Capítulo 1 - Un chico muy simpático.

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Era una noche de viernes un poco fresca; en el cielo unas cuantas estrellas y en el viento algo que decía "apúrate, hace frío ¿verdad?". Tobio, quien iba con cara de que había tenido un día pésimo, aunque así sea su cara diariamente, entraba por la puerta principal del edificio con su mochila colgando en la espalda y una caja pesada que sostenía con ambas manos mientras rogaba que no se le desfondara. Al cerrarse la puerta se sintió acogido por el templado ambiente, pero aún así no se quitó la capucha de su campera. Tampoco era como si pudiera, tenía las manos ocupadas en su caja. Se acercó al ascensor, apoyó la caja en el piso; aliviado y con un suspiro tocó uno de los botones para llamar al ascensor...

Y lo tocó.

Y lo tocó.

Y lo volvió a tocar.

¡¿Por qué no bajaba el ascensor?! Aunque estaba en el décimo piso y bajando a su ritmo... ¿¡porque no bajaba más rápido!? Los otros ascensores parecían estar atorados en el piso trece y no bajaban aunque presionara mil veces el estúpido botón.

Eso siempre ponía a Tobio de mal humor.

De repente notó que alguien hacía presencia a su lado. Miró de reojo, como si no le importara, y vio a un chico no tan alto vestido de traje, mirando paciente el indicador del ascensor. Si bien no era más alto que él, comparándose se veía como un niño de quince años, aunque para Tobio aquél sujeto era otro más de las quinientas personas con la que se encontró ese día.

Siguió apretando el botón del ascensor que estaba más cerca, como si su vida dependiera de eso. Dejaba como mucho un segundo entre cada vez que lo hacía, y es que apenas si se había movido ese maldito ascensor.

-Vas a romper el botón– dijo entre risitas el chico de traje. Tobio, cuyo mejor atributo no era el carisma, hizo una mueca de desagrado. Miró, sin observar, con odio al chico que lo miraba con una sonrisa de oreja a oreja, al parecer ese chiste sólo le había hecho gracia a él. Sin embargo el "simpático" chico al ver la cara de Tobio cambió su sonrisa por una mueca de resignación y miró hacia otro lado. Sólo era un chiste...

La puerta del ascensor se abrió finalmente y Tobio tomó su caja con algo de dificultad, para luego entrar con rapidez. Detrás de él entró "El Simpático" con mucha tranquilidad.

- ¿A qué piso vas? – preguntó, obligando a Tobio a mirarlo nuevamente, de reojo y sin mover la cabeza.

- Quince – respondió inexpresivo, volviendo la mirada a su caja. Sí que estaba pesada.

- ¡Ah! ¿Sí? ¡Yo también! – dijo con voz eufórica y animado, sobresaltando a Tobio quien arrugó su nariz de rabia. Sin responder se dedicó a tocar él mismo el botón, ignorando el comentario irrelevante que acababa de oír y tratando de que su caja no resbalara de sus manos. Se hizo silencio el resto del transcurso; para aquel chico era algo incómodo, pero para Tobio el silencio era encantador. Había pasado muy poco tiempo cuando las puertas se abrieron otra vez.

- Eh... - Tobio no dejó hablar al chico que parecía seguir teniendo ganas de charlar, en lugar de escucharle acomodó su caja mientras intentaba tomar las llaves de su bolsillo, saliendo apurado del ascensor. Sí, todo al mismo tiempo. Será el karma o será que Tobio es tonto a más no poder, sea como sea, las llaves se le resbalaron de la única mano libre que tenía... claro, con la otra sostenía su querida caja, y con mucha dificultad.

- Mierda... – masculló el pobre chico de la caja, le era imposible agacharse a recogerlas mientras hacía equilibrio como podía. Antes de siquiera pensar en qué hacer, el chico al que había ignorado se acercó rápidamente y tomó las llaves.

- Oh... toma, se te cayeron...

- ¡Ya lo sé! – respondió con enfado Tobio arrebatándole las llaves, ni siquiera se había dignado a agradecer o mirarlo. Se dio media vuelta y empezó a caminar.

- De nada... - dijo el chico algo molesto por el comportamiento del extraño y comenzó a caminar hacia el lado contrario.

Tobio dejó la caja frente a su puerta y abrió con pocas ganas. Apenas entrar arrastró su caja dentro como pudo y cerró la puerta. Dejó bien acomodadas sus llaves en su lugar, prendió las luces, se quitó las zapatillas, la campera y caminó hasta su sala de estudio, donde se tiró sobre su alfombra mullida. Por alguna extraña razón a Tobio le parecía demasiado cómodo estar tirado en el piso, ya sea para leer o descansar. Por esta razón esa habitación solo contenía una mesita baja y amplia, varios estantes repletos de libros y una gran, redonda, mullida y azul alfombra que ocupaba la mayor parte del piso de la habitación.

Luego de un minuto recostado sobre su alfombra, con su brazo cubriéndole los ojos, escuchó una desagradable música. Se sentó con pereza. En realidad la música ni era tan mala, ni estaba tan fuerte, pero lo suficiente para cabrear a Tobio. Su vista se topó con la puerta que daba al pequeño balcón, recordándole que tenía que ir a comprar esa estúpida cortina. Y es que siendo aquella caja la última que tenía pendiente trasladar, ya no podía seguir postergando la compra de la cortina, aunque no era como si la necesitara demasiado. Seguramente obligaría a su amigo a acompañarle... sí, eso haría... pero ese no era el principal problema en ese momento.

Mirando a través del cristal de la puerta pudo distinguir a alguien, ¿desde cuándo estaba esa ventana ahí? No la suya, sino en frente de la suya, abierta de par en par. Tobio no era muy detallista en algunos sentidos, pero mira que saltarte el hecho de que había una ventana con un balcón enfrentado al suyo... Pero ¿ahora qué demonios pasaba?

Entrecerrólos ojos tratando de mejorar su visión, que no era muy buena. Tomó sus lentes de la mesita y se los colocó, se acercó más a su ventana y pudo distinguirlo...genial.

A Través de la Ventana - KagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora