Besame. (Christian Beadles&Tu).

Quiero estar contigo, pero el mundo está contra nosotros.

—¡No sabes en lo que se ha convertido tu hija! —repitió nuevamente al observar que su marido no le estaba prestando atención.

—¿______? —dijo colocándose sus anteojos y acercándose a la portátil que tenia al frente.

—¡Claro! —respondió ella. Estaba que sacaba humo por los odios. El sólo asintió con la cabeza y comenzó a hacer unos cálculos con la calculadora. —¿PUEDES PRESTARME ATENCIÓN? —gritó ella. El la miró y apretó los puños.

—Madeline, por favor compórtate —respiró—, pareces una niña pequeña —contestó tratando de no salir de sus casillas.

—¡ES TÚ HIJA, GEORGE! —Gritó. Se calmó un poco y lo miró con rabia—. Quizás esté revolcándose en este momento con el hijo de Sandi y de Will. —George volteó enseguida, la miró mal.

—No vuelvas a repetir eso más nunca en tu vida. —Le advirtió. Madeline rió sarcásticamente.

—Tú se lo permitiste, George. —Suspiró amargamente—. ¿Lo recuerdas? Aquella vez que estabas como siempre trabajando y ella llegó a ti llorando.

Él se tomó de la cabeza y recordó, era cierto. Él se encontraba en su oficina y su hija llegó con lágrimas en los ojos, no le prestó atención y siguió trabajando.

Ella se le acercó y empezó a tomarle el cabello. Se le acercó al oído y con voz triste y nostálgica empezó a decir:

—Papá, me gusta un chico. —Echó los mocos para atrás. Él sólo asintió con la cabeza—. Él es el un Beadles. —El sólo siguió trabajando, ni siquiera prestó atención a lo dicho por ella.

Al darse cuenta de que el no la escuchaba aprovechó el momento.

—¿Puedo estar con él? —George la miró y ella hizo esa típica cara de perrito triste y mojado. Él le tomó el hombro y respondió un 'Sí' seco, ella lo abrazó y salió corriendo hacia su madre para contarle en su cara que su papá había aprobado lo que ella había prohibido durante años.

Al recordar todo se frustró. Tomó a Madeline de las muñecas y la acorraló contra la pared.

—Tenemos que separarlos, Madeline. —Espetó. La agarró con más fuerza y la empujó.

—Sí, George. Te lo he dicho durante tres meses. —Dijo nerviosa. Él la miró sorprendido.

—¿YA LLEVAN TRES MESES? —Se molestó aún más. Azotó a su esposa contra la puerta de la oficina. Tomó un jarrón de vidrio y lo tiró al suelo. Todos los pequeños cristales se esparcieron por el suelo.

Madeline lo miraba aterrada. Sabía que cometería una locura.

Vio que su esposo tomó las llaves del auto. Ella lo detuvo. Aunque odiaba con su vida a ese muchacho, amaba a su hija.

—No lo hagas, George —lo miró a los ojos—, ya sabes lo que pasó la última vez.

El suspiró, y las llaves cayeron al suelo. Enseguida abrazó a su esposa.