LESTRADE

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-Y la próxima vez que necesites ayuda doméstica, vais a la biblioteca y lo consultáis. Soy vuestra casera, no vuestra madre- dijo irritada la señorita Hudson. Aún así, se le podía entrever una sonrisa en los labios tras el enfado. Sherlock y John le eran simpáticos a pesar de su inmadurez.

-Mil gracias, de veras. Nunca fui muy bueno en esto de poner lavadoras, le aseguro que no le llamaremos más para algo así.

John rió por lo bajini.

-A ver si es verdad- rió también ella.-Que vaya bien, chicos.

Su melena rubia desapareció por la puerta junto a un rápido taconeo. Era realmente hermosa, y puesto que John podía apreciarlo, miró de reojo a Sherlock para observar si la seguía con la mirada. Los ojos claros de Sherlock, para su sorpresa, no estaban fijos en ella, sinó en él. Sus miradas colisionaron incómodamente.

-¿Tengo monos en la cara?- dijo John, conteniendo una sonrisa.

-No, pero tines una cara de niño bueno que no te la aguantas, da igual la cantidad de pendientes que te hagas- contestó ágilmente el moreno. Ambos rieron.

El ruido de la lavadora llenó un segundo el silencio que se produjo antes de que Sherlock fuese a la cocina. Volvió con una tostada entre los dientes y un té en la mano derecha.

-Yo no quiero nada, gracias- dijo John sarcásticamente al verle, de brazos cruzados.

-Tienes el tuyo en la encimera, niño de mamá- rió Sherock dirigiéndole una mirada punzante mientras se acomodaba los calzoncillos con la mano izquierda.

John no dijo nada, trató de no fijarse en la mano de su amigo y fue a por su desayuno. Tras pelearse con la bolsita del té, volvió a reunirse con él en el salón.

-Esta tarde tengo cita para tatuarme- dijo el moreno con la boca llena. -No me esperes para cenar.

John arqueó las cejas.

-¿Qué vas a hacerte?- preguntó tras darle un sorbo a su té, curioso.

-Ya lo verás, no seas ansioso- contestó el otro lanzándole otra de sus miradas.

John se encogió de hombros y pensó en qué podía ser. No se le ocurría nada, podía visualizar a Sherlock sin camiseta tumbado en una camilla con alguien al lado lleno de piercings y un ruido mecánico incesante de fondo. Sin embargo, no se imaginaba la silueta que estaba siendo plasmada en su piel. Sin darse cuenta, se ruborizó al imaginarse a Sherlock allí, boca arriba, mirando al techo, tranquilo, indefenso por miedo a hacer movimientos bruscos mientras introducían tinta en su cuerpo. Le gustaría poder acompañarle, pero quizá no compartían esa idea.
Entonces, de pronto, cambió su expresión. Asoció rápidamente las agujas de la máquina de tatuar con las que, seguramente, usaba el moreno para drogarse -porque John estaba seguro de ello, desde que vio la tirita en su brazo supo que algo iba mal.

-¿Y esa cara? ¿Has visto un fantasma?- dijo Sherlock, interrumpiendo sus pensamientos.

-No es nada- contestó John. Uno no va preguntando a sus compañeros de piso si se pinchan heroína.

Sherlock rodó los ojos y se levantó del brazo del sillón donde estaba sentado.

-Acábate eso, voy a presentarte a un amigo que ha vuelto a la ciudad esta mañana- dijo mientras iba por sus pantalones.-Creo que os llevaréis bien.

-Ah, de acuerdo- dijo John antes de acabarse el té y relamerse los labios. Sherlock le observaba desde su habitación con una mirada penetrante.

Por primera vez, el de pelo rizado se puso una camisa. John ni siquiera hubiera pensado que tuviese una. Era negra, y la remangó un poco por encima de la muñeca. El rubio no pudo evitar pensar que lo hacía porque no tenía otra prenda que le tapara por debajo del codo. Por alguna razón, Sherlock no quería que ese amigo suyo supiese nada de su adicción.

-No me mires así, no siempre voy hecho un desastre- gruñó el moreno, consciente de que levantaba sospechas, incluso en alguien tan inocente como podía ser su compañero de piso. Para compensar la galantería, se puso uno de sus vaqueros con rodillas desgarradas y unas Converse negras de imitación.- Va, hemos quedado en Devonshire, date prisa.

John refunfuñó por lo bajini y dio media vuelta para empezar a vestirse.

***

-Y bien, ¿a quien vas a presentarme?- preguntó el rubio a medida que avanzaban por las frías calles de Londres. El vaho salía de su boca y nariz por encima del cuello de su abrigo.

-Es un viejo amigo, se llama George- contestó Sherlock.- A propósito, no le menciones el malentendido con Moriarty si no digo yo nada al respecto.

John le dirigió una mirada desafiante. No le gustaba que le dijeran qué tenía qué hacer, aunque siempre hiciese caso al prójimo.

-Su padre es agente de policía, y él se está preparando para seguir sus pasos, por eso no quiero que lo hagas- aclaró Sherlock.

Entonces John entendió el por qué ocultar el interior de su codo y no mencionar peleas con sangre. Se palpó la herida del cuello, que tapaba un poco el cuello de su abrigo, para ver si se notaba mucho. La silueta apenas tenía costra, así que no se distinguía su forma. Podría pasar perfectamente por un accidente culinario. Sherlock le observaba de reojo mientras lo hacía.

-No hay de qué preocuparse, actúa con naturalidad y ni se dará cuenta- dijo.

John asintió y sonrió, pero aún así le incomodaba. ¿Por qué demonios iba Sherlock a ser amigo de un policía? Era cuestión de tiempo que le pillara lo de la heroína.

-Ya casi estamos. Mírale, nos espera en esa esquina de ahí- dijo el moreno señalando al final de la calle.

El tal George iba abrigado de arriba a abajo y vestía botas caras antideslizantes. Tenía el pelo rubio, muy corto, parecido al de John. Sin embargo, este chico era más alto que él. Una vez hubieron llegado a su posición, abrazó efusivamente a Sherlock y después se dirigió a su acompañante.

-Tú debes de ser John- sonrió a la par que extendía la mano.- Soy Greg. Lestrade. Un placer conocerte.

John miró con una mueca de incertidumbre a Sherlock, que sonrió incómodamente y abrió la boca tratando de darle una explicación a su fallo con el nombre de pila. Sin dejar en evidencia la descontrolada cabeza de su amigo, John devolvió el saludo a Greg.

-Y bien, ¿cómo te ha ido por nuestra gran ciudad estos meses? En Estados Unidos no he estado al tanto de qué se cocía por aquí- dijo, metiéndose las manos en los bolsillos.

-No gran cosa, ya sabes, rutina con algún que otro accidente de tráfico- contestó Sherlock, sin saber si lo decía o no irónicamente. Le aborrecían las conversaciones de cortesía.

-Vamos, no me mientas, tiene que haber pasado algo interesante- Greg frunció el ceño.-¿No ha habido alguna pelea callejera, tan siquiera? ¿Algo de lo que pueda ir ocupándome?

John miró malhumorado a Sherlock. No sabía si Greg estaba actuando con naturalidad para tratar de descubrir altercados reales o sólo bromeaba. Fuera como fuese, no le apetecía demasiado andar mintiendo al hijo de un policía, y menos cuando les beneficiaría el delatar a Jim. Al fin y al cabo, no habían hecho nada malo, sólo se habían defendido.
En un momento de lucidez, John abrió la boca para contestar antes que lo hiciese su compañero, pero éste le agarró la muñeca para evitarlo. John enrojeció de golpe al notar la fría mano de Sherlock cerca de la suya, y calló.

-Creo que eso es un sí- dijo Greg, confuso y un poco agobiado.-¿Qué ocultáis, tíos? Podéis contármelo, no voy a ir corriendo a contárselo a papá- tras decir eso parecía más irritado que confuso.-A veces no te reconozco, Sher.

El moreno soltó a John sin mirarle siquiera, para darle a entender que la había cagado. Entonces se acercó a Greg y le puso la mano en el hombro.

-Vamos a tomar algo- le dijo.-Te has perdido muchas cosas.

Pins and Needles [punk!johnlock]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora