Amenaza

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No pude dormir en toda la noche. Eran las seis de la mañana, así que me levanté y fui directa al cuarto de baño a darme una buena ducha y quitarme el sudor del cuerpo. Toda la noche había estado ideando una especie de plan para conseguir romper ese acuerdo de sangre entre Chris y Carolina. Chris me dijo que un pacto de sangre se rompe con sangre, y aunque no sabía demasiado bien lo que eso significaba, había visto demasiadas películas fantásticas, por lo que deduje que alguien debía morir. Mi forma de ser había cambiado en la transformación, así que mis instintos también. Me había vuelto muy agresiva y eso me asustaba, tenía pensamientos asesinos y deseos ocultos. Si era necesario matarla para conseguirlo... Lo haría.

Salí de la ducha reparadora, después de haber ideado un gran plan, conseguiría que ella fuese quien atacara primero. Me vestí con unos pantalones vaquero claro y una camiseta de tirantes rosa claro y un jersey de punto blanco encima. Me puse las zapatillas negras y preparé mi mochila para las clases. Según el horario me tocaba entrenamiento, seguramente sería educación física. Cuando abrí la puerta de mi habitación para dirigirme a la cafetería, vi a Chris parado en frente. Me miraba, parecía analizarme y yo me sentía desnuda bajo su atenta mirada, me aterraba, tenía miedo de que averiguara mi plan solo con mirarme. Dio un paso adelante y yo hice lo mismo. Me dijo que entrara de nuevo en la habitación, que debíamos hablar, y le hice caso. Entré en la habitación y él me siguió, cerrando la puerta tras de sí.

- ¿Cómo has dormido? – preguntó.

- ¿De eso querías hablar? – me crucé de brazos, estaba enfadada con él y realmente no sabía el motivo, pero mi nueva faceta temperamental hizo mellas en mí.

- No, sólo era una pregunta. Quería decirte que olvidaras todo lo que te dije ayer, fue una idiotez contártelo y de verdad que lo siento, pero es mejor que lo dejemos aquí. – agachó la cabeza, no sé si por arrepentimiento, vergüenza o las dos cosas, pero yo estaba demasiado cabreada como para dejar pasar esto como si nada.

- ¿Qué lo dejemos aquí? – me miró. - ¿Qué tenemos que dejar aquí? No somos nada y según tú no lo vamos a ser porque tienes un pacto de sangre o vete tú a saber qué cosa. – alcé la voz y él arrugó las cejas tanto que parecían una sola. – No sé para qué has venido, si no quieres luchar y ser un amargado toda tu vida, me parece perfecto, pero no me vengas jodiendo. – su mirada me penetraba y parecía que iba a explotar en cualquier momento, daba real pavor, pero no me amilané, quería que él me viera fuerte y que me viera capaz de enfrentar las adversidades del destino.

- Deberías ser más comprensiva. – su tono de voz cambió a más suave, aunque de poco sirvió, ya que yo echaba humo por las orejas.

- ¿Comprensiva? Oh, espera, ¿me estás diciendo que tengo que dejar ir a mi compañero de sangre por un simple pacto? Ni de coña. – me acerqué a él de forma amenazante y él dio un paso adelante con la misma postura, ambos nos retábamos con la mirada y no pude evitar deslizar mis ojos a sus carnosos y hermosos labios, ansiaba morderlos y absorberlos con todo mi ser, pero ese no era el momento, debía mantenerme firme y con credibilidad. Alcé la mirada y vi que Chris estaba haciendo exactamente lo mismo, admiraba mis labios con deseo y eso hizo que algo dentro de mí se encendiera, me excité demasiado rápido como para poder controlarme y en menos de un segundo lo tenía acorralado contra la pared de mi habitación, observándolo a menos de cinco centímetros de mí. Su respiración entrecortada hacía juego con la mía. Podía oír el latir de su corazón y las palpitaciones en su cuello. Vi la marca que le dejé y ansié morderla con todas mis ganas y beber de él para hacerlo mío. Pareció leer mi mente e hizo una inclinación para darme un completo acceso a su yugular, pero no hice nada. Sorprendentemente me aparté de él, luchando contra mis instintos, pero supongo que aún había algo de humana en mí y pude controlarme de alguna manera. Él me observaba silencioso, pero no pude descifrar su semblante. Se acercó a mí, pero yo me alejé lentamente hasta chocar con otra pared, entonces en menos de un segundo y a la velocidad de la luz, él estaba frente a mí. Nuestras narices chocaban y nuestros alientos se mezclaban. Olía demasiado bien y me entró demasiada hambre como para poder controlarme esta vez. Levantó su mano derecha y me acarició la mejilla, no sin antes titubear un poco. Me acariciaba con ternura y amor, no quería perderlo, pero tampoco tenía demasiadas esperanzas. Miró mis labios más tiempo del permitido y alzó la vista hasta mis ojos, pidiéndome permiso para hacer lo que tanto ansiaba. Me besó. Me besó de manera dulce, suave, con delicadeza, pero pronto eso se convirtió en un beso agresivo y apasionado, ya que nuestros colmillos no tardaron en aparecer debido a la excitación. Me hizo sangre en el labio y la absorbió con la lengua, como si fuera la cosa más deliciosa, un manjar. Cuando lo hizo, sus ojos se volvieron negros y entonces lo supe, por instinto o por simple presentimiento, sabía que me iba a morder, que me iba a hacer suya, que me iba a marcar. Me cogió la cabeza con ambas manos pero con toda la delicadeza del mundo, inclinó mi cuello y me olió dejando suaves besos por el camino y lamiendo el lóbulo de mi oreja. Lamió la zona en la que iba a morderme y todo pasó demasiado rápido. Noté sus colmillos rompiendo mi piel y absorbiendo mi sangre, estaba completamente extasiada y excitada, era demasiado para mí. Mis gemidos invadían la habitación mientras Chris seguía chupando de mí, absorbiéndolo todo. Le agarré del cabello con rudeza y soltó un pequeño gemido que me hizo llegar al límite, cuando estaba a punto de explotar... paró. Me miró a los ojos y volvió a besarme rudamente, sus labios chocaban con los míos mientras gotas de sangre caían a nuestro alrededor, nos estábamos destrozando los labios, pero eso no importaba, no dolía, sólo excitaba demasiado. Lo agarré del pelo y él puso sus manos en mi culo para después alzarme y hacerme enrollar mis piernas en sus caderas, seguimos besándonos y me despojó de las prendas, arrancándolas y tirándolas al suelo. Me llevó hasta la cama y me lanzó a ella para después quitarse su ropa rápidamente y colocarse encima de mí con habilidad. Sus manos recorrían cada centímetro de mi cuerpo, adorándome y eso me hizo convulsionar. Me daba besos por el cuello y por el arco de mis pechos, volvió a mis labios y me besó, me besó como si el mundo fuera a acabarse en cuestión de segundos, y tal vez lo hizo... alguien entró en la habitación con demasiada urgencia dando un gran portazo que hizo que ambos nos sobre saltáramos.

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