- Supongo, Señor, aunque no las he visto de cerca.
- Las verás. Quiero que cierres los ojos y visualices un águila.
Gandalf lo hizo. Imaginó cómo un águila, veloz como la que más planeaba por los azulados cielos. Eran majestuosos, tanto ella como su vuelo. De repente, el águila lo miró y emitió un sonido espeluznante y agudo que hizo que Gandalf abriera los ojos algo sobresaltado.
- ¿Lo has visto? Ellas responderán a tu llamada. Sólo necesitas tiempo.
- También la he oído. ¡Pero era enorme!
Calnator asintió.
- Valentía -esa fue su última palabra, luego desapareció en el interior de la torre.
Gandalf desconocía el tiempo que había estado allí, pero casi era mediodía, así que entró en la torre.
Ya en el salón se encontró a Calnator ordenando los libros de las estanterías. Se situó detrás de él y preguntó:
- Mi Señor, ¿cuánto tiempo he...?
Justo en ese instante se desvaneció, pero su maestro lo cogió a tiempo evitando que chocara contra el suelo.
Varias gotas de agua recorieron el rostro de Gandalf. Abrió los ojos despacio y miró a su alrededor, estaba en su cuarto, tumbado en la cama y a su lado estaba su maestro Calnator poniéndole una especie de hierba mojada sobre su cabeza.
- Te desmayaste -dijo el mago ante los ojos de asombro de Gandalf-. El poder comunicarte con las aves de aquella manera, consume mucha energía del invocador... Quizás me precipité, pequeño.
- ¡Maestro! -desde aquel momento Gandalf no consideró a Calnator su amo, sino alguien de quien y con quien aprender- Déjeme intentarlo de nuevo no lo defraudaré.
- Quizás otro día, ahora descansa. Está anocheciendo.
Calnator recogió todo el estropicio. Dio un vaso de leche a Gandalf y se despidió.
- ¿Hay algo más que pueda hacer?
- ¿A qué te refieres? -inquirió Calnator girándose desde las escaleras de piedra.
- A las... águilas..., quiero invocarlas y -tartamudeó.
- Descansa, mañana daremos una lección de historia, aun no estás recuperado.
Gandalf cayó en un profundo sueño antes de lo que creía. Estaba demasiado cansado para pensar en algo. No obstante, no fue un dulce sueño lo que tuvo.