Resist 27

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  Risitas, bufidos, y susurros aparecieron a mi alrededor, y me sacudieron la cabeza cuando la joven que estaba sentada a mi lado se rió en voz alta. Ella sonrió, con su teléfono en la mano, y yo sólo podía mirar con horror cuando me mostró su pantalla. No, no, no. El mismo video sórdido puesto en su teléfono.
Al mirar alrededor, sabía que los demás en la clase estaban viendo el mismo mensaje de video.
¡Esto no puede estar pasando! Luché para tomar aliento tras aliento mientras mi cerebro trabajaba para averiguar qué demonios estaba pasando. Mis ojos ardían con lágrimas que no cayeron, y me sentí como si estuviera en otro planeta.
No, esto no es real. No es... negué, tratando de despertar de esta pesadilla.
No podía parar temblores oscilantes entre mis dedos. Miré hacia abajo a mi teléfono y salí del video. El texto que acompaña el mensaje decía:
Ella tiene una gran cogida. ¿Quién la quiere a su lado?
Mi pecho se estremeció con sollozos secos.
Justin.
El mensaje vino de su teléfono. Fue enviado a todo el mundo. Madame gritó, tratando de conseguir que la clase se centrara.
― Écoutez, s'il vous plaît4.
Me puse en pie temblando, tiré de mi bolsa sobre mi cabeza y me apresuré fuera de la habitación. Las risas y burlas detrás de mí eran como ruido sordo.
Estaban allí. Siempre estaban jodidamente ahí.
Maldita sea por sentirme cómoda.
¿Por qué no escuché a mis instintos? Sabía que no podía confiar en él. ¿Por qué era tan débil?
Sostuve mi estómago, tratando de contener el llanto, gemidos y gritos a los que quería dar rienda suelta. Mis pulmones se sentían extendidos por las respiraciones profundas y rápidas que había estado tomando.
¡Ese video estaba en todas partes! Y esta noche, no habría una persona en Shelburne Falls que no hubiera visto ni oído hablar de él.
Justin. La cabeza se me partía en dos tratando de aceptar la traición de lo que me había hecho. Había sido paciente e inteligente y esperó por su venganza.
Me había arruinado. No sólo en la secundaria, sino para siempre.
Siempre estaría mirando por encima del hombro ahora, preguntándome quién descubriría ese sucio video en algún sitio de la web y cuándo sucedería.
Y yo lo amaba. ¿Cómo podría hacerme algo como esto? Mi corazón se sentía como si se estuviera rompiendo en dos.
Oh, Dios. Aflojé mi estómago, y no podía contener más el llanto.
―________ ―jadeó una voz.
Me detuve y miré hacia arriba, con los ojos llenos de lágrimas encontrando a Madoc. Acababa de llegar por las escaleras, y vi su teléfono en la mano.
―________, Jesús. ―Él me alcanzó.
―Aléjate de mí ―lancé con enojo. Debería haberlo sabido mejor. Madoc era como Justin. Me había engañado, también. Y no podía confiar en ninguno de ellos. Ahora lo sabía.
―_______. ―dijo otra vez, más lento, como si estuviera acercándose a un animal. Lo quería lejos de mí. No podía escuchar insultos más dolorosos o
insinuaciones degradantes. No, olvida es, no quería escuchar más.
―Déjame sacarte de aquí, ¿de acuerdo? ―Madoc avanzó hacia mí.
―¡No! ―Lloré, las lágrimas enturbiaban mi visión. Golpeé sus manos lejos y le di en la cara con la palma de mi mano.
Rápidamente se puso delante de mí y envolvió sus brazos alrededor de mi cuerpo, me abrazo fuerte mientras luchaba y gritaba.
―Basta. ―Él tiró de mí un par de veces―. Cálmate. ―Su voz era fuerte y sincera―. No voy a hacerte daño.
Y yo quería creerle.
―Ellos vieron todo. ―Lloré, mi pecho agitándose por las respiraciones pesadas―. ¿Por qué hizo eso?
―No lo sé. Por una vez, no sé qué diablos está pasando. Tenemos que hablar con él.
Hablar. Estaba jodidamente terminada esa conversación.
Nada de lo que traté de hacer con Justin este año me ayudó. Nada hizo que mi vida mejorara. Al final, el acoso escolar había terminado toda esperanza que tenía para la felicidad.
De alguna manera me había equivocado al pensar que realmente le importaba. Cuando pensé que realmente me amaba. Creí cada mentira estúpida que él arrojó. Tal vez nunca fue abusado. Es probable que ni siquiera tenga un hermano.
Por fin me había empujado tan abajo que sólo quería escapar ahora. Refugiarme en algo más que esperanza, amor, y todas esas tonterías.
Mi ira y el dolor eran moldeados en algo más, algo más difícil. Entumecimiento.Indiferencia.Frialdad.
Fuera lo que fuese, se sentía mejor de lo que me sentía hace un minuto.
Tomé una respiración profunda y sollocé.
―Déjame ir. Me voy a casa. ―Mi voz era ronca pero firme cuando me alejé de Madoc.
Me soltó, y se alejó lentamente.
―No creo que debas manejar ―gritó Madoc detrás de mí.
Me sequé los ojos y seguí caminando. Bajando las escaleras, a través de los pasillos vacíos, y fuera de las puertas delanteras.
Me estacioné junto a Justin esta mañana, y cuando vi su coche dejé escapar una risa dura. No de diversión, sino de la expresión en su cara cuando saliera y viera lo que había hecho.
Tomé la palanca de la parte trasera de mi camioneta y la pasé hacia el final a lo largo del lado de su coche mientras caminaba hacia la parte delantera del vehículo. El chillido estridente de metal sobre metal envió un calentamiento elevado a mis venas, y sonreí.
Y llevé la palanca hacia abajo justo en el centro de su parabrisas.
El impacto astilló el vidrio en un centenar de grietas diferentes. Sonaba como un grueso rollo de plástico de burbujas reventando a la vez.
Después de eso, me volví loca. Golpeé abolladuras en el capó, las puertas y el maletero. Mis manos zumbaban con las vibraciones de los golpes, pero no me detuve. No podía. Con cada golpe, era más fuerte y más fuerte. Golpear donde más le dolía me hizo sentir segura. En realidad, nadie podía hacerme daño si podía hacerles daño, ¿verdad?
Así es como se hacen los matones, susurró una voz en mi cabeza. Sacudí ese pensamiento.
No me estaba convirtiendo en un matón, me dije. Un matón tiene poder. Yo no ejerzo ningún poder aquí.
Golpeé la barra de hierro a través de la ventana del conductor, rompiéndola. Trozos de cristal llovieron por todo su asiento.
Antes de que pudiera elevar la palanca y reventar una de sus ventanas laterales, me agarraron por detrás y me alejaron del coche.
―¡________, ya basta!
Justin.
Giré fuera de su alcance y di la vuelta para mirarlo. Él levantó las manos como si fuera a calmarme, pero ya estaba en calma.
¿No vio eso? Estaba en control, y no me importaba lo que cualquiera de estas personas pensaran.
Madoc estaba detrás de Justin con las manos en la cabeza, observando los daños del coche de Justin. Sus ojos eran tan grandes que pensé que se iban a salir de su cabeza. Las ventanas de la escuela estaban casi repletas de cuerpos deseosos de obtener una vislumbre de la demostración.
Que se jodan.
―________... ―dijo Justin tímidamente, mirando el arma en mi mano.
―Aléjate de mí, o conseguirás que tu coche sea más golpeado la próxima vez ―le advertí.
No sabía si eran mis palabras o mi tono plano que lo sorprendió, pero vaciló. Me miró como si fuera alguien que no conocía.
Había salido de allí antes de que alguien tuviera la oportunidad de atormentarme más. Una vez que me subí a mi camioneta y salí a toda velocidad, mi teléfono empezó a iluminarse con llamadas y textos. K.C. marcando cada treinta segundos, y no tenía nada de Justin.
Bueno. Él sabía que todo había terminado. Había conseguido lo que quería. Estaba avergonzada y humillada, y estaba hecho su trabajo.
Los textos, en cambio, eran de personas al azar, la mayoría apenas los conocía.
Pareces un buen polvo. ¿Ocupada está noche?, leí en uno de los textos, y apreté el teléfono con tanta fuerza que lo escuché crujir.
¿Hacen tríos?, este texto provenía de Nate Dietrich, y sentí que mi estómago empezaba a girar.
Todo el mundo se reía de mí y pasándose ese video horrible, sin duda lanzándolo en el ciberespacio para que cualquiera pueda verlo. Pensar en los viejos hombres sucios que conseguirían verlo, o todas las personas en la escuela que me miraban ahora y sabrían exactamente cómo me veía sin ropa hacía doler mi cráneo y mis ojos arder.
Después de dos mensajes más repugnantes, conduje la camioneta a un lado de la carretera y abrí la puerta para vomitar. Mi estómago se retorció, vaciando todo lo que había comido hoy. Tosiendo, lancé el último contenido de mi estómago y cerré la puerta.
Tomé los pañuelos de la guantera, me limpié las lágrimas y miré por el parabrisas delantero, en realidad no quería ir a casa.
Cualquiera que quisiera encontrarme empezaría por ahí. Y no podía ver a nadie en estos momentos. Realmente sólo quería subirme a un maldito avión e ir a ver a mi padre.
Mi padre.
Suspiré y dejé caer mi dolorida cabeza en el volante, lo que me obligó a respirar profundamente.
Hijo de puta.
No había manera de que mi padre no fuera a enterarse de esto. El vídeo estaba probablemente por todo el lugar por ahora. La escuela y otros padres se enterarían, y alguien lo llamaría a él.
¿Cómo pude haber sido tan estúpida? ¡Olvidando por un momento que era ridículo de mi parte el creer en Justin y confiar en él, pero tuve sexo con él en una fiesta, en la casa de alguien más!
Ese maldito teléfono. Lo había colocado sobre la cómoda para reproducir música, pero en realidad lo había puesto a grabarnos teniendo relaciones sexuales. Probablemente pensó que tendría que persuadirme a tener sexo en la casa de Beckman cuando en realidad lo obligué. O eso pensé.
Todo era una mentira. La forma en que me mantuvo tan cerca la semana pasada, tocándome y sosteniéndome. Cada vez que sus labios rozaron mi cuello mientras me abrazaba, y todas las veces que me besó en el cabello cuando pensó que estaba dormida.
Todo. Una. Maldita. Mentira.
Me limpié la nariz y salí a la carretera. Sólo había una persona de la que podía estar cerca en este momento. La única persona que me amaba y no podía mirarme con lástima o vergüenza.
Mi madre.

Yo sé toda la verdad y ustedes no.
¡Gracias por la paciencia! Las quiero inimaginablemente. 💖


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