El amanecer se desplegaba con lentitud, pintando el cielo de un gris pálido que aún se negaba a ceder ante el azul. Los primeros destellos del sol se filtraban a través de las cortinas de lino, y el aire fresco de la mañana se colaba por la ventana entreabierta, rozando con delicadeza los rostros dormidos dentro de la habitación. El silencio era casi sagrado, roto únicamente por el suave ritmo de la respiración de los bebés en su cuna, y por el tenue sonido del viento que agitaba las hojas del árbol frente a la casa.
SeulGi abrió los ojos lentamente, como si su cuerpo hubiera despertado antes que su mente. Durante unos segundos, permaneció inmóvil, observando cómo los rayos de luz se deslizaban por el suelo, hasta iluminar parte del rostro de JooHyun, que dormía a su lado. Su cabello oscuro se extendía por la almohada, enredado y cálido, y sus labios entreabiertos dejaban escapar un suspiro ligero, tranquilo, casi infantil. Fue en ese momento cuando SeulGi sintió algo profundo agitarse dentro de ella: una mezcla de paz y dolor, de amor absoluto y rabia contenida.
Amor, porque frente a ella estaba la mujer que se había convertido en su refugio y su hogar. Dolor, porque ese mismo amor había sido manchado, manipulado, y puesto en riesgo. Durante tanto tiempo había evitado pensar en SeHun, en el daño que sus sombras seguían causando, en la red de miedo y silencio que él había tejido alrededor de su familia. Pero ahora, al mirar la tranquilidad de esa escena, SeulGi comprendió algo con total claridad: nada ni nadie volvería a amenazar lo que había construido.
Se incorporó con cuidado, evitando hacer ruido. Se inclinó sobre JooHyun, apartando con suavidad un mechón que se había pegado a su mejilla, y depositó un beso lento sobre su frente.
— Descansa, amor . . . —murmuró con voz apenas audible, como si temiera romper la quietud de ese instante—. Yo me encargo.
Sus palabras se desvanecieron en el aire, pero el juramento quedó grabado en su mirada. Se vistió en silencio, tomó su abrigo del perchero del pasillo y, antes de salir, volvió la vista hacia la puerta entreabierta del dormitorio. Podía ver la silueta de JooHyun y los pequeños movimientos de los bebés mientras dormían. Aquella imagen —tan sencilla, tan frágil— se convirtió en su impulso final. Cerró la puerta con lentitud y salió.
El trayecto hasta la oficina fue largo y silencioso. Las calles aún estaban vacías, y el cielo, cubierto por una neblina suave, parecía extenderse hasta el infinito. La ciudad despertaba despacio, con el ruido de los primeros autos, el murmullo de las cafeterías abriendo, y el vapor de los puestos callejeros levantándose como humo blanco entre las esquinas. SeulGi conducía sin encender la radio, con las manos firmes en el volante y el corazón latiendo con una calma extraña, casi artificial. No era miedo. No era ira. Era una quietud que precede a las decisiones irrevocables.
Al llegar a la empresa, apagó el motor y permaneció dentro del auto unos segundos, observando su propio reflejo en el parabrisas. Tenía los ojos oscuros, cansados, pero llenos de determinación. Inspiró profundamente, dejando que el aire frío llenara sus pulmones, y entonces bajó del coche.
Dentro de su oficina, el silencio era absoluto. El reloj digital sobre el escritorio marcaba las 7:10 de la mañana. Nadie más había llegado. Encendió el monitor, se quitó el abrigo y se quedó mirando por la ventana. Desde allí, la ciudad se veía pequeña, atrapada bajo una luz grisácea que parecía borrar los contornos de los edificios. Era una vista que solía darle paz, pero esa mañana sólo le recordó lo efímero que podía ser todo.
Después de unos minutos, tomó el teléfono. Lo sostuvo entre las manos, sintiendo el peso invisible de la decisión. Sabía que si marcaba ese número, nada volvería a ser igual. Marcó.
Tres tonos. Cuatro. Y entonces, la voz de SeHun atravesó la línea, cargada de esa familiar arrogancia que a ella siempre le había resultado intolerable.
ESTÁS LEYENDO
LITTLE, LITTLE || SeulRene (IRENE + SEULGI)
Fiksi Penggemar「𝗗𝗮𝗺𝗲 𝘂𝗻 𝗽𝗼𝗰𝗼, 𝘂𝗻 𝗽𝗼𝗰𝗼 𝗺𝗮́𝘀 𝗱𝗲 𝗮𝗺𝗼𝗿. 𝗗𝗮𝗺𝗲 𝘂𝗻 𝗽𝗼𝗰𝗼, 𝘂𝗻 𝗽𝗼𝗰𝗼 𝗺𝗮́𝘀 𝗱𝗲 𝘁𝗶𝗲𝗺𝗽𝗼.」Kang SeulGi, solo era una pequeña niña que recogía cartones en las calles cuando vío por primera vez a la pequeña hija del...
