Escapando al despertar

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Escapando al despertar.

La desesperación acompañaba a los jadeos, y a estos el sudor que resbalaba por su frente hasta caer al suelo desde su cara. Tragó saliva un momento para poner en orden su cabeza y de paso intentó aguantar la respiración, no podía ser descubierto por que si lo encontraban moriría.

Por un momento comenzó a sollozar, ¿por que le tenía que pasar esto a él? Se secó de lágrimas los ojos con sus manos temblorosas y apretó contra su pecho el arma que tenía cargada, aún humeante y que acababa de disparar. Se concentró en el olor a pólvora que entraba hacia sus pulmones y se acordó de sus tardes de cacería, con esa misma escopeta. En aquellas ocasiones le divertía matar, el olor a carne quemada, la posterior cena del animal muerto con su familia, la felicidad bañada en sangre... Cerró los ojos y deseó con todas sus fuerzas estar en el coto privado, con su sombrero y sus pantalones de camuflaje, con su cacheta llena de bolsillos con todo lo necesario para el deporte.

Cuando abrió los ojos la oscuridad volvió a cubrirle, se encontraba detrás de una mesa de madera antigua y gastada por el tiempo que él mismo había tumbado con las patas en dirección a aquel que perseguía su vida. Frente a él se encontraba una ventana, único lugar por el que entraba la luz lunar que fuera bañaba el campo. Estaba abierta... pensó en escapar.

Un instante después se precipitó desde el segundo piso, su tobillo recibió el duro golpe de la caída, per el miedo era tal que su sistema nervioso pudo obviar momentaneamente el pinchazo agudo de dolor para poder correr hacia el interior de una zona boscosa de encinas, romero y algún que otro arbusto pequeño. Mientras se alejaba de la mosdesta casa su respiración se intensificaba, y cada vez que inspiraba o espiraba de su garganta se podía oír como un quejido, fiel muestra de toda la angustia que lo atosigaba.

Pero... ¿De que o quien estaba huyendo?, era un extraña situación, aún no se había dado realmente cuenta de quien era el que tras él portaba el arma, no se había parado a repasar cada uno de los acontecimientos que habían precedido aquella persecución y bien sabía dios —se dijo—, no era el momento de hacerlo.

Os comentaré que ante nosotros nos encontramos con un hombre normal y corriente, aunque bien podría tratarse de una mujer. Era una persona adulta, de no mas de treinta años, con un trabajo vulgar, un coche normal con el que tenía que pasar la revisión en los próximos días. Adicto a los placeres de la vida, como el tabaco, el alcohol, la televisión, el fútbol o quizás eran los toros, el sexo y la diversión. No era alguien de meterse en problemas, no al menos en ninguno que no tuviera que ver con hipotecas, o compras a plazos que dicho sea de paso, bastante complicados son ya.

¿Entonces?, ¿como podía haberse metido en esta situación?.

Consiguió adentrarse entre la maleza, pero por desgracia no pudo escapar, no se esperaba que allí le estuviera esperando aquel que le quería disparar. En el suelo rendido alzo la mirada y se encontró frente a un joven, de no mucho más de veinte años, con una mirada penetrante y un gesto que le desafiaba.

Aquel muchacho era yo.

—Vengo a matarte —le dije.

Se hizo un silencio entre los dos.

—Vengo a matarte tal y como eres, —proseguí— vengo a eliminar de tu vida todo lo negativo que la conforma, vengo a arrancar los hilos que ciegan tus ojos, curar tu irresponsabilidad hacia el mundo... Sí amigo, vengo a despertarte de tu falso bienestar para que a partir de hoy, de este momento seas por fin libre de espíritu, libre para pensar, para decidir por ti mismo, para negarte si realmente lo deseas y no tragar todo lo que te pongan en la mesa. Vengo a matar toda tu codicia, tu egoísmo, a liberarte de esta locura de sociedad que te parasitó el cuerpo y el alma. Yo soy tu agónico sentimiento de malestar que callas cada día para poder seguir viviendo, pero hoy... morirás.

Disparé, disparé sin dudar un solo instante y le arrebaté todo en lo que sostenía su existencia, no vacilé, simplemente repetí lo que muchas otras veces atrás ya había echo.

Él quedo en el suelo, en un charco de sangre, pero de pronto volvió a entrar en si, pestañeo varias veces, se pasó la mano que ya no temblaba por la frente y tras un suspiro tranquilizador apagó la pantalla del ordenador, abrió la puerta de su casa y el sol bañó su cara que mostraba una sonrisa, salió a la calle y por fin, se enfrento al mundo.

Primerodemayo -martes, 4 de octubre de 2009

Publicado originalmente: http://susurroagonico.blogspot.com.es/2009/10/escapando-al-despertar.html

Puedes copiar, difundir, modificar y hacer cualquier cosa con este texto, solo quería escribirlo y es lo que he hecho.

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