Mi propio arcoíris

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Acababa de caer un gran chaparrón, uno de esos que duran todo el día. Por fin había despejado y el sol brillaba fuerte en el cielo. Susi y Alfredo salieron de casa y sentados en una piedra esperaban lo que para ellos era el mejor momento de todos: cuando el arcoíris aparece en el cielo. Y así, de repente, apareció un gran arcoíris de colores intensos, y tan grande, que parecía que ocupaba todo el cielo. Para Susi y Alfredo el arcoíris era la cosa más hermosa que podían contemplar. Se quedaban en silencio mirando... y luego inventaban aventuras que vivían allá arriba en el cielo.

-¡Cómo me gustaría tener mi propio arcoíris!-dijo Susi-No tendría que esperar a que lloviera y luego saliera el sol para verlo, me lo podría llevar a cualquier parte, y cuando me sintiera triste o aburrida, podría contemplarlo todo el tiempo que quisiera.

-La verdad que estaría muy bien.- le respondió Alfredo-A mí también me gustaría tener mi propio arcoíris.

Después de pensarlo durante un rato Alfredo se levantó muy emocionado y exclamó:-¡Hagamos nuestro propio arcoíris! ¡No puede ser tan difícil!

Pero sí lo era, por más que intentaban inventar alguna manera de crear un arcoíris no se les ocurría nada que les convenciera.

-Bueno, aquí sentados no vamos a conseguir nada. Será mejor que nos pongamos a buscar cosas con las que podamos construirlo.- Le propuso Susi que ya se estaba empezando a cansar de pensar tanto y no sacar nada.

Los dos amigos empezaron a buscar entre la hierba, las flores, los árboles, las piedras... y nada parecía servir.

-¡Ven Susi!¡Corre, corre!¡Mira esto!-gritó Alfredo con mucha emoción.

Susi fue hasta donde estaba Alfredo y lo miró sin entender porque no veía nada que le pareciera importante.

-Mira esta gotita de agua, pero mírala muy de cerca, desde aquí donde le dan los rayos del sol.- Le dijo Alfredo señalando una pequeña gota de agua de se encontraba encima de una hoja.-¿Lo ves?-

Allí, dentro de aquella gota de agua, Susi podía ver ¡un arcoíris! Era pequeño pero tan hermoso, tanto como el gran arcoíris que aparecía en el cielo.

-Pero... no lo entiendo. ¿Qué hace un arcoíris ahí dentro?¿Cómo es posible?-preguntó Susi totalmente asombrada.

-Yo tampoco lo entiendo. Pero mira el resto de gotas de agua que hay en las demás hojas... también tienen un arcoíris dentro.- Le contestó Alfredo.

Estuvieron un buen rato observando gota a gota los pequeños arcoíris que se escondían allí dentro. Solo eran visibles cuando el sol iluminaba las gotas y, si no era así, desaparecía.

-Parece magia, auténtica magia. ¿Quiere esto decir que dentro de cada gota de agua existe un arcoíris aunque no lo veamos y que el sol hace que se vuelvan visibles?- Pensó Alfredo en voz alta.

-¡Esto es maravilloso! ¿Sabes qué significa esto, Alfredo?- Alfredo movió la cabeza para decir que no.

-Pues esto significa que si cada gota de agua esconde un arcoíris, cada vez que nos bañamos, nos estamos dando un baño de arcoíris, cuando bebemos agua, bebemos miles de arcoíris pequeñitos y cuando nadamos en nuestra querida charca, nadamos entre arcoíris que aunque no los veamos ahora sé que están siempre ahí. Vivimos en un lugar mágico y ni nos habíamos dado cuenta. Ya no quiero tener mi propio arcoíris, no lo necesito.-le explicó Susi.

-Yo tampoco lo quiero. ¿Para qué quiero uno si ya sabemos dónde hay tantos?-respondió Alfredo muy convencido.

Susi y Alfredo pasaron el resto del día hablando de su gran descubrimiento, de que lo que más queremos a veces está tan cerca de nosotros que ni nos damos cuenta y de lo que es invisible a los ojos hasta que aprendemos a observar.

Cuentos infantiles. Susi y Alfredo, y sus grandes aventuras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora