Al igual que en el cementerio de la iglesia con Miles, todo el asunto se nos vino encima. Como para mí tenía su importancia el hecho de que aquel nombre nunca hubiera sido pronunciado entre nosotras, la rápida y vengativa mirada con que lo encajó la cara de la niña hizo que mi violación del silencio sonara como la rotura del vidrio de una ventana. Se sumó el grito, como de intentar contener el golpe, que profirió la señora Grose en el mismo instante de mi violencia, un grito de animal asustado, o más bien herido, que a su vez, un segundo después, fue seguido de mi propio suspiro. Cogí el brazo de mi colega.-¡Está allí, está allí!
La señorita Jessel estaba delante de nosotras en la otra orilla, exactamente igual que la otra vez, y es curioso que recuerde mi primera impresión, un escalofrío de alegría por tener, por fin, una prueba. Estaba allí y yo tenía razón, estaba allí y yo no era cruel ni estaba loca. Estaba allí para la pobre y asustada señora Grose, pero estaba allí, sobre todo, para Flora; y quizá ningún otro momento de aquella monstruosa temporada fue tan extraordinario como aquel en que, conscientemente, le envié un inarticulado mensaje de gratitud, con la sensación de que, siendo como era un demonio pálido y famélico, lo captaría y lo entendería. Se erguía tiesa en el lugar que mi amiga y yo acabábamos de dejar y en toda aquella aparición no había ni una pulgada en que no brillara su maldad. Aquella primera y vívida impresión duró pocos segundos, durante los cuales interpreté los guiños de la señora Grose hacia donde yo señalaba como la confirmación de que también ella veía al fin, hasta que mis ojos fueron precipitadamente arrastrados hacia la niña. Entonces la revelación de cómo afectaba a Flora, me asustó mucho más de lo que me hubiera sobresaltado descubrirla también simplemente nerviosa, aunque, desde luego, tampoco esperaba una súbita consternación. Preparada y en guardia, como la había puesto nuestra persecución, reprimiría cuanto la traicionara; y por eso me conmovió en seguida, en la primera mirada, por lo inesperado. Verla sin la menor agitación en su carita sonrosada, ni siquiera simulando mirar hacia el prodigio, sino, en lugar de eso, tan sólo mostrándome una expresión seria, dura y serena, una expresión absolutamente nueva y sin precedentes, y que parecía interpretar y acusar y juzgarme, fue una especie de toque mágico que de alguna forma convertía a la propia niña en la mismísima presencia capaz de acobardarme. Me acobardé, aun cuando nunca había sido mayor que en aquel instante mi certeza de comprenderlo absolutamente todo, y ante la inmediata necesidad de defenderme, reclamé vehementemente su testimonio.
-¡Está allí, pequeña desgraciada! ¡Allí, allí, allí, y la estás viendo tan bien como yo!
Poco antes había dicho a la señora Grose que en aquellos momentos Flora no era una niña sino una vieja, y esta definición no pudo ser mejor confirmada que por cómo, por toda respuesta, sin la menor concesión ni admisión, me demostró con los ojos un desprecio cada vez más profundo, una verdadera, repentina y absoluta reprobación. En aquel momento -si es que puedo aunarlo todo- estaba más espantada por lo que bien podría llamar sus maneras que por todo lo demás, aunque, al mismo tiempo, me iba dando cuenta de que también la señora Grose iba a darme un motivo de disgusto, y de qué manera. Efectivamente, al momento siguiente, mi compañera, con la cara congestionada y un tono de irritada protesta, me gritó recriminatoriamente:
-¡Qué ocurrencia más espantosa, señorita! ¿Dónde ve usted algo?
Sólo pude agarrarla con mayor fuerza todavía, pues mientras hablaba la terrible y clara presencia permaneció impasible. Ya había durado un minuto y duró mientras continué sujetando a mi colega, casi empujándola hacia ella y mostrándosela, insistiendo con la mano extendida:
-¿No la ve usted como nos vemos nosotras? ¿Es que no la está viendo ahora..., ahora mismo? ¡Es tan grande como una hoguera! ¡Limítese a mirar, buena mujer! ¡Mire!
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HENRY JAMES OTRA VUELTA DE TUERCA (The Turn of the Screw, 1898)
ClassicsOtra vuelta de tuerca es una historia inquietante, atrapa desde la primera página, con giros constantes durante la narración en los que el lector tendrá la duda sobre los hechos contados¿Son reales las apariciones fantasmales o todo es todo fruto de...