Hacía varias semanas que Susi y Alfredo no se veían. Susi andaba muy ocupada en algo y nunca tenía tiempo para jugar con su amigo Alfredo. Cansado de pasar tanto tiempo esperando por su amiga, Alfredo decidió acercarse a su casa para preguntarle si todavía le faltaba mucho para terminar aquello que tan ocupada la tenía y así pudiesen volver a divertirse como siempre. Alfredo caminaba un poco preocupado porque Susi le había dicho muy claramente que no quería que le estuviera interrumpiendo, que ya le avisaría cuando hubiese terminado. Y Alfredo no sabía si cuando le viera aparecer se iba a enfadar por no haberle hecho caso.
Cuando Alfredo llegó a la casa de Susi tocó muy despacito en la puerta, como si con cada golpe no supiera si seguir golpeando o parar y marcharse por donde había venido. Entonces oyó unos pasos que se acercaron a la puerta y el corazón le latía con fuerza, ¿habría hecho bien viniendo hasta aquí?¿Qué sería eso que tan ocupada tenía a su amiga? A decir verdad, no podía resistir más tanta curiosidad.
Abrieron la puerta y era la madre de Susi, que le explicó que Susi se encontraba en el jardín trasero y que podía ir a verla pero que hacía días que estaba de bastante mal genio. Alfredo con muchas dudas se dirigió hasta donde estaba su amiga: se encontraba sentada en el suelo rodeada de papeles de colores, palos, cuerdas... y mil cosas más; y también había lo que parecían ser unos molinillos de viento muy maltrechos que no eran capaces ni de girar.
Cuando Alfredo vio todo aquel panorama se imaginó lo que había estado haciendo su amiga y entendió el motivo por el que no quería que la molestara. Alfredo estaba esperando que Susi en aquel momento se enfadase con él por no haber sabido esperar, pero en vez de eso cuando Susi le vio no pudo más que echarse a llorar y llorar, tanto que Alfredo pensó por un instante si sería mejor marcharse y regresar en otra oportunidad. Dejar a su amiga así, no le pareció una buena idea en realidad. Se sentó a su lado y la consoló como pudo hasta que Susi pudo empezar a hablar:
-Mira Alfredo. Esto iba a ser tu regalo de cumpleaños. Quería hacerte el molinillo de viento más grande y bonito que hubieses visto nunca. ¡Con lo que te gustan a ti los molinillos de viento y mira el desastre que me ha salido! Ya solo me quedan dos días para tu cumpleaños y no te voy a poder regalar nada y además lo he pasado muy mal porque a mí no me gusta nada hacer estas manualidades.-
Alfredo se relajó, por lo menos no estaba enfadada con él. Ya se había dado por vencida en su intento de hacer el regalo para su amigo y lo que sentía Susi ahora era una enorme tristeza por haber fallado en su plan.
Susi continuó hablando:-Me lo había imaginado como el mejor regalo del mundo para ti. ¡Qué decepción tan grande!-
-No te preocupes. Sé que de verdad querías que así fuera. Quizás el problema ha sido un problema de guía nada más.- Le contestó Alfredo intentando animarla.
-¿De guía?¿De qué guía?La guía para hacer molinillos, ¿te refieres a esa?- le preguntó Susi que no entendía nada.
-Jajaja.- Rió Alfredo- No, no. Nada de eso. Me refiero a tu guía, tu guía interna. La que te dice cuándo seguir y cuándo parar, cuándo estás en tu camino o cuándo te has desviado. Si sigues a tu guía lo sabes porque te sientes feliz, aunque estés cansado, o hambriento, o tengas sueño, o necesites hacer mucho esfuerzo. Nada de eso importa porque en el fondo te sientes feliz y sabes que puedes seguir. Te conozco y sé que desde el principio no has sido feliz intentando construir este molinillo. A ti esto no te gusta y por más que tu cabeza te dijera que era una gran idea, tu corazón no ha parado de decirte no, no y no. Lo que ocurre es que el corazón no habla con palabras y es más fácil ignorarlo. En cambio la mente, siempre tiene algo que decir.-
Susi miró a Alfredo con cara más que sorprendida: -No sé cómo lo haces, pero siempre lo explicas todo tan fácil que parece obvio dicho así... Y ahora me vas a decir que esto también te lo enseñó tu abuelo, ¿verdad?-
Alfredo siguió hablando: -En realidad, fue mi abuela, cuando me empeñé en que quería aprender a correr más rápido que los demás solo por ganar aunque, ya sabes, que yo detesto correr. Creo que no se podía estar de peor humor del que yo estaba haciendo algo que me resultaba tan aburrido para mí, y eso, que llegué a ser el más rápido de todos...-
-¿El más rápido de todos?¿Con esas patitas tan cortas?¡Imposible!- pensó Susi y le preguntó sin querer ofender: -Eras el más rápido, ¿en serio?-
-De todos mis primos. Aquí donde me ves soy de los más altos de la familia.- Le dijo Alfredo con orgullo.
-Ahh, eso tiene sentido.- Dijo Susi, asintiendo con la cabeza.-Bueno, volviendo a nuestro tema. Ahora que me lo has hecho ver, sé que tienes razón. Yo siempre escucho a mi mente y dejo que sea mi guía. No me había parado a pensar en si lo que hago me hace sentir feliz o no. Me puede más la idea de hacer lo que creo que quiero que pararme a sentir si de verdad eso es que lo quiero hacer. En realidad, lo que más me apetecía regalarte era una canción pero pensé que eso no te iba a hacer tanta ilusión a ti, aunque yo disfrutaría mucho componiéndote una hermosa canción que hable de los dos.-
-Pues te digo que me hará mucha ilusión escuchar tu canción. Sé que te hará feliz a ti escribirla y a mí escucharla. ¿Qué más se puede pedir? -le respondió Alfredo muy alegre.
En esos dos días que faltaban hasta el cumpleaños de Alfredo, Susi tuvo tiempo de sobra para escribir su canción, y lo hizo, en todo momento, prestando atención a lo que le decía su corazón.
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Cuentos infantiles. Susi y Alfredo, y sus grandes aventuras.
ContoHace bastante tiempo que Susi, la rana, y Alfredo, el sapo, se conocieron. Lo cierto es que ellos ya no lo recuerdan porque eran muy pequeños. Pero es una preciosa historia que me gustaría contar. Historia registrada en Safe Creative. Código de regi...