Capítulo 3.

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Quedo con él en el parque de detrás de mi calle, donde corre una ligera brisa de marzo que es encantadora y no pasa mucha gente, por lo que habrá intimidad.
En el camino me acuerdo de la bofetada que le he pegado antes a Jason. Creo que ha estado injustificada pero me he quedado muy agusto, no como cuándo haces algo y luego te arrepientes. Siempre es igual, no tiene tregua, soy su juguetito preferido, o, al menos, el que más a mano tiene y me usa a su antojo. Bueno, usaba.
Me siento en mi banco favorito, ese que tantas historias ha escuchado cuándo era pequeña, dónde jugaba a que el suelo era de lava y los demás bamcos estaban infestados de un virus indetectable. Unos minutos más tarde, Marcos aparece por la izquierda, me ve, se acerca y se sienta, antes dándome dos besos.
- Bueno, ¿qué querías? - le digo, una vez acabadas las formalidades.
- Pues... He visto que Jason y tú habéis roto- asiento- y bueno... Siempre me has llamado la atención y quisiera besarte justo en este momento...
Algo así me esperaba, dado su WhatsApp, pero se me ha congelado el cuerpo al oírlo en persona. ¿Debería irme o besarle?
Al final sus labios posados en los míos me impiden responder a ninguna de esas preguntas. Su beso es lento, húmedo, nada excitante. No sé si me gusta o no. Me muerde el labio inferior y decido que no me disgusta, pues eso me pierde por completo.
Aumento el beso y él gruñe; de golpe me veo en su regazo besándonos muy apasionadamente y me gusta, me empieza a gustar.
Sus mordidas... Su lengua dentro de mi boca... Sus labios...
Acabo el beso y me lo quedo mirando, ¿qué acaba de pasar?
- Ha sido - respira entrecortadamente- uau, impresionante.
Me levanto de su regazo y me limpio los labios con la mano, gesto para nada femenino y le miro.
- M-me tengo que ir.
Sin esperar a que me responda me voy por dónde he venido anteriormente y acabo en la esquina de mi casa, me apoyo en la pared y miro al cielo. Muy bien, pensemos, ha sido un acto reflejo, mi cuerpo necesitaba de contacto después del mierdas y lo ha encontrado, punto. No le des más vueltas, Max, o al final te volverás loca.
No puedo perminirme encoñarme de nadie ahora porque sólo de pensarlo me entran escalofríos.
Entro a casa, salgo a la terraza y me enciendo un cigarro. Hoy he estado sin fumar desde el recreo y lo necesito. Me apoyo en el muro que da a la calle y admiro la gente que pasa por la carretera. Los típicos niños pequeños con sus bicis y sus risas. Recuerdo que de pequeña sólo salía para volver a entrar a la media hora.
Me acabo fumando cinco cigarros y vuelvo a entrar a la casa, esta vez para hacer la tarea de Latín y Griego, por una vez que la haga no creo que me pase nada.
Una vez acabo de hacer toda la tarea y haber estudiado algo, cosa que me sorprende hasta a mí decido ir a nadar un poco. Eso sí que me distrae y me ayuda a olvidarlo todo por un tiempo, es genial.
Cojo el bus hacía la playa y pongo la toalla en la arena. Como es otoño no hay mucha gente, por lo que nadar es un vicio. El agua está helada pero me da igual, siempre he sido en exceso calurosa así que no me afecta.
Nado más o menos una hora y al salir me envuelvo en la toalla y me siento en la arena. Me dedico a admirar la bella mar y a pensar en todo lo sucedido. Me sorprende haber besado así a Marcos y lo atrevida que he sido con Jason. Estoy sacando un genio increíble y me gusta.
-¡Hola, Maxie!- me sobresalto a escuchar la voz de Eric, algo así como mi mejor amigo -¿qué haces por aquí?
- Nadar, inútil.
-Ahora no te veo nadando, eh...
Me río y le pego en el hombro.
- ¿Qué haces tú aquí?
-Trabajo en el chiringuito del fondo- señala un bar pequeñito llamado "Tropical" tiene buena pinta- cuándo quieras te invito a un daiquiri.
- Mejor a un Gintonic, Ericsáceo.
De enanos nos poníamos motes estúpidos y Maxidesastre y Ericsáceo eran nuestros preferidos. No se nos ha perdido la costumbre de usarlos.
- ¡Bien! Te dejo que iba a tirar la basura y se me han olvidado las bolsas. ¡Hablamos, Maxidesastre!
Camino, entonces, hasta la parada y espero pacientemente a que llegue el autobús. Cuándo llego, de nuevo, estoy sola. El trabajo de mis padres es muy bueno, les pagan muy bien, pero trabajan a unas horas que apenas les veo, cosa buena y mala al mismo tiempo.
*
El sábado había quedado con Hester para irnos de fiesta, así que estoy maquillandome en ropa interior con mi rock a tope, cosa que me anima y me ayuda a concentrarme a que la raya me salga. Me pinto los labios de un rojo putón y luego me enfundo en un vestido azul celeste estrecho y que se amolda a mis curvas. Esta noche promete ser descabellada.
Siento el timbre desde arriba y me subo en unos taconazos impresionantes negros que sacan una cabeza a cualquiera. Hester me espera en la entrada ataviada de un vestido negro ajustado con un gran escote. Ella siempre ha tenido unas buenas tetas y yo, bueno, yo he tenido los ojos.
- Mi chica preferida hoy está muy muy guapa, grrr - me saluda mi buena amiga.
- Me voy, mamááá- grito desde la puerta.
- Ten cuidado, cariño - me responde ella.
Cierro la puerta y vamos al autobús. Como no son ni las doce, la discoteca no ha abierto por lo que vamos a tomarnos un ron a palo seco bien cargado. Hacemos tiempo hasta las doce y luego vamos a la entrada de la discoteca.
Le damos las entradas al segurata, rumano, y entramos al local, lleno ya de adolescentes,como es normal.
Nos colocamos en la barra y pedimos vodka azul con cocacola. Ya en la tarima bailamos al ritmo de la música, sin parar de beber, beber y beber. Creo que a eso de las 4 de la mañana alguien me empieza a sobar la cintura y yo me dejo, y bebo más. Horas más tarde, pierdo a Hester pero apenas sé dónde estoy yo y me da igual dónde esté ella. Camino hasta la salida pero me tropiezo con un escalón y caigo al suelo.
**
Despierto sobresaltada por el sol que me alumbra la cara y miro a mi alrededor. Vale, no sé dónde estoy y me agobio fácilmente. Me doy cuenta de que estoy tapada y miro debajo de las sábanas. Joder, estoy desnuda. Sobo la cama y me encuentro con una espalda fuerte y atlética. La toco dos o tres veces y el chico se da la vuelta hacia el otro lado. Bien, que no cunda el pánico, Max, tal vez te ha quitado la ropa por alguna técnica de supervivencia y así guardar el calor. Dios, qué cosas digo.
Encuentro el baño a dos pasos de la cama y me miro en el espejo. Me limpio la cara pero al no ver ningún desastre de maquillaje no me asusto. Alguien me roza por detrás y se me eriza todo el bello de la espalda.
- Ese culo me vuelve loco - Esa voz, ese tono de chulo, es Jason - ¿no me esperabas?
- Jason.
- Ajá.
-¿Cómo se te ocurre abusar de mí borracha?
- eh, eh eh, esconde esas uñas que no estabas tan borracha y sabías que era yo.- me guiña un ojo - Max... Ahora en serio, no quiero malos rollos, te quiero pedir perdón, he sido un gilipollas. Ya, es el discursito de siempre pero no puedo estar ni un día sin pensar en ti, no digamos una semana. Piensalo, por favor.
Pongo los ojos en blanco. Es lo de siempre, pero no queriendo renunciar a mi rayito de esperanza, le digo:
- Me lo voy a pensar.
- Estupendo - viene a darme un beso pero le hago una cobra de campeonato- ¿pero no puedo besarte? - niego rotundamente - oye...¿Marcos sabes quién es?
Trago saliva de golpe, Jason es muy celoso, carente de sentido porque no soy mada suyo, pero es la realidad.
- Sí, le conozco muy bien- como sé que va a mal pensar, da igual lo que le diga.
- ¿Habéis follado? - parece incrédulo.
- No necesariamente, pero me besó ayer.¿Por qué preguntas?
- Porque le veo todos los días mirándote el culo y o te lo decía a ti o le partía la cara a él. Visto lo visto voy a tener que destrozarle los dientes.
- No, no, ¿qué estás diciendo? Sus dientes ni él te han hecho nada.
- Me han robado a mi chica.
- Perdona,¿ tu chica?
- Ajá, mi chica no puede ir besando a todos los tíos que se le acercan, sólo yo puedo hacerlo, ¿entiendes?
- No soy tuya, ni de nadie, soy persona, no objeto.
Abandono la habitación y voy a la cocina, al fin y al cabo ya conozco la casa. Su madre me recibe con los brazos abiertos; llevo puesta la camiseta ancha de Jason, nada debajo.
- Hola, cielo, ¿has vuelto con Jason? Ay chica, no sabes cuánto me alegro.
- No, señora, ha sido un malentendido sin importancia.- alza una ceja.
Me bebo una taza de leche en lo que Jason baja ya vestido y me lanza mi vestido con los tacones. Ahora coge las llaves del coche y me llama con la mano.
- Voy a llevarla a su casa, mamá.
Hostias, acabo de caer que mi madre no sabe dónde narices estoy. Cojo mi móvil y efectivamente, 40 llamadas perdidas y 300 whatsapp.
Hoy no acabo viva la tarde.

Broken Memories.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora