Capítulo 23

20.7K 1K 22
                                    

Hudson POV

Hoy tenía planeado algo para Mackenzie; mis padres salieron de viaje...sería algo así como su segunda luna de miel, lo sé, mis padres eran unos románticos empedernidos, tenía que aprender de ellos. De hecho mi mamá fue la que me dio la idea de todo lo que estaba por hacer.

Me sentía entusiasmado por lo que Mackenzie tendría que hacer con lo que tenía planeado, aunque no estaba muy seguro de poder controlarme al 100%. Además era algo muy sencillo lo que iba a hacer, bueno si es que Mackenzie aceptaba, estaba dispuesto a rogarle para que aceptara.

Espero que ya esté despierta, teniendo en cuenta que ya son las 10 de la mañana, debería de estar despierta. No le he llamado para darle la sorpresa; ojalá que no tenga planes con el idiota del vecino.

Estaba parado en un semáforo y vi a un chico que vendía rosas, no tenía blancas así que de todas maneras le hablé al chico y compré la rosa roja más hermosa de todas. Mi madre se había tomado muy en serio en eso de ayudarme a conquistar a Mackenzie, me daba consejos sobre cómo comportarme cuando estaba el vecino, sobre que les gustaba a las mujeres y sobre todo, lo que no tenía que hacer para hacerla enfadar y más en su estado.

Mi mamá estaba muy entusiasmada por el hecho de que he salido contadas veces con Deborah, asimismo, no ayuda que ella y la mamá de Deborah sean muy buenas amigas, se habían conocido desde el instituto y desde ese momento fueron inseparables. Lo sé, ya chispeó, llovió, nevó y hasta granizó.

Bueno, tampoco exageremos, mi madre no está muy vieja.

Llegué a los departamentos y subí velozmente las escaleras, ya sé que el elevador sirve pero me muero por llegar con Mackenzie, sí, prefiero subir las escaleras corriendo a esperar el elevador...hasta ese punto llega mi desesperación. Al momento en que llegué a su puerta ya estaba sacando la lengua, iré mucho al gimnasio pero esas escaleras son de muerte. Tomé unas cuantas respiraciones antes de tocar el timbre, no quiero que me vea en mi etapa de perro y piense que tengo pésima condición física.

Toqué un par de veces y no hubo respuesta, ahora mi desesperación se volvía en preocupación. ¿Y si le había pasado algo? Maldita sea la hora en que cometí la estupidez del banco, si no lo hubiera hecho de seguro en estos momentos tendría la llave del departamento y entraría. De repente un pensamiento cruzó por mi cabeza. ¿Qué tal si estaba en casa del vecino? ¿Y si pasó la noche y ahí está a unos cuantos metros con ese idiota? Mi pecho dolió tan malditamente que hasta llegué a pensar que estaba sufriendo un infarto.

Pero yo conocía a Mackenzie, sabía que ella no haría eso y mucho menos porque no tenía mucho que habían comenzado la relación así que eliminé esos absurdos pensamientos que me hacían daño; toqué una vez más fuerte y minutos después por fin escuché movimiento.

La puerta se abrió y ahí estaba ella en todo su resplandor, luciendo hermosa y...aún estaba dormida. Traía su pijama, el cabello revuelto, los ojos casi cerrados porque la luz de afuera la cejaba y con unas pequeñas pantuflas de conejo.

-¿Qué demonios haces aquí tan temprano?- gruñó a la vez que hacia un gesto para que pasara.

-No es temprano- dije burlonamente.- Son las diez de la mañana, se supone que deberías estar despierta ya que dormiste toda la noche.

-Pues no dormí toda la noche- la miré serio, mi sentido del humor cambió y una vez más el pensamiento de ella en el departamento de Jase me dio escalofríos.- Tus hijos no me dejaron dormir, se movieron toda la bendita noche, así que por eso merecía dormir hasta la 1 de la tarde si era necesario.

No entiendo por qué diablos mi mente no dejaba de pensar en ella en la cama de Jase, me sentía estúpido por esto, ella estaba aquí conmigo ahora y eso debería de importar. Mackenzie se acostó en el sillón por lo que me tuve que arrodillar a su lado, justamente en donde estaba su barrigota.

Hagamos un trato ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora