JOHN

1.9K 187 32
                                    

Un joven estudiante de medicina surcaba las calles de Londres, maleta en mano. Sus ojeras hacían obvia su falta de sueño acumulada y una mueca en su boca mostraba el disgusto que esa cadencia le provocaba. Empezaba con mal pie en la ciudad, tras retrasos en el vuelo y la pérdida del autobús. Esperaba poder, por lo menos, aprovechar la beca de estudios, motivo de su mudanza. Todo iba a ir rodado: acabaría la carrera allí, en Londres, y podría llegar a ser médico, algo que anhelaba desde pequeño.

Era un chico exigente y reservado, aunque propenso a hacer comentarios desafortunados que no le ayudaban a conservar amistades. Por este motivo temía no encajar en una posible residencia de estudiantes, y digo posible porque no las tenía todas consigo mismo; un piso compartido le saldría igual de caro. ¿Qué opción era peor? Solía preguntar al aire, sin esperar respuesta.

Se había lanzado a la aventura en el último momento, tras meses de papeleos arriba y abajo, hasta el punto de no saber ni dónde tenía la cabeza. Lo difícil ya había pasado, pero parecía que las responsablidades no acababan nunca. Ahora caminaba sin rumbo dándole vueltas a varias cosas a la vez. ¿Y si llamaba a su tía? No, sería peor convivir con ella, sus galletas de hormigón y su odioso gato. Se restregó los párpados con los nudillos magullados para así, con suerte, despejarse un poco. Justo en ese instante, una gota aterrizó en su lacio pelo rubio. Miró la luz cegadora del sol con sus claros ojos, con los párpados entrecerrados. Unas nubes negras se aproximaban, pero la lluvia parecía habérseles adelantado.

«Otro día común y corriente en Londres», pensó.

Algo que, a diferencia del clima, le fascinaba de la ciudad, era la gente de su edad. Sí, había gente como él, de família bien, ropa corriente y estudios privados, evidentemente, pero no se refería precisamente a esta. No, no le interesaba verse a sí mismo reflejado en otros cuerpos, sino observar todos esos brazos llenos de tatuajes, pies enfundados en botas de cuero, espaldas cubiertas con cazadoras tejanas y orejas perforadas. John tenía un secreto muy bien guardado: desde que entró en la adolescencia había deseado hacer como ellos, como la mayoría de gente de su edad, arriesgarse, dilatarse las orejas y escuchar punk a todo volumen camino a la universidad; pero eso no era para él, no estaría bien, tendría que seguir escuchando rock duro a solas metido en su camisa beige y pantalones de pana.

Por dios, tengo veinte años, aún estoy a tiempo, se repetía continuamente, seguido de un: mis padres no están para controlarme aquí. Vamos, hazlo, sal de tu zona de confort de una vez por todas.

Así pues, pensando en ello, el pelo fue pegándose a su frente y la ropa se fue estrechando sobre su pálida piel. La lluvia no cesaba. Se estaba empapando, pero no parecía importarle. No recordaba haberse mojado nunca tanto, siempre había tenido gritos de su madre mandándole resguardarse bajo los balcones o una mano ofreciéndole un paraguas. De pronto, uno de color morado apareció sobre su cabeza.

—¿John? —dijo una voz grave y risueña—. ¿John Hamish Watson?

John siguió el bastón del paraguas con la mirada hasta dar con su dueño.

—¿Ryan? —dijo, incrédulo—. No puede ser.

Ambos rieron y se abrazaron como pudieron. Habían sido compañeros de clase en primer año de carrera, hasta que Ryan se marchó a Londres. Ahora John seguía sus pasos, por lo visto.

—¿Cómo te va? —preguntó Ryan—. ¿Qué haces por aquí?

—Pues me han dado la beca —sonrió John orgulloso pero tratando de no mostrar demasiado sus sentimientos—. Espero acostumbrarme a la lluvia, es incluso peor que en mi ciudad.

Ryan rió e hizo un gesto con la cabeza. Ambos comenzaron a andar de nuevo, cubiertos por el paraguas.

—Por cierto, Ryan —dijo John, aprovechando el encuentro—. ¿Sabes por casualidad de algún sitio donde pueda alojarme? No me gustan las residencias estudiantiles, así que si algún compañero tuyo tuviese una habitación libre... Debería haberlo planeado antes de venir, lo sé.

Ryan no dijo nada, pensativo. John se percató de lo interesada que había sonado su pregunta, así que añadió: «bueno, compañero o compañera», alzando las cejas.

Ryan era muy risueño, y eso le hizo reír una vez más, tal y como esperaba.

—De hecho, eres la segunda persona que me pregunta eso hoy.

—¡Perfecto! ¿Me pasarías el contacto?— el propio John se sobresaltó al verse tan predispuesto. Más bien, estaba desesperado y entrando en pánico ante la posibilidad de verse debajo de un puente.

—Claro, aunque a decir verdad no sé si os llevaréis demasiado bien.

John frunció el ceño junto a una sonrisa un tanto extraña, esperando que fuese broma. No quería perder un solo día más preocupandose del alojamiento.

—Estoy tan cansado que cuanto antes, mejor. Ya juzgaré por mi mismo, gracias, Ryan.

Este sonrió y prosiguió:

—Esta noche puedes dormir en mi casa, tranquilo. Si quieres te doy la dirección del chico que te digo y habláis del piso.

John agradeció su ayuda y ambos fueron a casa a cenar. John omitió el hecho de que sus padres le hubiesen pagado una semana entera en un hotel por si tenía dificultades encontrando algo. Prefería huír de todo lo que ellos le pudiesen proporcionar. Además, Ryan y él tenían batallitas estudiantiles que contarse.

Pins and Needles [punk!johnlock]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora