Capítulo 7 - Dos gotas de agua.

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—Hinata, no me molesta... ser amigos... es decir... Podemos ser amigos, si quieres...

Los ojos de Kageyama esquivaban los de Hinata, su voz tartamudeaba y se le notaba un ligero sonrojo en los mofletes.

Hinata nunca había visto tal actitud en Kageyama; todo en él era hermoso ante los ojos del menor. Lo miraba con admiración y amor, con éxtasis de felicidad por la demostración de amistad tan simple de parte del pelinegro. Sin embargo sabía que para Kageyama, demostrar sus sentimientos no era soplar y hacer botella, por lo cual apreciaba y admiraba esa valentía en su nuevo ya oficialmente amigo.

—¡Claro, Kageyama, nosotros siempre seremos amigos! ¡No importa lo que pase! —expresó con una gran sonrisa. Al contrario que Kageyama, al pelirrojo le costaba contener sus sentimientos.

Pero no importaba. Haría lo que fuera necesario para poder mantenerse al lado de su amigo, por más que no le correspondiera nunca. Por más que tuviera que contener lo que sentía todos los días y dejar que esos sentimientos le explotaran en la cabeza de noche. No volvería a dejar que Kageyama se alejara, no haría nada para alejarlo de él nunca más.

—No te emociones tanto. Y hay una condición: nada de música fuerte por las mañanas.

—¡Si, de acuerdo, lo que sea! —Gritó entusiasmado —Kageyama... gracias —dijo el más pequeño. Salió por la puerta con su sonrisa aún presente, y al cerrarla se recargó en ella.

Se cubrió la boca con sus manos, tratando de calmar su exagerada sonrisa. Debía controlarse, no quería ser tan obvio, estaba siendo demasiado obvio.

Sin previo aviso, la puerta se abrió haciendo que Hinata se apartara. Al girarse, pudo ver a Kageyama observándolo fijamente. Su sangre se heló.

—¡Kageyama! Lo... lo siento. Ya me voy —dijo Hinata algo apenado. Lo había descubierto suspirando detrás de su puerta, seguramente había pensado que era un rarito.

El pequeño se dio media vuelta y comenzó a andar en dirección hacia su departamento, pero sintió un agarre en su brazo derecho. Giró sorprendido, viendo a Kageyama algo ruborizado. Verlo así era demasiado para su pequeño corazón, que parecía querer salirse de su pecho.

—¿Kageyama? ¿Estás bien? —preguntó, ya algo más preocupado por el silencio de su amigo.

—Hinata... —dijo Kageyama en un hilo de voz.

La piel del pelirrojo se erizaba cada vez que el mayor decía su nombre. Sonaba diferente, como si lo llamara, lo incitaba.

—Hinata... —volvió a repetir.

Kageyama soltó el agarre de su muñeca para sujetarlo por la cintura, acercándolo más a él. Con la mano que le quedaba libre, sostuvo la cara de Hinata y juntó sus frentes.

Hinata estaba inmóvil. Si unas simples palabras de parte de Kageyama le hacían desbocar el corazón, esas acciones eran su sentencia de muerte.

—Hinata... Hinata...

—¿Kageyama...?

—¡Hinata! —Escuchó una voz aguda y estruendosa, haciendo que abriera los ojos desganado. Sus mejillas estaban siendo aplastadas por las manos de su hermana, y esta parecía no estar feliz.

—¿Natsu?... ¿Cómo que Hinata? ¡ Shōyō nii-chan para ti! —exigió el chico mientras se sentaba sobre su cama. Ver a su hermana lo alegraba, pero no tanto como recordar su sueño.

—¡Nii-chan! ¡Olvidaste que mamá iba a dejarme aquí y tuve que subir sola! Además, me equivoqué y vi a Kageyama... ¿Desde cuándo vive ahí?

A Través de la Ventana - KagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora