Capitulo 4: Señorita Amargada

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Estaba en el medio de mi habitación escéptico y desconcertado... acababa de recibir un beso y una cachetada en un trance menor a diez segundos ¿Andrea me besó? Esto era surreal.

-¿Qué fue lo que pasó, Samuel?- apareció Soledad en la habitación con mala cara.

-Pues ni yo sé – me sinceré fregándome la mejilla, aún me ardía, tenía la mano pesada la bruja condenada.

-Salió hecha una furia, ¿Qué le hiciste?- me culpó y se cruzó de brazos esperando mi respuesta.

-Nada, tu sabes que es una loca – me quejé- ¿Mira cómo me dejó? – y le señalé lo rojo que me había dejado la mejilla. Ella se acercó y vio la marca con desaprobación.

-¿Sabes que esto puede traer problemas a tus hermanos con Cayetana?- me retó como una madre a su hijo adolescente.

-No creo que Andrea diga nada- descarté la posibilidad de inmediato- No le conviene que su madre sepa que por borracha terminó acá- dije de forma lógica.

-¿Qué es lo que se traen ustedes?- me increpó poniéndose una mano en la cintura- No puede ser que cada vez que se vean peleen, incluso después de pasar tanto tiempo sin verse, Samuel.

-¿Qué quieres que te diga Soledad?- me ofusqué- Ella cada vez que me ve no pierde tiempo en insultarme, y yo no me voy a dejar como antes, no voy a dejar que ninguna mujer me vuelva humillar- dije, y no pude evitar que aparezca en mi mente el amargo recuerdo de Patricia.

-Está bien que te des tu lugar, pero también ¿Por qué no intentas llevar la fiesta en paz con ella? Andrea no es una mala mujer, todo lo contrario, y te lo digo yo que la críe- me dijo con honestidad- Los dos son buenas personas, tienen un sobrino en común, si se dieran la oportunidad de conocerse de verdad podrían llevarse mejor.

-No lo sé, Soledad. Eso va a estar imposible, ella me detesta- dije sentándome en el borde de la cama y comencé a sacarme los zapatos, con todo esto de Andrea aún seguía con el traje puesto.

Soledad suspiró.

-Bueno, cámbiate rápido que en unos minutos está lista la cena- habló y me dejó a solas en la habitación.

Esa mañana me levanté temprano, la escena que había vivido anoche no dejaba de repetirse en mi mente. La bruja resultó ser una completa caja de sorpresas. Aún no podía creer como se había atrevido a tanto, usó mi propia carta a su favor y esto de ninguna forma se iba a quedar así. Tenía que encontrar la manera de recuperar el control, y bajo ningún punto de vista iba a dejar que Andrea me vuelta a tratar como se le diera la regalada gana. Así, aunque besara bien ¿Qué besa bien? ¿Qué dicés, wey? Quitate esas ideas de la cabeza Samuel. Así besara como besara, o hiciera lo que hiciera, de lo único que estaba seguro es que la próxima no me dejaría vencer por una niña caprichosa y malcriada.

Me puse el traje y emprendí camino a la oficina sin desayunar, tenía un día cargado de trabajo y no podía perder tiempo.

Cuando llegué al banco Valeria me estaba esperando con un café bien cargado como siempre y con la agenda del día.

-Acompáñame a la oficina- le dije y seguí camino. Cuando dije que no podía perder tiempo, hablaba literalmente.

Rápidamente, en tanto tomaba mi café, mi secretaria me relató los compromisos de los cuales aún no estaba al tanto.

-Recuerde que hoy es la reunión con los nuevos inversionistas- me advirtió, y agradecí profundamente tener una empleada tan eficiente.

-Gracias, Valeria, por poco se me pasa – le confesé, mientras colgaba mi saco en el perchero.

El amor es fuerza - Samuel y AndreaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora