CAPÍTULO UNO.

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Caminaba por la acera con cautela. Me concentraba en el pavimento y no pisaba las rayas. La multitud no me dejaba avanzar y en momentos me propinaban algunos empujones.

El centro de la ciudad siempre tan abarrotado de gente, todos tan concentrados en sus asuntos, excepto por mí, no puedo concentrarme en mis pensamientos con tantos cuchicheos que provienen de todos lados...

-Maldita sea...-Susurro tan despacio, apenas audible. No despego mi vista de mis zapatos empolvados, se ven tan sucios a pesar que dedique tiempo para limpiarlos; aún así continuó mi camino con las manos en los bolsillos de la chaqueta.

Reviso la hora en mi reloj de mano. Voy retardado, bastante retardado para decir verdad, me justificaría con toda esta gente lenta que no avanza. Unos cuantos metros delante se encuentra el lugar que me espera, un restaurante fino, donde Fátima está.

Al estar finalmente delante del lugar entro tan pronto, ni siquiera espero a que el encargado me pregunté si tengo una reservación, la veo a lo lejos concentrada en su celular. Me acerco y tomo asiento, ella sonríe, guarda su teléfono en su bolso. Después pasa mechones de su cabello liso detrás de su oreja, se arregló. Se ve muy bonita como siempre. Ni siquiera pregunta la causa de mi retardo, igual no le importa.

-Ya pedí nuestros platillos. -Me dice, solo asiento. Con mirada fija en ella, me gusta apreciar las cosas bonitas, ella sin duda supera ese concepto, es hermosa.

-Estoy tan contenta,-su voz dulzona me enloquece. Vuelvo asentir, prestandole atención, mientras ella pasa su mano por encima del comedor para tomar la mía. - Tanto tiempo, y seguimos juntos a pesar de los problemas, -hace una breve pausa. - Te amo tanto Adam. - Noto como su sonrisa ahora parece fingida y reprochosa, como si intentara ocultar sentimientos detrás de esa sonrisa falsa.

Sus ojos brillan. Me limito a rodar los ojos y ver como los demás comensales observan nuestra escenita de amor, les dedico una mirada asesina que hace que vuelvan atragantarse con su comida. Vuelvo a verla, está alzando las cejas esperando una respuesta cuando jamás hizo una pregunta.

-Ahórrate el drama, solo sé que muero de hambre. - Mi voz gruesa, me hace parecer molesto a cada cosa que digo, sin embargo no es así. Es algo tan normal, que ni siquiera ella se puede acostumbrar a pesar de los años, la veo encogerse de hombros mientras su mirada muestra terror. Recoge su mano y se abraza a sí misma, cubriendo sus brazos desnudos.

Con lo que digo es suficiente para que no vuelva hablar. Me conoce y sabe bien que cuando digo que no me gusta algo, nunca cambio de decisión.

A pesar de que en un tiempo decidí hablar solo cuando realmente sea necesario.

El silencio empieza a molestarme, ella juega con las pulseras que decoran sus muñecas. Entonces vuelvo a mirarla, después de examinar al resto de los comensales por simple curiosidad.

- Lindo vestido, - aclaro mi voz y luego agrego - el mismo que te pusiste la semana pasada. -Relamo mis labios, sin perder de vista sus movimientos - Creí que esto era algo especial. - Reprimo una sonrisa falsa como la de ella.

Me causa algo de molestia solo el pensar que me tome tiempo consiguiendo que vestir y verme un poco más formal de lo normal, ya que la ocasión lo requería. En cambio a ella, no piensa igual, quizá no le importa esto tanto como a mi.

Mi mirada viaja por sus piernas desnudas que se ven cuando bajo la mirada por debajo de la mesa que no tiene algún mantel decorativo. Aprieto mi quijada, ella traga saliva, me abstengo a dedicarle otra sonrisa, me molesta que vista así.

-¿Qué dices? -me cuestiona. -Esto es más que especial mi amor. - Esboza una sonrisa juguetona, mi cara seria le contesta su pregunta para que el silencio vuelva una vez más.

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