Capitulo 12: La peor noticia

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¿Se puede extrañar a una persona con la que solo discutes, con la que no puedes siquiera mantener una conversación en paz? ¿A una mujer que lo único que hizo siempre fue insultarte y humillarte cuantas veces pudo? ¿A una bruja insoportable? ¿Una amargada? Sí, Andrea era todo eso, pero también, tenía la mirada más hermosa que había visto en toda mi vida.

No entendía me estaba pasando, pero de repente no podía quitarla de mi mente. Hacía una semana, que no compartíamos más que un saludo. Llegaba tarde todos los días a la oficina por ir a los limites buscando encontrármela. Sin embargo, cada que vez que visitaba los linderos, Andrea apenas emitía palabra. Supervisaba junto a sus vaqueros el trabajo de la cerca, se montaba en su caballo y volvía a desaparecer.

La esperé en la semana en el banco, ya que aún faltaban detalles para terminar el trámite de las cuentas corrientes. Me ilusioné con la idea de verla y poder conversar, al menos. Pero me llevé la sorpresa que había enviado a su contador personal. Parecía como si ya no quisiera tener el mínimo contacto conmigo, ni para fastidiarme o echarme a perder el día como siempre.

Llegó un punto donde la situación me desesperaba, antes al menos peleábamos, pero ahora ni eso. A pesar, de habernos declarado una tregua, Andrea seguía siendo la misma. Ni debía de haberme sorprendido. ¿Qué esperabas, Samuel? ¿Qué iban a ser amigos? Por favor. Ella había sido muy clara. Esto no era nada más que una pose. Ella odiaba tanto nuestra familia como su madre, y más me detestaba a mí. Solo lo hacía por sus hermanas, como yo debería de hacerlo solo por mis hermanos.

Me encontraba en los límites entre el rancho Alcazar y el rancho Del Junco junto a Flavio y Arturo. Del otro lado, estaban Leonardo, Cayetana y Andrea. Hoy se terminaba la disputa por la bendita cerca.

-Pues según estos documentos, las cercas están siendo colocadas correctamente - declaró el Capitán Fernández, jefe de policía de Houston y un viejo amigo de mi papá, a quien consideraba como un segundo padre.

-Pues yo no me fío de estos hombres, Fernandez- desconfió Leonardo con cierto dejo de ironía.

Observé como Arturo, que estaba a mi lado, tomó una bocanada de aire. Estaba haciendo un gran esfuerzo por no responderle. Le hervía la sangre por dentro.

-Son las medidas indicadas por el agrimensor que ustedes eligieron – les aclaró Cabrera, el asistente de policía.

-¿Puedes mostrarme los documentos, Néstor?- le exigió Cayetana al Capitán.

Unos pasos de atrás de ella se encontraba Andrea, completamente abstraída de la situación, acariciaba a Diablo. Me causó ternura, jamás pensé que la brujita pudiera causarme ternura.

-Por supuesto- dijo el Capitán y creo que les alcanzó los papeles, pero no supe. Estaba hipnotizado viendo a Andrea. Fue un instante mínimo que nuestras miradas se cruzaron, pero ella bajó la cabeza de inmediato cortando el contacto. No entendía que le pasaba conmigo. ¿Tanto rechazo le provocaba o qué?

-Creo que está claro que nunca quisimos robarles- habló Flavio, y me regresó a la realidad.

-Nosotros somos hombres honestos, de palabra, aunque usted no lo quiera creer, señora- continuó Arturo.

-¿Hombres honestos?- preguntó Leonardo sarcástico- Entrar a una casa bajo engaño no me parece de hombres honestos- afirmó burlonamente.

-Lo que pasa es que el descaro no tiene límites, Leonardo- ironizó Cayetana.

-Nosotros nos equivocamos y pagamos. Y le dimos las explicaciones a quienes se las debíamos- intervino Arturo enfadado, caminando unos pasos hacia ellos pero con Flavio lo detuvimos antes que fuera tarde.

El amor es fuerza - Samuel y AndreaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora