NARRA ARES
Mi hermana está loca, quiere que me haga pasar por gay. Ni si quiera sé cómo tratar a un gay, aunque supongo que será lo mismo que con una tía. Los pasos que estaba escuchando se han detenido, por lo que tengo tiempo de pensar en lo que tengo que decir y hacer. Le haré la pelota y... no lo sé, Dios, ¿Por qué me toca a mí siempre hacer las cosas sucias? Soy un hombre lobo, joder, no debería tener que hacer esto. No tengo nada en contra de los homosexuales, pero es que esto es demasiado raro, ¿y si me viola? Estoy aterrorizado y hay algo que me aterroriza más, ¿y si a mí también me gusta? <<Ares, relájate, eres un macho y te gustan las hembras, lo sabes, lo sé y lo saben todos. >> me dice mi hermana.
<<No te metas en mi cabeza>>
La puerta se abre y un chico joven entra en la habitación, lleva un uniforme verde, por lo que debe de ser el enfermero del que habla Ann.
- Hola, ¿cómo te encuentras? – me pregunta echándole un vistazo a mis goteros.
- Pues igual que hace un rato. – digo cortante. No debo ser tan borde, tengo que ser más... ¿dulce? Sí, eso. – Quiero decir, me encuentro muy bien, y más ahora que... has venido a verme. – dios, qué difícil es esto, lo miro y le sonrío. Si mi hermana me viera en estos momentos se estaría partiendo el culo de mí, haría palomitas y admiraría la escena.
- Vaya, gracias. Permíteme que te mire las heridas del pecho. – se acerca a mí y me acaricia el torso más de la cuenta, me está cabreando y mucho, pero mantengo esa maldita sonrisa en los labios. Veo en sus ojos el deseo y yo me estoy cagando en la madre que lo parió. – Ya están mucho mejor, el antibiótico te está yendo bien.
- Menos mal que estás tú aquí para cuidarme, nadie ha venido a verme. – intento poner cara de corderito, una táctica que suelo utilizar para que las chicas se acerquen a mí, y al parecer con él también funciona, ya que en menos de dos segundo lo tengo sentado en la cama a mi lado.
- Tranquilo, seguro que viene alguien. – me acaricia la mano, ¿esto está permitido? No debería intentar ligar con pacientes y menos con menores de edad. Espero que todos los gay no sean tan salidos y desesperados.
- Bueno... me conformo contigo. – le guiño el ojo, eso nunca falla y me está cansando este juego. No tengo ni puta idea de cómo hacer que me quite esta mierda de esposas. Veo como se sonroja y mira hacia la ventana, parece estar pensando algo y de repente me mira, le brillan los ojos y yo me estoy acojonando. Cada vez está más cerca y... joder, si con los gay ocurre lo mismo que con las chicas... eso quiere decir... ay por mi madre, quiere besarme. No, eso sí que no, no voy a besar a un tío. Qué asco. Veo que se sigue acercando y me veo obligado a cerrar los ojos, no quiero verlo, sea lo sea que vaya a pasar prefiero no verlo. Noto como sus labios rozan con los míos e instintivamente hago una mueca de asco, pero me recompongo en seguida. Esto tiene que salir bien y es la mejor oportunidad que tengo, a pesar de las circunstancias. Al fin y al cabo, el fin justifica los medios. Cuando separa su boca de la mía, sigo con los ojos cerrados, no quiero mirarlo, pero me obligo a hacerlo. Entonces se me enciende la bombilla.
- Lo siento, no debería haberte besado, yo... será mejor que me vaya. – me dice mientras se levanta, mierda, que no se levante.
- Tranquilo, me ha encantado. – finjo la mejor sonrisa del mundo y le digo que se vuelva a sentar donde estaba. - ¿me dejas acariciarte?
- No puedes, estas esposado. Aunque... yo sí puedo hacerlo, si quieres claro. – me guiña un ojo y a mí se me revuelve el estómago. Si se me hace difícil seguirle el juego, escucharle ya es apocalíptico.
- No es necesario... - no quiero que me toque, joder. Aparta de mí Satanás. Veo que agacha la cabeza, avergonzado, joder, es igual que una chica. – quiero decir, es que me gusta más hacer que, que me hagan. – le sonrío y veo que él también lo hace, Ann me va a deber una muy grande después de esto. - ¿Podrías quitarme esto? Es muy incómodo, y sinceramente, necesito acariciarte. – le miro con intensidad, sé que soy irresistible. Veo como la duda lo atraviesa, está debatiéndose entre el deber y el deseo. Pero querido amigo, el deseo siempre gana.
- No sé si debería, además esto no está bien, si alguien se entera... me despedirán. – lo que me faltaba, primero tengo que aguantar que me bese, seguirle el rollo y encima ahora quiere que le ruegue... yo después de esto me suicido.
- Nadie se va a enterar, venga guapo, quítame esto y déjame enseñarte de lo que estoy hecho. – le vuelvo a guiñar el ojo y veo como se ruboriza, que bribón, al parecer eso si le ha convencido, saca una llave de su bolsillo y me quita las esposas. Veo como espera a que le acaricie, me desea y eso me produce repelús, pero a la vez me aumenta el ego. Me gusta sabes que causa la misma sensación en mujeres y hombres. – Lo siento querido, pero no tengo otra opción. – digo con unos tonos de voz más agudos que el mío y le pego capón en la cabeza, al parecer demasiado fuerte, ya que se queda inconsciente en el acto. Menos mal que estaba sentado en la cama. Me arranco los goteros y los cables y me levanto de la cama. Le quito del cuello la tarjeta y agudizo el oído para saber si es seguro abrir la puerta ahora. Cuando no oigo ningún ruido, abro la puerta y salgo a un gran pasillo, es demasiado ancho y todo blanco, da miedo. Intento contactar con mi hermana.
<<Ann, estoy fuera>>
<<¿Has salido del armario?>>
<<Estúpida, que estoy fuera de la habitación>>
<<Ya lo sé, sólo era broma, ven a por mí>>
<<Vale, pero... ¿en qué habitación estás?>>
<<No lo sé>>
Dios, esta niña es tonta, ¿por qué? ¿por qué a mí? Soy bueno... intento rastrear a mi hermana en el aire, pero es que todo el ambiente huele a putrefacción. Esto está lleno de habitaciones, y de todas viene el mismo olor. ¿Cómo voy a encontrarla? Camino por el pasillo en busca de un baño o algún sitio donde poder esconderme. Alguien viene hacia aquí y no puedo permitir que me vean. Encuentro una habitación que dice: PROHIBIDO EL PASO A PERSONAS AJENAS AL CENTRO. Yo soy una persona ajena al centro, por lo tanto lo tengo prohibido, por lo tanto... me encanta. Entro en la habitación y veo que es como una lavandería con un montón de sábanas y uniformes. ¿Uniformes? Mmm... podría disfrazarme de enfermero, aunque... están usados. Joder, qué asco. Siempre me tocan los trabajos sucios. Me cambio de ropa rápidamente y me cuelgo la tarjeta de acceso al cuello. Menos mal que no es de esas que tienen foto de identificación. Salgo del cuarto de la lavandería y ando por los pasillos en busca de un olor menos repugnante, ya que aunque mi hermana sea una vampira, su olor se me hace muchísimo más soportable que el resto. Varias personas pasan por mi lado y ninguna parece reconocerme, perfecto.
<<Hermanita, necesito que agudices tu olfato, si me hueles me lo dices>>
<<De acuerdo>>
Sigo caminando, lo más cerca posible de las puertas para que a mi hermana le llegue mi olor.
<<Creo que te huelo, espera, sigue un poco más>> - dice Ann.
Camino un poco más y me acerco hasta la última puerta del pasillo, al lado de las escaleras. Perfecto, por ahí podremos escapar.
<<Necesitas una ducha Ares, la guerra no te sienta bien>>
<<Lo que no me sienta bien es ser tu hermano>>
Acerco la tarjeta a la puerta y esta se abre. Ann abre unos ojos como platos y veo que Chris está con ella. Me indica que le quite las esposas, busco en los bolsillos de la camisa, la llave no está. Mierda, joder, después de todo... va y se me olvida la llave.
N2
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Gen V & H
VampireMisterio, fantasía, amor y acción. Esta novela relata la historia de dos hermanos que se ven envueltos en un mundo muy diferente. Sus padres los han enviado a un internado de gente... diferente ¿por qué? para mantenerlos a salvo, ¿de qué? de eso se...