CAPÍTULO NUEVE

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Estoy a metros de llegar a la nueva casa de Theo, siguiendo la dirección que me proporciono Víctor. Es de noche, como siempre me ha gustado hacer los trabajos, mientras camino, pienso en lo que cenaré al terminar, y el con que lo acompañare, si con un refresco o alguna cerveza.

Evado mis pensamientos como sea posible. Para dejar de pensar con quien me voy a encontrar, si al menos seré capaz. Mi corazón punzante dice que retroceda, que me largue que busque alguna excusa, que después todo se podrá arreglar con mil mentiras, pero mi mente exige que termine con la tarea asignada, que recuerde mis convicciones y de lo que jure el primer día, el de respetar los acuerdos y realizar lo que se me pida.

Me detengo justo enfrente. Las luces están apagadas, me quedo observando el jardín que sobresale aún con la poco luz de la luna que recibe. Me asesoro que sea la casa correcta observando el papel, deseando estar equivocado. En el bolsillo trasero de mi pantalón, conserve la dirección de mi padre, curiosidad tal vez, venganza quizá.

Debe ser un viejo. Así que no podría levantarme más una mano. Esfumo esos pensamientos.

Y camino  hacia la puerta, haciendo un leve ruido cuando mis pies pisan el suelo con pequeños charcos de agua estancada. Estoy tardando más de lo usual, solo parado observando las esclareas que me conducirán a romper la cerradura.

Traigo conmigo una arma no muy pesada escondida en una de mis botas largas. Al igual que mi navaja favorita, la cual saco para empezar a forzar la puerta, con la mala seguridad de las casas de estos lugares. Pongo mi fuerza en ello, pero es inútil, la cerradura no cede, y la navaja cae al suelo haciendo un pequeño ruido.

El ladrido de un perro se escucha, mas no se acerca. Conservo la calma, el perro no se calla y las luces de la casa se encienden. Maldición.

De pronto el sonido de un bebé llorando, mi corazón se acelera, intento no respirar y no volver hacer un ruido mas estruendoso. Escucho pasos cerca de la puerta, que alguien la esta abriendo. Estoy perdido.

Y se que no es lo mas prudente, pero no me gustaría que me viera, y salgo corriendo. Hasta que un disparo al aire me hace caer en los charcos y  ensuciarme todo, veo que por encima de mi tobillo recibí una bala, el dolor inmediatamente se extiende por toda la pierna.

Veo en las escaleras que conducen a la puerta a Theo parado con un rifle a un apuntándome a mi.

—¿Qué haces aquí Adam?—pregunta de una manera furiosa sin dejar de tener su dedo en el gatillo. Mientras colocó mis manos en la herida que sangra demasiado.

—¿Quieres bajar el arma? No puedo contestar si estás así—le digo sincero, no logro concentrarme en nada cuando esa arma podría hacer que muera de una vez desangrado. El perro finalmente deja de ladrar, los vecinos no se despiertan por el balazo que fue sordo, sabe muy bien como hacerlo.

No baja el arma. Para nada. —No salgas Jennifer—grita sin moverse de su posición— solo es otro gato.

Hago presión, pero la sangre fluye, y el dolor crece.

—Pensé que no querías verme más. Te prohíbo completamente que te acerques a este lugar, ¿fue Víctor quien te ayudo a buscarme? Creí que era mi amigo. —Espeta cada una de sus palabras con enfado, y finalmente baja el arma, sin apartar la mirada.

—No lo culpes Theo, no es cosa de él. Te están buscando, tienes que irte, sal del país, pero tiene que ser lo mas pronto posible.

Ríe un poco sin gracia y contesta:—No he hecho nada, todo lo arregle antes de salirme, no soy tan estúpido, al menos no tanto como tú—ahora se cruza de brazos, observándome sufrir, sin un destello en sus ojos, solo ahí.
—¿Tienes envidia, Adam? ¿Acaso todo esto se trata de qué tu jamas podrás tener esto? ¿De rencor? ¿Por despecho? Porque no te creo nada, te consideré mi amigo, pero ahora no voy a permitir que arruines mi vida, ni la de mi familia—sube una vez mas el rifle—mírate posesivo, esta vez te toca perder.

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