmó mis sospechas: el que nos preparaba la comida era un boggart. Fue una sorpresa, por decir algo. Todo el mundo creía que los espectros eran asesinos de


boggarts, o que los apresaban de tal modo que ya no podían hacer más fechorías.


¿Quién hubiera pensado que mi maestro tenía un boggart a su servicio para que le


hiciera la comida y se ocupase de la limpieza?


-Éste es el jardín occidental -me explicó el Espectro, mientras caminábamos por


el tercer sendero haciendo crujir bajo nuestras pisadas los guijarros blancos-. Aquí


estarás a salvo tanto de día como de noche. Vengo aquí a menudo cuando tengo


algún problema que requiere reflexión.


Cruzamos otro hueco del seto y enseguida nos encontramos entre los árboles.

El Aprendiz Del EspectroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora