Christian no es así.

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—Mamá —le tomé la mano—. Entiendo que sufras, y que no quieres que me pase lo mismo, pero —la miré y ella hizo lo mismo—, no creo que eso tenga que ver conmigo y con Christian —Le dije ella tomó un fuerte respiro y me miró.

— ¡Es un Beadles, ______! —dijo alterada. La miré sin entender y enseguida continuó hablando—. Los Beadles son unos mounstros, él solo quiere hacerte sufrir.

— ¡No! —Me levanté de la silla—. Christian no es así —le dije. Ella comenzó a reír sarcásticamente.

—Eso es lo que no sabes, preciosa —se levantó también, se acercó a mi—.Quizás, es como su padre —acarició mi cabello—o peor —se dio la vuelta y comenzó a caminar fuera de la oficina.

—Christian no es así —repetí. Quité un mechón de cabello que caía por mi frente y me acerqué a ella.

— ¿Cómo estas tan segura? —Dijo y me miró tratando de intimidarme. Pero no, esta vez no caería.

—Porque él me ama, a diferencia de ti que tú eras la única enamorada ahí. Caíste como tonta en su red cuando él ya tenía esposa —hablé lenta y articuladamente.

—Yo se que él me amaba —tragó sus lágrimas—. Sé que en algún fondo de su corazón estaba yo —dijo sin mirarme.

La miré incrédula. Nunca pensé que mi madre fuese tan ingenua.

—Oh, ¡claro! —le dije—. Estabas ahí, junto a la última prostituta con la que se había acostado en ese tiempo. —Le dije, me miró sin creer. Quizás había malinterpretado todo.

— ¿Me estás diciendo prostituta? —preguntó amenazante.

—No, no lo hice. Solo dije que para él, eso eras —comenté con crueldad. Me estaba pasando y lo sabía.

Sentí una mano dura y firma en mi mejilla, luego sentí un ardor horrible. Mis ojos se cristalizaron, la miré, sus ojos interpretaban arrepentimiento, pero su rostro era algo diferente; maldad.

—Quizás ya te estés contradiciendo —comentó—, ya vez el ejemplo a seguir que tiene tú novio, y no te descuides, puede seguir sus pasos —dijo, y de un momento a otro no la vi más.

Comencé a llorar, tenía mi mano en mi mejilla, me dolía demasiado. Salí de ahí y me fui de esa casa, al salir encontré a Christian, todavía seguía ahí. Sin decir nada lo abracé.

—¿Te contó todo? —preguntó al verme así. Asentí con la cabeza, y el suspiró. Me hizo montarme en su auto y el subió también.

Estuve llorando todo el camino y él me miraba de vez en cuando con preocupación.

—Todo estará bien— me decía cada vez al verme.

Llegamos de una vez por todas. Podía reconocer en donde estaba con tan solo sentir esa frescura y ese olor peculiar que tenía ese parque, donde, como anteriormente dije, pasé toda mi infancia. Era mi favorito, lo amaba. Era el lugar donde podía estar sola sin preocuparme de nada, donde tuve mi primer amor, y donde conocí a las mejores personas del mundo.

Nos sentamos en una banca y me recosté en su pecho.

— ¿Me contarás? —preguntó.

Cerré mis ojos y tomé un respiro.

Asentí.

—Hace 15 o 20 años, nuestros padres eran mejores amigos...—comencé a contar. Le conté todos los detalles, tal y como mi madre me lo contó.

Terminé con la última conversación entre nosotras hasta la bofetada, me miró sorprendido. Estaba llorando, yo estaba llorando.

Me abrazó, y él empezó a llorar. Esto era muy fuerte para nosotros, y lo sabíamos. Pero el destino nos unió, y nadie nos podrá separar.

Besame. (Christian Beadles&Tu).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora