Egoista

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San Francisco 1992

Había visto a papá bajar del auto desde la ventana de mi habitación. A pesar de la lluvia torrencial y las gotas que cubrían mi ventana no me costaba reconocerlo en absoluto. Nadie mas que él en la ciudad manejaba un auto tan destartalado ni vestía esos abrigos enormes. Caminaba con el paso mecánico de un robot con su maletín negro en una mano y la otra libre y tensa marcando el paso. Pierna, mano, pierna, maleta. Siete ciclos de esa secuencia desde la acera y lo vería entrar por la puerta principal, empapado y cansado como de costumbre. Me daría unas palmadas en la cabeza y yo le abrazaría por la cintura, siempre espero toda la tarde por el momento en que el llega del trabajo. Ahí es cuando quedo libre de los regaños de nuestra nana y ella tiene un respiro dentro del día. La pobre ya está muy vieja como para cuidar de alguien y ni siquiera le pone empeño cuando jugamos a los super héroes. Como soy muy bueno siempre le ofrezco primero mis mejores pistolas trajes, pero ella prefiere quedarse sentada en el sillón tejiendo. Le gusta fingir que es mary jane y que tengo que rescatarla. Como ella no se esfuerza soy yo el que tiene que ser spider man y duende verde al mismo tiempo, es agotador incluso para alguien tan agotador como yo.

El timbre sonó y fui corriendo a la entrada para recibirlo. Me senté en el barandal de las escaleras y con el impulso que ganaba desde el segundo piso no tarde ni dos segundo en estar abajo frente a papá como todos los días, excepto que esta vez algo había cambiado. Su rostro cansado había desaparecido dándole paso a las sonrosadas mejillas que ya hace mucho tiempo que no veía. –Jack, ven aquí muchacho-. Se puso de rodillas a la espera de mi abrazo. Era extraño que tuviera tanta energía después de que llegaba del laboratorio, pero iba a pensármelo demasiado. Si tenía suerte incluso puede que logre que juguemos un rato antes de la hora de dormir.

Salté a sus brazos y el rió gustoso. –Jack, pequeño diablillo ¿Cómo te portaste hoy?

-muy bien papá, casi no hice enfadar a Molly

-que orgulloso me haces sentir. Eres todo un caballero.

-¿por eso estas tan feliz?

-es algo mucho mejor, pero vamos a cenar, muero de hambre y Molly debe estar esperándonos-. Se levantó del suelo para volver a ser el mastodonte que solía ser, tomó mi mano y juntos nos encaminamos al comedor donde la mesa ya estaba arreglada.

Cada uno tomó su lugar y comenzamos a comer. Molly, mi nana, charlaba animadamente dándole a papá el reporte de todo lo que había pasado en casa durante su ausencia. Era una chismosa, mi padre no tenía porque enterarse de TOOOOODAS las travesuras que hacía.

Ambos comían animadamente mientras que la ensalada en mi plato iba de un lado a otro, no podía entender como había gente que pudiera comer algo tan asqueroso como los pimientos rojos. Cuando fuera un super héroe de verdad serían las primeras cosas que iba a eliminar de la faz de la tierra

-hay algo que quiero contarles-. Dijo de pronto papá. –Saben que últimamente he estado muy ocupado con el trabajo en el laboratorio y ya no doy abasto-. Hizo una pequeña pausa en la que aprovechó de mirarnos a Molly y a mí. –por eso decidí conseguir un ayudante

-que bueno que haya podido contratar a alguien capacitado señor Frost.

-no lo contraté precisamente, pero te aseguro que si es alguien capacitado para ayudarme con mi trabajo

-¿señor?

-hiccup... es un niño muy inteligente. Vendrá a vivir con nosotros-. Se giró en mi dirección con una sonrisa enorme en sus labios, lamentablemente no podía decir lo mismo de mi. Estaba tan confundido como Molly pero aun mas asustado ¿a qué se refería con un niño? ¿y aquí en nuestra casa? –Jack, tendrás un hermano ¿no es genial?

-¡por supuesto que no!- golpeé la mesa con las palmas de las manos haciendo saltar los servicios. – ¿se va a quedar con mi habitación?

-tranquilízate hijo, van a compartirla-

-pues no quiero. No quiero a ningún niño metiéndose en MI casa

-Jackson Frost, ¿desde cuándo eres tan egoísta?-. Papá se había puesto muy serio de un momento a otro, no toleraba que alzara la voz en la mesa ni mucho menos que me comportara de esa manera, ¡pero maldita sea! No quería a un extraño dentro de casa. –quiero que vayas a tu habitación ahora y pienses en lo que dijiste. -¿Qué más podía hacer? Recogiendo la poca dignidad que me quedaba, me levante de mi lugar y subí corriendo las escaleras hasta encerrarme en mi cuarto.

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heeeeey hola :D gracias por esperar y leer el capitulo, les juro que fue una odisea escribirlo (hoy no fue mi día) anyway, espero que les haya gustado y por favor no se vayan sin comentar. Sus comentarios y apoyo llenan mi alma de inspiracion.

las amo <3

Compañeros de camaroteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora