Encuentro pasajero

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Encuentro Pasajero

Imaginad un rocoso acantilado sobre el Mar de Tetis, a finales del cretácico, por el que sobrevuelan enormes monstruos salidos de alguna historia de ciencia ficción. La espuma salpica las afiladas piedras en las que termina la vertical pendiente, con la fuerza despiadada de las olas que gritan en nombre de los futuros océanos. Como pretendiendo separar con su empuje a más velocidad los continentes que dejarán el mapa terrestre que hoy conocemos.

La temperatura era sofocante, a plena mañana si hubiera existido un termómetro habría marcado cuarenta y siete grados, lo habitual por esa zona en esa época. Las cícadas y los ginkgos estaban ya en decadencia mientras las palmeras comenzaban a adornar el paisaje, y sobre estas dando su sombra, se podía observar el majestuoso vuelo de un Tropeognathus, con su enorme cresta ósea en el extremo de la mandíbula, de forma redondeada, ideal para capturar peces en pleno vuelvo. Y su lindo, casi poético color blanco adornado con lineas negras en su cuello que nacían desde la mancha oscura de su pecho, y terminaban con pequeños toques del color dorado del sol. Este pterosaurio ostentaba desde hacía millones de años el rango del mayor ser vivo volador existente en todo el planeta, pero su reinado se estaba acercando a su fin. Por alguna extraña razón, pocos miles de años después desaparecerían para siempre dejando simplemente sus huesos bajo los sedimentos. Huesos que unos extraños seres surgidos de la evolución del primate encontrarían con el largo pasar del tiempo dejando volar su imaginación con tan magnifico ser.

En otro lugar no muy lejano, se encontraba un Quetzalcoatlus, precisamente el enorme reptil que comenzaba a reclamar el cielo como suyo; su tamaño, descomunal. Era un macho adulto de once metros de longitud y casi cien kilogramos de peso al que le costaba bastante no solo levantar el vuelo, si no también mantenerlo debido a su peso, viéndose obligado a planear sobre las corrientes para mantenerse en el aire.

Minutos después ambos seres se encontraron, el primero estaba descansando sobre la cornisa del acantilado, el segundo bajo el vuelo y se detuvo a su lado, ambos se miraron durante un instante eterno y los dos comprendieron, sin palabras, sin sonidos, solo una mirada sincera entre las sacudidas del mar golpeando las rocas, bramando contra ellos por robarles las pesca que tanto trabajo le había costado criar. El final de un reinado, el nacimiento de uno nuevo, el final del abuelo, el comienzo del nieto.

El Quetzalcoatlus con trabajo retomó el vuelvo y prosiguió su viaje, Tropeognathus quedó abatido sobre la misma roca. Creedme cuando os digo que desconozco si estos fascinantes animales podían llorar, pero lo cierto es que este lloró amargamente.

Primerodemayo - jueves, 1 de octubre de 2009

Publicado originalmente: http://susurroagonico.blogspot.com.es/2009/10/encuentro-pasajero.html

Puedes copiar, difundir, modificar y hacer cualquier cosa con este texto, solo quería escribirlo y es lo que he hecho.

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