Gandalf se sentía algo desdichado. Por una parte, la poca libertad que le quedaba había sido vendida a aquel hombre cuyo nombre desconocía. Aunque por otra, se sentía aliviado.
Se adentraron en un pequeño bosque a las afueras de la ciudad. Pronto anocheció.
- No hablas mucho -dijo con una voz solemne. Gandalf lo miró curiosamente-. Mi nombre es Calnator, pero todos me llaman o me llamaban Mente Benevolente -comentó con una voz cantarina.
Aquella dulce y cercana voz, hizo sacar una sonrisa al pequeño.
- Paremos a cenar. So Ele, so Gante -llamó a sus caballos.
En aquel momento, Gandalf empezó a entender por qué lo llamaban así. Ambos se bajaron del vehículo y se resguardaron en el tronco vacío de un árbol. Como ya había dicho antes, pronto o tarde llovería. Calnator encendió un fuego en el centro del seco tronco.
Gandalf carraspeó.
- Señor Calnator -comenzó.
- Por favor tutéame -le dijo éste con una amable y cálida sonrisa.
- Mente Benevolente, ¡ya tenemos cena! - exclamó el inocente sacando unas moras del bolsillo y entregándoselas. Esto, claramente provocó una sonora carcajada a Calnator.
- Tranquilo pequeño Gandalf, de la comida ya me encargo yo.
Salió de allí y poco rato después regresó con una cesta llena de deliciosa comida. Había manzanas, peras, huevos, hierbabuena, tomates, lombardo, carne y pan e incluso un pequeño pastelito. Sacó dos piezas de algo blanco que Gandalf supuso que debía ser carne y las colocó cerca del fuego ayudándose de dos palos. Cuando se hubieron cocinado, le ofreció uno al muchacho, que jamás había probado algo tan exquisito y se lo acabó en un abrir y cerrar de ojos.
- ¿Crees en la magia? - preguntó Calnator de improviso.
- No, Señor -respondió Gandalf débilmente.
- ¿Y crees lo que ven tus ojos?
- Sí, Señor.
- Pues observa con atención el fuego.
Al principio no sucedió nada, pero luego, se apagó repentinamente y volvió a aparecer mucho más vivo y majestuoso y grande. Gandalf observó con más atención y logró distinguir figuras: una era él, también había alguien más en el suelo, y muchas sombras siniestras. Pero más tarde apareció un rostro malévolo y sádico. Lo miró a los ojos y Gandalf se sobresaltó y miró al mago.
- Eso es magia, te acostumbrás -aseguró riéndose -. Pero ahora debemos descansar, mañana será un día muy largo.
- A la cumbre de la montaña más alta. Aunque no iremos allí directamente.
El fuego se debilitó, y sendos compañeros se durmieron. "MAGIA" fue en lo último en lo que pensó el niño antes de caer dormido.
Calnator nunca supo lo que en realidad había visto Gandalf en aquel fuego.