Introducción.

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Una mujer, de brillante cabello rubio y hermosa armadura, corrió en medio de todo aquel caos que se formo en el reino Muspelheim, hogar de los gigantes de fuego.

De su frente caían gotas de sudor gruesas y los ojos cafés brillaban con miedo. Entre sus brazos, sostenía firmemente una manta roja con bordes dorados, y desde allí, se escuchaba el suave llanto de un bebé.

Los gritos de guerra eran incesables.

Siriana lloro en silencio, sabiendo que posiblemente su esposo, estuviera luchando para protegerla tanto a ella, como a su hija.

Su pequeña Mikaela.

Descubrió apenas su rostro, para poder apreciarla por ultima vez. Y pudo ver sus ojos cafés brillando con lágrimas. Su piel blanquecina, muy parecida a la de su madre, tenía un par de runas rojizas iguales a las de su padre, demostrando así, que parte de su sangre es de un gigante de fuego.

Continuo corriendo, esperando que Heimdall tuviera piedad y llevara a su niña a Asgard. Pero era consciente de la furia de Odín y que quizás, este querría castigarla tanto a ella, como a su niña.

No podía permitirlo.

La tierra tembló debajo de sus pies, y miro por encima de su hombro, viendo como un gigante de fuego corría hacía ella. Con claras intenciones de matarla. El llanto de su bebé aumento.

-Shh. Te voy a proteger, así me cueste la vida. -la cargo con el brazo izquierdo, mientras que con el derecho empuño con firmeza su espada. Tenía calor y las llamas la rodeaban con cada paso que daba. El camino era interminable y lo único que quería, era salvar a su hija.

El gigante soltó un grito, lanzándose sobre ella. Aunque su ataque no llego, porque una figura mucho mas alta que la Asgardiana se paro delante, deteniendo el ataque. Reconoció el cabello negro y largo de su esposo, al igual que sus hermosas runas.

-¡Vete de aquí, Siriana! -grito Edzard, el segundo príncipe de Muspelheim. Los ojos rojos, emitían destellos de ira y preocupación.

La guerrera dudo unos segundos, y su mirada se clavo en los ojos rubí de su esposo.

Se despidieron en silencio.

Nunca mas se volverían a ver.

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Siriana grito al cielo, llamando a Heimdall. En su nariz quedo impregnada el aroma a tierra, carbón y muerte. Mikaela había dejado de llorar y la rubia la meció con cariño, dejando que su bebé descansara un poco.

Ella no podía darse ese lujo, porque la mirada de todos sus compañeros y del mismo Odin se encontraban sobre ella, juzgándola en silencio.

Frigga, la madre de Thor, pidió en silencio que su Rey tuviera algo de piedad con aquella chica. Que demostró con valentía y amor, que puede haber paz entre Muspelheim y Asgard. El rey de todo, se levanto de su brillante trono, y su único ojo se clavo sobre Siriana.

-Has cometido un grave acto, Siriana. No solo tuviste una hija, con sangre impura, sino que también huiste a Muspelheim sin mi consentimiento, arriesgando tu vida y poniendo en peligro a toda Asgard. -se oyeron murmuros en toda la sala y con un solo movimiento de la mano de Odin, estos cesaron. -Tu castigo es el exilio. Vivirás tu vida como una midgardiana.

La rubia apretó a su hija contra su pecho, quien comenzó a llorar ante la voz potente del Rey. Frigga se vio tentada a jalar del brazo de su esposo.

Like Fire and IceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora