Fue aquella misma tarde cuando Gandalf decidió homenajear a su benevolente amigo enterrándolo a los pies de la consistente torre con la espada y el escudo de madera de roble. Según llegó a mis oídos puso lo siguiente en la lápida:
'Calnator. Más conocido como Mente Benevolente, gran maestro, leal y buen amigo.'
Fue aquella misma tarde cuando cuando decidió nombrar a aquella torre (o lo que quedaba de ella), 'La Torre de la Esperanza.'
Y fue aquella misma tarde cuando, un objeto plano con detalles dorados brilló desde los escombros despertando la curiosidad de Gandalf. Se acercó y lo recogió y descubrió el primer libro que había leído: uno escrito por un hobbit, y, al lado, un libro rojo de gramática; el primero que le había dado para estudiar su buen maestro.
Los cogió y se dirigió una vez más a la tumba de su amigo y dijo:
- Tú diste tu vida por mí y yo derramaré tantas lágrimas como estrellas haya en el firmamento.Tú me enseñaste el camino de la magia y yo la usaré por y para el bien. Tú fuiste mi único amigo y lo más parecido a un padre que he tenido y te llevaré en el corazón. Nunca te olvidaré.
Suspiró y miró al cielo. Sujetó con fuerza sendos libros, cargó con provisiones a Ele y cabalgó sobre el bayo caballo Gante.
- ¡Vamos Ele! ¡Arre Gante!
Los caballos cabalgaron cabizbajos por la pérdida de su noble y bondadoso jinete. Gandalf era un muchacho que quería conocer mundo, quizás ya lo hayáis adivinado.
Se dirigía a la Comarca. Estoy segura de que, una vez allí, volvería a ser feliz y de que se convertiría en un gran mago.
No obstante, eso no significa que no volvería a La Torre de la Esperanza.