Flashback

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Estaba sentada en el sofá del salón, mi hermano Ares estaba a mi lado, ambos veíamos dibujos en la televisión mientras mamá preparaba unas galletas. Papá seguía en su despacho y sabíamos que no había que molestarlo. De repente sonó el timbre y mamá me dijo que abriera la puerta. Cuando abrí, un señor muy mayor estaba parado frente a mí, llevaba un sombrero muy raro y una caja bajo el brazo. Me saludó con una inclinación de cabeza y yo me asusté, de repente mis colmillos comenzaron a salir, me arrepentí en seguida, ya que mamá dice que eso no está bien y que no debo dejar que los colmillos salgan de mi boca, que tengo que aprender a controlarlos. Ares también tiene cosas raras como yo, a él le salen garras cuando se enfada y a veces jugamos, pero mamá nos regaña. Ese hombre me miraba todo el rato y yo seguía en posición de defensa hasta que olí algo delicioso, no sabía lo que era, ya que nunca lo había olido, pero lo ansiaba. Deslicé mis ojos a la caja que llevaba bajo el brazo y la observé con curiosidad, entonces mamá apareció de la nada y yo escondí mis colmillos rápidamente.

- Hola Damián, adelante. – dijo mi mamá, el señor llamado Damián entró en la casa y le dio un beso en la mejilla a mamá, a lo que ella le correspondió. Mi hermano se levantó del sofá y vino hacia nosotros con las garras sacadas, yo lo miré y él me miró y ambos miramos a mamá, ésta nos miraba con el ceño fruncido.- Ares, guarda eso. Recuerda que no es un juguete y todavía eres muy pequeño para ello.

- Veo que están demasiado avanzados. – dijo el señor Damián.

- Si bueno... maduran antes de lo que toca, supongo que será por la mezcla. Mike les da unas hierbas para ralentizar la transformación, pero no hay manera. – mamá negó con la cabeza, mientras mi hermano y yo no comprendíamos nada.

- Si eso está ocurriendo en este preciso instante, es porque hay otro ser con los mismos genes que ellos cerca. Ese ser tiene demasiada energía y eso a ellos les atrae, provocando estas pequeñas transformaciones... Jane, estas embarazada. – dijo el señor Damián. Mamá se tocó el vientre y nos miró confundida.

- Pero... yo debería saberlo, no noto nada y las lobas tenemos el instinto de la manada muy desarrollado. – dijo mamá.

- Lo sé, pero este bebé no es como ellos. – el señor Damián nos miró a ambos con cariño antes de dirigirse al despacho de papá.

- No os preocupéis niños, id a jugar. – Ares se fue otra vez al sofá a ver los dibujos, pero a mí me entró demasiada curiosidad y seguí a ese señor hasta el despacho de mi padre.

Estaba muy oscuro, pero podía escuchar sus respiraciones y podía oler el contenido de esa caja. Era realmente apetitoso, pero no sabía lo que era. Esperé hasta que hablaran y por un momento tuve pánico de que me descubrieran. Pero cuando los escuché hablar, volví a respirar.

- Hijo, he traído sustento. – dijo ese hombre.

- Gracias papá, es una alegría volver a verte después de tanto tiempo. – vi como papá abrazaba a ese hombre y le llamaba papá. ¿Papá? ¿Ese hombre era mi abuelo? No sabía lo que era un abuelo, pero en el colegio decían que son los padres de nuestros padres. Papá abrió la caja y no pude evitar olfatear más fuerte de lo normal, me oyeron y en menos de un segundo papá estaba junto a mí.

- Pequeña, no deberías estar espiando a los mayores, anda ven aquí. – papá me cogió en brazos y me dio un gran abrazo. Nos acercó al señor Damián y este me acarició la mejilla con ternura, tal y como lo hacía mamá por las noches antes de dormir. – Ann, quiero presentarte a alguien muy especial. – señaló con un dedo al señor Damián. – Este señor es mi padre, y eso quiere decir... - no terminó la frase, esperando a que yo lo hiciera por él.

- Es nuestro abuelo. – yo no dije eso, me giré y vi a mi hermano parado en la puerta del despacho de papá. ¿Cuándo había llegado?

- Exacto pequeño Dios de la guerra. – dijo mi nuevo abuelo.

- ¿Lo ves hermanita? Hasta el nuevo abuelo dice que soy el Dios de la guerra, deberías rendirte ante mí. – hizo un acto teatral y yo pataleé encima de papá para que soltara, pero él parecía saber mis reales intenciones y no lo hizo.

- Papá... ¿qué traía el abuelo en la caja? Huele muy bien. – papá me miró a mí y al abuelo alternativamente mientras Ares frunció el morro.

- Es una comida especial cariño, para ti y para mí. – se me agrandaron los ojos en cuanto supe que podía probar aquella cosa tan deliciosa.

Papá me bajó de su brazo y terminó de sacar aquellas bolsas de plástico de la caja, eran bolsas con un líquido rojo, parecía el zumo de tomate que desayunaba él en las mañanas. El abuelo nos miraba expectantes, al parecer era un espectáculo ver cómo veía aquellas bolsas con todo el deseo del mundo. Mamá apareció en el umbral de la puerta y pidió explicaciones, papá se las dio, pero ella no parecía muy convencida de que yo comiera esa cosa tan rica. Papá en cambio dijo que sí y el abuelo lo animó.

- Venga cariño, pruébalo. – papá me sirvió un poco de esa bolsa en mi taza del desayuno y no pude evitar olerlo primero, olía demasiado bien. Después, cuando puse la taza en mis labios y di un pequeño sorbo, no pude parar hasta que me terminé todo el vaso. - ¿Te ha gustado verdad? – preguntó papá. Todos me miraban y yo asentí. Estaba muy rico y quería más, pero papá dijo que esa sangre en realidad no era para nosotros, sino que era para mamá, no entendí muy bien el por qué, pero papá me dejó claro que no debía tocar esa comida, y así lo hice.

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Gen V & HDonde viven las historias. Descúbrelo ahora