¿Mi pareja de sangre?

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No había pegado ojo en toda la noche, estaba demasiado preocupada por mi hermano. No sabía nada de él, ya que no podía contactar mentalmente. La luz del sol entraba por la ventana, pero para mi sorpresa, vi que los cristales de las ventanas, estaban tintados. No era un color exactamente, era como una especie de aceite que bañaba los cristales. Me levanté de la cama y fui directa al cuarto de baño, necesitaba una ducha urgentemente. Me miré en el espejo y me vi... diferente. Mi pelo color caoba era más brillante y mi ojos azules eran más intensos. Me lavé la cara y me metí en la ducha, sí, lo sé, es algo surrealista, pero me encanta el agua. Acomodé la temperatura del agua a mi gusto y me metí en la ducha, miles de pensamientos anidaban en mi mente.

¿Cómo podía ser yo un vampiro? ¿Cómo estaba mi hermano? ¿Y mis padres? ¿Y mi hermana? ¿Mis padres también son como nosotros? ¿Qué es compañera de sangre? ¿Por qué no puedo contactar con Ares? Todo eran preguntas sin respuesta, o al menos yo no las tenía.

Salí del cuarto de baño una vez estuve seca y me iba a poner la ropa del día anterior cuando vi que en el armario de la habitación tenía ropa nueva. ¿Quién habría puesto esa ropa ahí? ¿Era para mí? La verdad es que era ropa bastante bonita. Cogí un pantalón vaquero oscuro y una camisa color rosa palo, lo dejé encima de la cama y me puse la ropa interior, sí, también tenía ropa interior nueva. Me vestí y en ese momento alguien llamó a mi puerta. Fui a abrir y mi alegría no podía ser mayor. Ares.

- Ares. – me lancé a sus brazos y lo abracé muy fuerte. Su olor era mucho más fuerte, pero no era demasiado desagradable. La verdad es que olía a perro mojado. Se separó de mí y me miró con esos ojos castaños que tanto me gustan.

- Hermanita, ¿cómo te encuentras? He intentado contactar contigo, pero no he podido. – me miró con cara triste pero en seguida fue sustituida por una cara de intriga.

- Yo también intenté contactar contigo, pero no pude y me dijeron que estabas... encerrado. – lo miré a los ojos, intentando descifrar su mirada, pero estaba sellado, no podía leer nada en él.

- Si bueno... ¿te lo han contado? – asentí y continuó hablando. – la verdad es que fue bastante vergonzoso, un chico llamado Chris me ayudó a llegar a mi habitación mientras tú estabas en la enfermería, al parecer te habías desmayado, bueno, me ayudó y me tumbé en la cama, era luna llena y de repente noté mucho dolor en el cuerpo, estaba entumecido y la boca me dolía horrores, grité y grité pero no sirvió de nada. Para cuando me quise dar cuenta estaba a cuatro patas y lleno de pelo. Me había convertido en un maldito perro gigante, y ese chico no ayudó demasiado, me puse muy agresivo al sentir su olor, era demasiado desagradable y le ataqué, no pude evitarlo. Me lancé hacía él e intenté morderle, pero me dio un puñetazo y retrocedí, después de eso me encerró en la habitación. No recuerdo nada más hasta esta mañana. – me quedé anonadada escuchándole. ¿Podía ser cierto todo esto? Al parecer sí.

- Bueno... yo también he tenido un encuentro un tanto especial con ese chico. – me miró con una ceja enarcada y por un momento me entró la risa, esa risa tonta que me suele entrar cuando algo es demasiado surrealista. – Desperté cuando tú ya estabas en la habitación y Chris estaba conmigo, de repente me entró mucha sed y le mordí, bebí de su sangre y sabía a tortitas con sirope de arce. – me miraba completamente horrorizado, y no era para menos. De repente empezó a temblar y la risa vino después, estalló en carcajadas como el que no quiere la cosa. Se retorcía y se tocaba la barriga.

- Y lo dices tan normal, hermanita lo tuyo es grave. – y siguió riéndose, la verdad es que a eso no le encontraba la gracia, pero al parecer él sí, y mucha.

- No tiene gracia, le he chupado la sangre a otra persona, y lo más extraño es que parece que hacer eso es de lo más normal. – grité, no pude evitarlo pero mi voz se alzó unos cuantos tonos por encima del mío. Mi hermano paró de reírse y me abrazó.

Gen V & HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora