Capítulo XXIV

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Los golpes seguían hasta que un « ¡basta!» ronco y exasperante de parte de Gael hizo que cesaran, Daniel se quedó por un momento en el suelo retorciéndose del dolor, ya no gritaba solo se quejaba casi en silencio.

-Jefe, ¿qué hacemos con el viejo? ¿Buscamos algo en su auto? -El más grande de los hombres y al parecer el líder se dirigió a Gael

-Nada, no le quiten nada, solo váyanse al auto. Ya los alcanzo.

-Pero... ¿va a estar seguro aquí solo?

-¡Que se larguen! -Su paciencia no existía en ese momento -¿Qué mierda puede hacerme en ese estado? -Lanzó una sonrisa falsa hacia Daniel quien yacía en el suelo

-Entendido, jefe. Vamos, muchachos...

Gael observó con el sol en la cara y el ceño fruncido todo el recorrido de los tres grandulones que siguieron al primero hasta la furgoneta, se secó con el antebrazo unas pequeñas gotas de sudor que se le habían formado en la frente y en la nariz, después se acercó hacia Daniel y se agachó para hablarle de cerca a su rostro ensangrentado.

-En estos momentos creo que hice las cosas al revés -Miró a Daniel y continuó debido a que este no iba a responderle nada -Primero debí preguntarte qué demonios hacías con Sigyn y después te habría dado la paliza de tu vida si no me contestabas, pero creo que ahora no me puedes responder.

-Eres... -Daniel tosió con dificultad y sacó unas pequeñas gotas de sangre de la boca -un marica cobarde

-¡Oh! Acabas de hablar, entonces creo que con otros golpecitos sí me podrías dar información, ¿no?

-Esa... Sigyn -Volvió a toser pero esta vez tardó más en recuperarse -No la mereces

-Cierra la boca. No tienes idea de nada -Se puso de pie fastidiado, no podía soportar seguir hablando de mí -Nos volveremos a ver, Green

-Seguro -Daniel sonaba valiente a pesar de ni siquiera poder hablar bien.

Gael con humor mucho peor al de antes tomó el celular y acordó de verse con Jonathan en un bar en la esquina de su mansión de Westminster, necesitaba hablar de lo que había hecho y despejar algunas dudas, empezaba a imaginarse cosas y eso lo hacía sentir como un idiota, también necesitaba una, dos, y hasta tres copas... O incluso más.

**

Después de despedirme de Andy, llegué al departamento. Con cautela saqué la carpeta amarilla que Daniel me había dado momentos antes y la guardé debajo de mi suéter, saludé al vigilante y entré a la casa. Sabía bien que Gael no estaba ahí a esa hora, pero de todas formas no la saqué de ahí hasta que llegué a nuestra habitación, no era el mejor lugar para guardar algo pero Gael nunca revisaba mis cosas y mucho menos una de las maletas que mi padre hizo llegar una semana después de la boda, esa tenía varias fotografías mías y de él, además de la única que compartía con Adelina, mi madre. Abrí la maleta y puse la carpeta hasta el fondo, durante todo el camino comencé a preguntarme qué hacer con ella porque ni yo misma lo sabía en el momento en que se la pedí a Daniel, seguramente en mi subconsciente pensé en echarle en cara sus propios crímenes a Gael pero no era la actitud más madura del mundo y comenzaba a darme cuenta que si él había traicionado mi confianza y si había hecho las cosas mal, yo tampoco estaba ayudando para que fueran bien.

Gael no era un hombre amoroso y tampoco amable, no iba a pedirme disculpas de la noche a la mañana y no se iba a arrepentir de sus errores si yo seguía reclamándole cosas que incluso no tenían nada que ver conmigo, en pocas palabras estaba cayendo en la vieja leyenda de "poder cambiar a un hombre", cuando la verdad era que no iba a poder cambiarlo. Si él no me amaba desde el principio, tampoco lo haría después, sobre todo porque no quería hacerlo aunque quisiera hacerme creer otra cosa, cosa que sí llegué a creerme.

Bajo su espectroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora