Resist 14

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―________.
Me di la vuelta, aturdida por mi celebración, y me encontré con la mirada expectante de mi abuela.
¡Huy! Me pregunté cuánto tiempo había estado allí.
Corrí hacia el reproductor de CD y apagué a Miss Murder de AFI.
―Lo siento. Ha sido por rutina. ―Sonreí tímidamente. Después de una práctica donde pude haber corrido al menos una hora, regrese a casa con energía de sobra. Me había quitado un peso de encima, y me sentía con ganas de celebrarlo.
Había decidido dejar de lado mi tarea ―ya que de todos modos todo estaba cumplido esta semana― y forjar un entero en mi alfombra con algunos movimientos de baile horrendos.
―Bueno, dejaste el teléfono abajo. K.C. llamó. ―Ella me lanzó mi móvil, el cual cogí―. Y casi son las siete. ¿Estás lista para ir a comer? ―La abuela agitó su mano hacia la puerta.
―Por supuesto. ―Agarré mi chaqueta negra y mis Chucks negras. Me había puesto unos jeans y una camiseta tras bañarme en casa al venir de la práctica. Después de la intrusión de Justin en el vestuario, había optado por ducharme en casa.
―Voy a estar en un minuto. Quiero llamar a K.C.
La abuela asintió y se marchó.
La idea de pedir disculpas a K.C. hizo que mi estómago rodase. Ella estaba saliendo con un chico que me trataba mal, y me dolía que hiciese la vista gorda a eso. Sin embargo, también me di cuenta de que ella y Justin se utilizaban mutuamente. Con el tiempo, probablemente más temprano que tarde, esta aventura entre ellos terminaría. Mientras ella no formase un equipo con él en tratarme como una mierda, había decidido no darle lo que quería.
―Hey ―saludé a K.C. tímidamente cuando ella contestó.
―Hey. ―Su voz sonó cortante.
Respiré hondo y deje escapar un suspiro.
―Así que, espero poder hacer efectivo salir de la cárcel con la tarjeta de libertad. Siento haber dicho lo que te he dicho hoy.
Ella guardó silencio durante unos momentos mientras yo andaba nerviosamente a la deriva alrededor de mi habitación.
―Actuaste como una idiota ―murmuró.
Casi me reí. Bueno, al menos me estaba hablando.
―Lo sé. Él no tiene que ver conmigo más. Si es lo que quieres, entonces puedo crecer y superarlo.
―Disculpa aceptada. ―Podía oír la sonrisa en su voz.
―Está bien. Nos vemos mañana. Me voy a cenar con la abuela. ―De todos modos podía oír de fondo que su madre la llamaba.
―Que se diviertan. Y te quiero, _______ ―dijo ella con dulzura.
―Yo también te quiero.
Colgamos, y ya me sentí mejor. Gracias a Dios que se arregló. Ahora, si tenía suerte, solo me encontraría pocas veces con Justin. Sin embargo, si resultaba que tenía mala suerte, haría todo lo necesario por K.C. y las salidas en tríos.
Aun así, todavía tenía ganas de abofetear a mi amiga un poco. Pero, al menos, había soltado mi amargura por Justin. Si quería estar de rebote con él, era cosa de ella. Estaba cansada de hacer un problema donde no había uno, y para salvarme a mí misma de un poco de estrés, estaba decidida a ocuparme de mis asuntos. Ella sabía lo que sentía, y yo sabía que no traicionaría mi confianza. Eso era todo lo que necesitaba.
Prácticamente bailaba por las escaleras, sintiendo que el hipopótamo que había estado sentado en mi pecho había decidido finalmente seguir hacia delante.
―Bueno, parece que estás de buen estado de ánimo. ―Los ojos de mi abuela siguieron mis movimientos―. ¿Hoy ha estado bien la escuela?
―Sí, en realidad. Fue genial. ―Dejar saber a Justin lo mucho que me había herido sacaba fuera la frustración. Ya no me sentía sepultada bajo sus acciones y luchando por mantener una fachada.
―Bueno. ¿Qué te apetece hacer? A juzgar por tus jeans, supongo que O'Shea está fuera. ―Su tono plano mostró su decepción. O'Shea era su restaurante favorito en nuestra poca ciudad diversa.
―¿Qué hay de Mario? ―le pregunté mientras me sentaba a atarme los zapatos. Me encantaba su pasta con albahaca y aceite de oliva. La vieja pareja que dirigía el restaurante era agradable y acogedora, y mis padres fueron a su primera cita allí.
―Por supuesto. Suena bien. ―Tomó su bolso, y yo le arrebaté las llaves. Siempre tenía que conducir a menos que la situación no lo permitiese. Parecía una eternidad llegar a cualquier parte a menos que yo tuviese el control del vehículo. Afortunadamente, los adultos de mi vida habían sido indulgentes.
Mientras ella se detuvo para esponjar el cabello y abrochar el botón de la chaqueta delante del espejo de la puerta, pase mis brazos a través de mi chaqueta y enganche la correa de mi bolso sobre mi cabeza.
―¿Abu? Mientras estamos fuera, ¿te importa si rodeamos algunas partes, para que pueda comprobar algunos coches después de la cena? ―Encontrar un coche no había estado en mi mente en las últimas semanas, pero la idea se había derramado de mi boca como si hubiera estado en la punta de mi lengua todo el día.
No podía fingir que necesitaba el coche para desplazarme. Después de todo, tenía el Bronco de mi padre. El control que había obtenido estaba deslizándose por mi nueva piel. Todo estaba caliente, delicioso, y posible. Conseguir un coche propio era como una dosis de control, directo a la vena.
La abuela entrecerró los ojos azules hacia mí a través del espejo.
―¿Tu padre sabe que quieres comprar un coche?
―Sí, pero de todos modos en este momento solo estoy mirando.
―No vas a querer tener un coche en la ciudad de Nueva York, cariño ―afirmó ella, dándose la vuelta para abrir la puerta.
―¿Está bien si sólo miramos? Después de todo, podría tener el coche para cuando regrese de vacaciones. ―La seguí fuera.
Dando la vuelta para cerrar la casa, ella asintió.
―Claro, yo no veo nada de malo en mirar.

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