Capítulo XXXI

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Despertó antes que yo, restregó sus ojos y acomodó ligeramente su cabello despeinado de la mañana, se sentó en la cama y me observó dormir todavía boca abajo, se sintió tan aliviado que hubiese podido jurar que duraría en ese estado por mucho tiempo, echó un vistazo al reloj y decidió que ya era hora de continuar el viaje que se había obligado a sí mismo a hacer.

-Sigyn –Hundió las yemas de sus dedos en mi espalda descubierta, trató de hacerlo de la manera más sutil que pudo pero la palidez de mi piel hizo que se marcaran visiblemente –Sigyn –Continuó llamando, esta vez sin tocarme solo levantando un poco la voz

-¿Qué sucede? –Me retorcí somnolienta bajo el sol de las ocho de la mañana

-Ya tenemos que irnos –Una risa infantil se coló y se sentó en la cama

-¿De verdad? Empezaba a gustarme estar aquí –Dije mirando la habitación

-A mí también –Volvió a sonreír –Pero el motivo de la visita es que conozcas a mi familia

-Gracias por hacer esto por mí –Parpadeé tímida –Es importante para mí –Un silencio se apoderó del momento y finalmente habló:

-No me voy a disculpar por cómo actué anoche –Se animó a decir –Porque era la única forma de que entendieras... -Se detuvo como si le faltaran las palabras pero en realidad era valor lo que le faltaba –Cosas... Y quiero que estés bien, ¿estoy siendo claro?

-No mucho –Sonreí–Pero está bien, supongo.

-Supongo que sí –Me devolvió la sonrisa pero su mirada intensa no se apagó –Creo que tendrás que tomar una píldora –Cambió el tema pero su voz sonaba lo más parecida a un susurro –Por eso ya tenemos que irnos para pasar a alguna farmacia lo más pronto posible.

-Sí –Mi sonrisa se desvaneció y cubrí mis hombros con las sábanas –Lo menos que querrías es descendencia

-Te quiero a ti –Dijo a secas y sin dejar de mirarme –No necesito a nadie más –Diciendo eso se acercó a mí y mirándome fijamente con esos ojos azules eléctricos, cubrió mi boca con la suya.

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Las dos horas de viaje que nos hacían falta se volvieron mucho más amenas, hablamos libremente sobre lo que habíamos hecho las semanas que estuvimos aparte y sobre la última vez que ambos habíamos estado en Manchester, también tuve la oportunidad de explicarle lo que había sucedido en realidad con Devon Hale y aunque supiera que a mí no me interesaba, sabía que para Devon era diferente y eso todavía le hacía enojar.

Entramos en una privada con múltiples casas enormes y del siglo pasado, todas tenían las mismas características, excepto por algunas que se encontraban más arremetidas que otras pero si uno se fijaba bien, todas tenían el mismo juego geométrico en los techos y los colores no iban más allá de blancos, caquis y marrones.

-¿Dónde es? –Pregunté nerviosa

-No falta mucho–Frunció el ceño mientras veía hacia ambas direcciones de la calle, dirigió el auto cuesta arriba en una pequeña colina que se encontraba al final de la calle y con una hábil maniobra dejó el carro junto a un amplio jardín, un hombre alto y con la cabeza cubierta de un abundante cabello gris se acercó a nosotros.

-Señor Legendre –Lo saludó respetuoso pero distante

-Marcus, buenos días –Respondió mientras abría la puerta de mi lado –Esta es mi esposa Sigyn

-Mucho gusto, señora –Esbozó una sonrisa

-Igualmente –Sonreí nerviosa ante el serio hombre

Bajo su espectroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora