Piensen lo que piensen, siempre estaré junto a ti.

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Llegamos a mi casa y bajé sola, ya que si mi madre los veía seguramente los echaría a patadas. Ambos me habían informado de que sus padres no estarían ni hoy ni mañana ya que tenían un viaje de negocios así que me invitaron a pasar la noche ahí viendo películas, y obviamente sin pensarlo dos veces, acepté.

Abrí la puerta y entré sin hacer ruido alguno. Subí las escaleras con pasos suaves hasta que por fin llegué hasta mi habitación. Abrí mi closet y saqué un bolso normal, ni tan grande ni tan pequeño. Tomé mi pijama, la ropa de cambio para mañana, mi cepillo de dientes, y otras cosas personales. Las metí en el bolso morado, y bajé las escaleras corriendo. Abrí la puerta, y la cerré cuidadosamente. Enseguida corrí hacia el auto, subí y él emprendió el camino hacia su casa.

—¿Te vio tu mamá? —preguntó Caitlin, la cual estaba en el asiento trasero del auto.

—No —suspiré—, creo que ni siquiera se enteró de que estuve ahí —ambas reímos.

Por su parte, Christian estaba muy concentrado conduciendo, tenía una mirada neutra y su cara totalmente seria. Miré a Caitlin por última vez y me reincorporé en el asiento.

Al cabo de 10 minutos llegamos a su casa, y bajamos del auto. Christian se adelantó y lo miré extrañada, no le tomé importancia y esperé a Caitlin. Caminamos juntas hacia la casa, mientras que Christian había entrado desde ya hace un rato.

—¿Qué le pasa? —Le pregunté en voz baja. Ella alzó los hombros.

—No lo sé, esta raro desde la discusión que...—se calló. Abrió los ojos.

—¿Qué discusión? —pregunté. Caminó un poco más rápido y la seguí.

Se quedó callada y no me quiso decir nada. Se sentó en el sofá y escondió su cabeza en sus rodillas y la miré triste. Corrí hacia el cuarto de Christian, toqué tres veces.

Toc, toc, toc...

—¿Quién? —preguntó desde adentro.

—Soy yo, amor. —Le dije con voz dulce. Enseguida abrió la puerta, pasé y el estaba en su cama en la misma posición que su hermana.

—¿Qué pasa con ustedes? —le pregunté. Me miró triste y le acaricié la mejilla.

—Discutí con ella. —Dijo, y se escondió entre sus piernas de nuevo.

—Lo sé, pero... ¿por qué? —pregunté.

—¡Está celosa de que estés más tiempo conmigo que con ella! —Dijo con los ojos cristalizados. Me miró de nuevo—. Dice que te deje en paz, que aunque sea te de espacio. Que te atormento y que parezco un chicle detrás de ti. —Me dijo y lágrimas se deslizaron por sus mejillas.

—Mi amor —lo miré preocupada, mis ojos también estaban cristalizados—. Tú sabes muy bien que eso no es así. Yo te amo, y adoro estar contigo. —Besé su frente y lo abracé, para no soltarlo más nunca.


Besame. (Christian Beadles&Tu).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora